La necesidad del reconocimiento constitucional de la niñez

Lo que pareciera lógico no siempre lo es, por lo tanto, lo que creemos como normal, licito, natural y legítimo a veces cae en un pozo sin fondo y el eco de la creencia rebota de forma insistente y permanente, que nos lleva a escuchar a lo lejos lo que intuimos por racional, que debe ser.

Hay un dicho que reza "todo es posible, a menos que no lo sea", primer golpe de realidad, lo que damos por hecho a veces simplemente es refutable, impreciso, incierto e irreal, porque quizás no lo es, "la lógica esta sobrevalorada", como otras tantas cosas, por eso la importancia de cuestionar lo que no vemos, mirar desde la resonancia de las suposiciones y profundizar en el convencimiento de la presunción.

Una de éstas es saber que en la Constitución Política de la República de Chile en vigencia no esta reconocida de manera explicita, expresa y clara la infancia como categoría constitucional. De lo que podemos derivar en dos indicadores de preocupación e intenso desasosiego: por una parte, la construcción social general de la infancia, ya que esta está delegada a un tercero, visto a los niños y niñas como una extensión de los padres o como una propiedad de estos últimos, esto bajo la "lógica" de la carencia de lo no completo.

Por otra parte, y como segunda desazón inquietante, rebozada de fragilidad y herida de vulnerabilidad, está relacionada al valor social a la pertenencia, si ya ser niño es la privación del reconocimiento constitucional, que pasa con los niños que integran las minorías, como los migrantes irregulares, a los de identidades de género no hegemónicas, es decir aquellos niñas, niños y adolescentes LGTBI, a aquellos con trastornos asociados a la neourodiversidad, los que tienen algún tipo de discapacidad física, los intelectualmente fuera de lo normativo, los de pueblos originarios, los que viven en situación de calle, que sin duda son lo más invisibles, los más parias, los que no resuenan ni en el eco mas fuerte, los sin voz, los despojados en vida, que transitan bajo las sombras de todos los pasos.

Ser niño es difícil, pero ser niño y de alguna minoría (que por lo general va asociado a la pobreza, escasa educación, falta de servicios de salud y otros) aun lo es más en una sociedad que ha dado por sentado lo que no existe. Hemos sido demasiados contemplativos en las construcciones políticas que nos ha llevado a ser actores pasivos del no reconocimiento de la infancia.

Nuestra infancia merece hoy ser el centro de discusión, debate e inclusión, en un Estado democrático y constitucional de derecho. Necesitamos avizorar una Constitución que los contemple por el sólo hecho de ser humanos. Que les otorgue las garantías básicas que les pertenezcan. Que los vuelvan reales con reconocimientos constitucionales.

El deber es hoy, la cimentación social no puede ser sin la infancia, es el tiempo de avanzar en la consagración de los derechos fundamentales de la niñez. Ya lo cantaba Violeta Parra, "maldigo los estatutos del tiempo con sus bochornos". En la poca arena que queda en nuestro reloj de la complexión nacional hay que visualizar lo que la lógica nos hizo creer que ya estaba.

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