Pesadilla en Gaza

Amal tiene 7 años, vive en Jan Yunis, años atrás una de las principales ciudades de la zona de Gaza. Hoy es un campamento para refugiados palestinos (dentro de la propia Palestina). Esta pequeña, que aún ni cambia sus dientes de leche, no recuerda la vida sin guerra, no recuerda vacaciones ni películas de dibujos animados, no sabe lo que es caminar sin evadir los escombros apocalípticos del paisaje que enfrenta a diario, no conoce la historia del "ratón Pérez", y quizás nunca la sepa.

Amal es una niña que, más que vivir, agoniza en el escenario más brutal de los conflictos armados. Duerme a sobresaltos, deambula entre pesadillas al cerrar sus ojos, por eso prefiere pasar las noches en vela, tiene miedo de no despertar, como le pasó a sus hermanos, tiene terror de quedar sola en el abismo de los bombardeos, prefiere no dormir para no perder de vista a su madre, que es la única familia que le queda. Amal de 7 años, ya no pide en las noches que se acabe el conflicto, se le fue la esperanza, perdió la confianza, no tiene ilusión, no le quedan ganas de soñar.

Hacia fines de 2024, Naciones Unidas estipulaba más de 45.000 muertes en un periodo de 14 meses y de estas un tercio correspondiente a menores, es decir más de 14.500 niños y niñas no tuvieron la posibilidad de aspirar a un nuevo amanecer, miles de infantes que la noche los envolvió en un eterno desaliento, sepultados en el hedor de la injusticia que originan las guerras, contra los más débiles, los indefensos. La frágil y quebrada infancia de todas partes del mundo.

Las salas de clases están vacías ya no hay niños en las escuelas, las campanas no resuenan, las sillas y las mesas sólo son vestigios y desechos de recuerdos muy antiguos, cuando eran ocupadas por tantas otras Amales, que aprendían a sumar y leer. La escuela ya no existe no hay risa de niños, en su lugar quedan gritos suspendidos que parecen eternos, perpetuos de dolor, sofocantes de desesperanza, imperecederos de sufrimientos.

Los niños están muriendo, y si a usted no lo conmueve este suplicio tortuoso de esta desolación, vivimos en mundos distintos, pero si se le eriza la piel con este padecer de muchos, debemos preguntar ¿qué podemos hacer?

Y, mientras tanto, rechacemos esta oscura sombra que cae encima de la humanidad, apoyemos los saberes y nunca dejemos que la violencia nos invada los ojos, cual glaucoma, y ya no nos permita ver.

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