Criterios y principios para una Política Exterior de nuevo tipo, desde el 11 de marzo de 2022

Los puntos de vista que siguen se inscriben en una panorámica de conjunto del autor, en relación a su visión de este mundo actual, en el contexto de las Relaciones Internacionales Contemporáneas, con mirada de futuro -diplomática, política y profesional -, dimanante de su formación académica especializada, en Chile y en el extranjero, así como de la privilegiada posibilidad conquistada de desempeño funcionario en Sistema de las Naciones Unidas (Cepal y Uncted) y en destinaciones para misiones diplomáticas, por designación presidencial.

Por ello, postulo que la Política Exterior Chilena no puede concebirse, formularse y ponerse en práctica fuera del referido contexto, como primera afirmación esencial. La segunda es que tampoco puede pretenderse y visualizarse implementarla como algo ajeno, distante y/o separado de la Política Interior, siendo ambas resultantes de bases y planes de gobierno, con lineamientos programáticos, de quién ocupará la Presidencia de la República.

Se trata aquí de criterios ineludibles, inescapables e inmanentes para la formulación y la puesta en práctica de una Política Exterior de nuevo tipo, desde el 11 de marzo de 2022.

Una magistral síntesis, para aproximación propuesta, nos legó un joven literato, precursor de la Generación del '98 y diplomático que falleciera trágicamente, al suicidarse a los 33 años, cuando estaba destinado en consulado de su país en Riga. En su libro "Idearium Español", Ángel Ganivet García escribió, hacia fines del siglo XIX, en octubre de 1896: "El punto de partida de la Política Exterior de un país es la Política Nacional, puesto que de ésta depende el rumbo que se ha de imprimir a aquella; y, asimismo, el punto de partida de la Política Interior es la idea que se tiene del papel que la Nación ha de representar en la Política Extranjera". (Aguilar S.A. Ediciones, Madrid, 1964, pp. 78 y 79).

Lo anterior convoca, e invoca, a no reiterar ambigüedades ni contradicciones entre Política Interior y Política Exterior, como sí ocurrió desde 1990 y hasta hoy y ahora en Chile, falencias en que han caído quienes han tenido la atribución exclusiva constitucional de conducción de la Política Exterior -Presidentes de la República- y también los ejecutores -ministros de Relaciones Exteriores, autoridades ministeriales directivas y determinados jefes de misiones diplomáticas claves-.

En este enfoque no es urgente, ahora, hacer el listado habitual de unas acciones -bastante conocidas, evidentes u obvias-; o de unos instrumentos internacionales, a los cuales adherir o denunciar y/o de organismos u organizaciones a los cuales integrarse, pertenecer o retirarse.

Así, postulo con antelación coherencia, consecuencia, oportunidad y voluntad políticas, una nueva inserción de Chile en la arena internacional y regional actuales, desde una concepción comprehensiva de las Relaciones Internacionales, apoyada en ciertas ideas-fuerza temáticas.

Las Relaciones Internacionales son estratégicas y fundamentales para el Estado de Chile y su pueblo, insertos en la región latinoamericana y caribeña, y nuestra subregión suramericana, para colaborar así a la edificación de un mundo multipolar, integrado, pacífico y seguro, a través de la Política Exterior Chilena cotidiana, deliberada y escrupulosamente, en plenitud.

Las Relaciones Internacionales de Chile debieran basarse en muy irrenunciables principios: la autodeterminación de los pueblos; la libertad de elegir sistemas políticos, económicos, sociales y culturales diferentes; la no injerencia en los asuntos internos de otros países; la soberanía nacional defendida y ejercida; y la solución pacífica de las controversias. Estos son cardinales e ineludibles, y siempre debieran estar al servicio de los intereses nacionales del país y de nuestro pueblo intercultural, a través de la diplomacia, prioritariamente.

Una Política Exterior Chilena de nuevo tipo debiera formularse y ponerse en práctica, a partir de Propósitos y Principios de la Carta de las Naciones, por una parte y por otra, con el muy estricto cumplimiento de los ocho Compromisos contemplados en la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, adoptada en la II Cumbre de la CELAC en La Habana el 28-29 de enero de 2014, siempre teniendo en cuenta el Derecho Internacional; la promoción del multilateralismo, y rechazo a la agresión, amenazas, bloqueos, chantajes, hegemonismos, injerencismos, intervencionismos, invasiones, presiones, sanciones y uso de la fuerza.

La Política Exterior Chilena deberá implementar y promover integración latinoamericana y caribeña e integración subregional suramericana, mediante esquemas y/o mecanismos existentes (Celac y Unasur reconstituida) o nuevos ad hoc. Asimismo, deberá propender al fortalecimiento, eficaz y sincero, de relaciones bilaterales vecinales de amistad, cooperación, desarrollo y medidas de confianza mutua, con nuestros tres países fronterizos limítrofes, con iniciativas anticipatorias, y no reduciéndose a un rol reactivo ante existentes controversias.

Chile, país inherentemente marítimo, debe velar por la oportuna y plena vigencia de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, junto con su Política Oceánica.

La Política Exterior Chilena tendrá vínculos estratégicos y sensibles con nuestra Política de Defensa y Seguridad, por una parte, y por otra con nuestra Política Antártica. Por ende, el Estado de Chile no debe permitir la instalación de bases militares y la presencia permanente de tropas extranjeras en ninguno de los espacios de nuestro territorio nacional. Asimismo, Chile deberá velar por la estricta aplicación del vigente Tratado Antártico, en sus alcances medioambientales, de patrimonio común de la humanidad y de reclamaciones territoriales.

Todo lo anterior contribuirá a evitar caer en ambigüedades y contradicciones en el próximo período gubernamental, en esa relación ineluctable entre Política Exterior y Política Interior.

Criticadas y denunciadas ambigüedades y contradicciones dimanan de conductas concretas de un nuevo "homo sapiens chilensis", en nuestra vida política, como una tipología muy sui generis, persistente y reiterativa, gestada desde 1990, larvada y sutilmente.

Este curioso 'personaje político' se caracteriza, básicamente, porque en Política Interior se define, se jacta, presume y ufana de ser de avanzada, de izquierda o de centroizquierda y progresista, propiciando cambios estructurales, profundos y reales, y un nuevo modelo de desarrollo, economía y sociedad no neoliberal capitalista. Contradictoria y paradójicamente, en Política Exterior no tiene inconvenientes en ser conservador, de derechas y reaccionario.

En su versión extrema, anómala, no duda ni trepida en ser, en los hechos, un 'editorialista mercurial más', en relación a sus 'análisis', enfoques, lenguajes y opiniones ante acuciantes cuestiones y problemáticas de la agenda en la arena internacional, regional y subregional.

Citábamos a Ganivet García: así, dichas conductas políticas sintetizadas aparecen como una contradicción inaceptable e incomprensible para nuestro pueblo -convocado en lo electoral, próximamente-, dado que sus integrantes y multitudes sí se esfuerzan por comprender, conocer, entender y solidarizar con variados asuntos y causas internacionales, de cotidiana y plena actualidad, aunque -para algunos- parezcan muy distantes de sus abnegadas vidas, con permanentes y tenaces desafíos y luchas, desde el amanecer hasta el atardecer y anochecer.

La Política Exterior de nuevo tipo que visualizo para el próximo Gobierno podrá incorporar aproximaciones emergentes, ya avanzadas en algunos países hace pocos años, como la Ciencia de la Diplomacia. Dos destacados ex embajadores chilenos priorizaron y valoraron recientemente la "Diplomacia Científica". Recuerdo bien mi participación, invitado por el eminente profesor Jean-Pierre Bourguignon, entonces presidente del Consejo Europeo de Investigación (ERC), en la pionera conferencia internacional "Frontier Research and Science Diplomacy", realizada en Bruselas, hace ya casi cinco años, el 28 y 29 de octubre de 2016.

En la Política Exterior siempre deberá prevalecer lo político por sobre lo económico-comercial, jamás subordinándose a las relaciones económicas internacionales, el comercio exterior, las inversiones extranjeras directas, políticas comerciales y/o tratados de libre comercio (TLC), que, sí son esferas importantes y relacionadas para la inserción internacional de Chile, con despliegue científico, tecnológico, conocimiento e innovación, dentro de nuevas prioridades.

En síntesis, una Política Exterior Chilena de nuevo tipo, con incesante profesionalización de nuestra diplomacia; con concreta perspectiva de género en carrera funcionaria; con aportes especializados de otras entidades públicas y/o privadas para nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores; con personal del servicio exterior consciente e involucrado en criterios y principios propuestos, más allá de esa cotidiana tarea concomitante de preparar mensajes oficiales (MO), o distrayéndose en affaires del constantemente cuestionado escalafón institucional; con comunidades de chilenos y chilenas en el exterior integradas, reconocidas y valoradas.

Desde Chile, cuando menos, se deberá tener en cuenta y en perspectiva una aproximación y voluntad política realmente anticolonial, antiimperialista, autónoma, descentralizada, estatal, humanista, independentista, integracionista, latinoamericanista, no injerencista, popular, soberana y social, con aguzada consideración perseverante de la correlación de fuerzas internacionales, contribuyendo así a un mundo multipolar y mejor, que ahora será posible.

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