Perú, país hermano, limítrofe y vecino, estuvo en agudizada exposición pública, desde abril de 2021, por su dramática situación humanitaria y sanitaria, dimanante de la trágica pandemia del Covid-19 y por las complejidades extensivas y multifacéticas de sus elecciones presidenciales, tanto en su primera como en su segunda vuelta, y todo en el contexto de un sistema político y de partidos desgastado, por una parte y por otra, con crecientes inestabilidades institucionales, en medio de procesamientos por corrupción, a un alto nivel estatal y gubernamental, más atisbos golpistas, riesgosos para toda democracia.
El ex presidente Francisco Sagasti Hochhausler -último de varios, desde 2016, con períodos interrumpidos - se autodefinió "de transición y emergencia". Sí es necesario valorar que jugó un democrático rol, en coyuntura política, rechazando llamados a actos de sedición, de civiles derrotados y militares retirados, y reconociendo los resultados electorales.
En consecuencia, el triunfo del profesor, rondero y sindicalista Pedro Castillo Terrones en las dos elecciones presidenciales, del 11 de abril y del 6 de junio de 2021, representó una telúrica irrupción de aquel "Perú profundo", al cual me referí en una anterior columna en Cooperativa, a través de su titánica victoria electoral, con el agotante recuento de actas procesadas y contabilizadas, y las impugnaciones recusadas y apelaciones inválidas, planteadas mañosamente por la contraparte derrotada, con total irresponsabilidad política y métodos arteros, fascistoides y golpistas, sin límite ético.
Efectos del épico triunfo del presidente electo, Pedro Castillo Terrones, serán de una crucial importancia interna, y con peculiaridades diplomáticas, estratégicas y políticas, y se debieran ir analizando, internalizando y ponderando con cosmovisiones andina, campesina, incaica e indígena, y eso se haría "en defensa del voto olvidado, el voto que está en la punta del cerro" -como lo denominó el profesor ganador-, y que se intentó desconocer, ignorar y ocultar, sin lograrlo, con maniobras recurrentes, históricamente, por poderes fácticos y mediáticos.
Recurso al miedo en la campaña electoral, con advertencias e imputaciones de "comunismo y terrorismo", fue recurrente, más aquella variante nacional del "senderismo". Pero, ante el enorme rechazo a la candidata derrotada -hija del condenado y encarcelado ex presidente Alberto Fujimori-, sus propios dirigentes partidarios intentaron cambiar esas monsergas por una "defensa de la libertad y la democracia", como nueva argucia, después segunda elección presidencial, Pedro Castillo Terrones sentenció: "cuando el pueblo se alza en defensa de su dignidad, con alegría y firmeza, no hay mafia ni amenaza de golpe que pueda detenerlo".
El Bicentenario del Perú rememora la expedición libertadora comandada por el general José de San Martín que, saliendo de Valparaíso el domingo 20 de agosto de 1820, desembarcó en la Bahía de Pisco, al sur de Lima, el viernes 8 de septiembre de 1820, y avanzó hasta llegar a la capital virreinal, ocupándola, y proclamando la Independencia del Perú el sábado 28 de julio de 1821. Fue el trasfondo histórico, de actualizada y emocionada significación, cuando el profesor de enseñanza primaria de Puña, Tacabamba, Pedro Castillo Terrones asumió la Presidencia de la República del Perú, el miércoles 28 de julio de 2021.
Gobernar, con crisis económica, institucional y sanitaria será colosal tarea para el nuevo presidente, en una sociedad clasista, despreciativa aristocráticamente, desigual, discriminatoria, fracturada, patriarcal, racista, subdesarrollada y vulnerable. Y con un inveterado pensamiento cultural hegemónico-limeño-urbano. Pero, Perú es un país y territorio nacional fecundo en materias primas, productos básicos, y en recursos culturales, humanos y naturales.
Síntesis de "No más pobres en un país rico", es misionera y pedagógica; al igual que aquella de "devolver la soberanía social, económica y política al país". Muy valiosa su propuesta de crear un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica. Lograr convocatoria a una Asamblea Constituyente para elaborar nueva Constitución Política, será su gran desafío.
Perú podrá retomar un mejor rol internacional, con perspectiva integracionista, y dejando de conducir el irrespeto al principio de no intervención en los asuntos internos de otros países de la región. El gobierno de Pedro Castillo Terrones habrá registrado lo señalado por Rafael Correa Delgado, ex presidente del Ecuador, el miércoles 9 de junio de 2021: "Es de mi agrado informarles que el Grupo de Lima acaba de perder Lima". En hora buena. La política exterior chilena deberá sopesarlo bien: Argentina, Bolivia y México ya lo resolvieron.
La profesional y reconocida diplomacia peruana de Torre Tagle debiera preservar sus mejores tradiciones, ahora con nuevo canciller Héctor Béjar Rivera, reconocido político de izquierda, sociólogo y abogado. Las relaciones bilaterales chileno-peruanas constatarán esta nueva realidad, en tiempos transcurridos desde 2014. Se trata del fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, del 27 de enero de 2014, resultante de la Demanda del Perú, de 16 de enero de 2008, registrada como "Différend Maritime (Pérou c. Chili)".
Este affaire significó para Chile, en lo más patriótico y sagrado de cualquier país, perder una extensa parte de su territorio nacional, en la especie marítima, superior a toda la superficie del territorio de Suiza, y equivalente a toda la de Costa Rica. Y, ¡aún queda pendiente aquel "Triángulo terrestre", de 37.610 m²!
Conocemos cómo los resabios históricos marcan, casi eternamente, las relaciones bilaterales entre países, por enfrentamientos y/o guerras, o bien por controversias jurídicas, como la sintetizada, resuelta por fallo inapelable de la CIJ. Esquivar, negar y/u ocultar la historia bilateral chileno-peruana sería un penoso autoengaño, particularmente en política exterior, con consecuencias que siempre serán non gratas. De allí que, es dable tener presente, y no olvidar, un hecho esencial y coadyuvante a esa derrota chilena.
El avezado diplomático Manuel Rodríguez Cuadros, ante un novato canciller chileno Ignacio Walker Prieto (quien, 'teniendo sus maletas listas', para viajar a Italia y asumir el cargo de embajador de Chile, fue nombrado abruptamente), se encontraron en una cumbre, del entonces existente "Grupo de Río", en Río de Janeiro. Allí, el ministro de Relaciones Exteriores del Perú convenció a Walker Prieto para firmar un comunicado conjunto, que quedó fechado, en la historia bilateral, 4 de noviembre de 2004.
Su segundo párrafo fue un antecedente cardinal, argumentado y entregado por el Perú, para convencimiento de jueces de la CIJ, en cuanto a existencia de una efectiva controversia. Su concluyente texto: "Los cancilleres hemos reafirmado que el tema de la delimitación marítima entre ambos países, respecto del cual tenemos posiciones distintas, es una cuestión de naturaleza jurídica y que constituye un asunto estrictamente bilateral que no debe interferir en el desarrollo positivo de la relación entre el Perú y Chile".
Posterior argumentación chilena oficial, desde el 16 de enero 2008, de que no había nada limítrofe pendiente con el Perú; que la demanda peruana era una "acto inamistoso" y que no existía ninguna controversia, se fue cayendo, con el tiempo, al fondo del mar perdido.
Manuel Rodríguez Cuadros escribió una nota, como presidente del Instituto Latinoamericano de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales (ILADIR), "La Revolución y la Política Exterior": notable síntesis histórica de la política exterior peruana. Y bueno, hoy visualiza una política exterior autónoma, democrática, descentralizada, nacional y popular o social.
En los 43 días que estuvo esperando ser proclamado, Castillo Terrones siguió el acontecer internacional. El miércoles 14 de julio de 2021 afirmó sobre Cuba: "El bloqueo histórico es antihumano e inmoral, más aún, en la emergencia mundial de crisis sanitaria". El presidente del Perú evaluó su victoria como un "histórico y democrático triunfo popular". Y utilizó su fórmula breve para finalizar algunos de sus anuncios políticos: "palabra de maestro".
El mensaje a la nación, de 28 de julio de 2021, al asumir su cargo, fue muy claro, coherente, contundente y anticolonial, remarcando: "Es la primera vez que nuestro país será gobernado por un campesino". Previamente, juró "por los pueblos del Perú, por un país sin corrupción y por una nueva Constitución".
El período presidencial del Presidente Pedro Castillo Terrones es hasta 2026, y con nuevo gobierno en Chile, desde el 11 de marzo de 2022, debiera ser tiempo propicio para unas hermanadas relaciones bilaterales, amistosas, cooperacionistas e integracionistas. Así, podrán contribuir a una necesaria unidad suramericana, en lo subregional, y coadyuvar a una coherente América Latina y el Caribe como Zona de Paz, desde lo regional, en una arena internacional multipolar, pacífica y segura.
Beneficios mutuos y prudencia fronteriza, limítrofe y vecinal guiarían objetivos consistentes. Medidas de Confianza Mutua (MCM) deben seguir desarrollándose en esferas de Defensa y Seguridad. Reuniones 2+2 (ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa) del Comité Permanente de Consulta y Coordinación Política tendrían que regularizarse, con periodicidad mutuamente acordada. Intercambios culturales y turísticos se fortalecerían, con ciudadanos de ambos países que, recíprocamente, respeten escrupulosamente todos los patrimonios nacionales respectivos. Comercio e inversiones deberían contemplar algunas sensibilidades particulares de nuestros pueblos, todo en perspectiva de una diplomacia confiable, de nuevo tipo, en el relacionamiento bilateral chileno-peruano.
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