La actual crisis entre la Franja de Gaza e Israel es como la secuela de una película ya repetida, que ha dado rating a las ideas islamistas más radicales.
Ya en 2008 y en 2014 Israel tuvo que repeler el ataque de Hamás y otros grupos terroristas palestinos, que tenían en vilo a la población israelí en la zona fronteriza con Gaza.
Y si vamos más atrás, podremos corroborar que la hostilidad hacia Israel -al inicio proveniente del mundo árabe, y, en tiempos actuales, del fundamentalismo islámico- suma ya 73 temporadas.
Y aunque suene majadero decirlo, el origen de esta zaga es la negativa de los radicales a aceptar la existencia de un Estado Judío en su vecindario, desconociendo los derechos históricos, políticos y jurídicos de uno de los pueblos originarios de esta zona, los hebreos.
Lamentablemente, el liderazgo palestino ha trazado su camino a través de un concepto identitario basado en el antagonismo. En efecto, los palestinos consideran el nacimiento de Israel como su "Nakba" (catástrofe) y mientras este concepto persista en el ADN palestino, lo más probable es que la historia de rechazo violento al Estado de Israel se siga repitiendo, y esto disminuye la posibilidad de llegar a la paz.
Diríamos entonces, que la política del "Nakba", responsable de cinco guerras que buscaron el exterminio de Israel (1948, 1956, 1967, 1973 y 1982) se reinventó luego en forma de intifada y últimamente como terrorismo islámico transfronterizo, cuyo mayor exponente son los ataques con cohetes enviados desde Gaza a Israel.
¿Pero qué particularidades tiene esta nueva escalada contra Israel?
En cuanto al modus operandi, nada nuevo bajo el sol. Hamás, que gobierna de facto en la Franja de Gaza desde 2007, mantiene su odio declarado a Israel y a su esencia judía, y sigue desviando los dineros de la ayuda internacional para la compra de cohetes de precisión y la construcción de túneles y otras infraestructuras para desplegar sus acciones terroristas.
Como dicen algunos, mientras Israel usa sus armas para proteger a su pueblo, Hamás usa a su pueblo para proteger sus armas.
Como en ocasiones anteriores, en esta nueva agresión Hamás ha concentrado todos sus esfuerzos en lanzar una gran cantidad de cohetes (más de 2.000 hasta hoy) contra los poblados cercanos a la franja y contra las ciudades más importantes en la zona centro-sur de Israel.
Se trata de ataques sistemáticos e indiscriminados, que buscan causar el mayor daño posible en la población civil.
A diferencia de ocasiones anteriores, Israel ha perfeccionado su sistema de defensa antimisiles Cúpula de Hierro, a través de la cual se han neutralizado cerca del 90% de los disparos que se dirigen hacia zonas pobladas, porque los cohetes que se dirigen a zona baldías simplemente se dejan caer.
Las circunstancias políticas de Medio Oriente y el escenario interno palestino también son distintos ahora. Por una parte, Israel ha conseguido un histórico acercamiento a naciones árabes moderadas, como Marruecos, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Sudán, lo que ha irritado al liderazgo palestino, cuya meta es la deslegitimación y el boicot a Israel.
Y, por otro lado, Hamás se ha fortalecido políticamente frente a la Autoridad Palestina, cuyo presidente, Mahmoud Abbas, tuvo que suspender las elecciones del 22 mayo, por temor a perder el poder, y sigue gobernando 17 años después de haber sido elegido por una cadencia de 4 años. En esta línea, los inéditos bombardeos de Hamas sobre la ciudad santa de Jerusalén muestran un interés por posicionarse como el garante de la preservación del islam en "Al Quds" (Jerusalén).
Algunas personas han intentado explicar la situación actual como una consecuencia del litigio de Sheikh Jarrah. Esto es un error garrafal, pues el juicio de restitución de un par de propiedades judías, ocupadas por Jordania a partir de 1948 y entregadas a los palestinos, es un tema meramente judicial, que puede ser polémico, que puede politizarse, pero como excusa para lanzar miles de cohetes contra los civiles resulta bastante inverosímil.
Es cierto que la convivencia entre ciudadanos israelíes judíos y ciudadanos israelíes árabes no es perfecta, pero existe. Y si pasa por alguna crisis, debe resolverse dentro de la institucionalidad que ambas partes reconocen y utilizan a diario, porque los ciudadanos árabes de Israel gozan de los mismos derechos que los demás ciudadanos y de libertades y oportunidades que no tendrían en suelo palestino.
Volviendo al desafío de seguridad y supervivencia que vivimos hoy, no cabe duda que Israel tiene el derecho y el deber de proteger a sus ciudadanos de las agresiones de Hamás. Para eso, se está llevando a cabo una operación militar que tiene como objetivo destruir la infraestructura que da soporte a las actividades terroristas de Hamas.
Israel está muy consciente que el derecho a defenderse debe convivir con el deber de resguardar la vida del pueblo gazatí, una tarea altamente compleja, ya que Hamas instala sus operaciones en medio de la población civil, de manera de hacer más compleja la identificación de sus militantes y sus actividades.
Este viernes 14 de mayo se cumplieron 73 años de nuestra Declaración de Independencia. Ya llevamos 73 años construyendo nuestro futuro y aportando a los grandes desafíos de la humanidad. En paralelo, hemos debido lidiar con la narrativa del "Nakba" y su obsesión por culparnos de todos los males palestinos. Podríamos soportar otros mil años esta atmósfera hostil, pero esa no es la idea. Israel siempre ha creído en el diálogo, la paz y la cooperación. Ya lo demostramos en 1948, aceptando la resolución 181 de la ONU, en 1978, cuando firmamos la paz con Egipto; en 1993, cuando suscribimos los Acuerdos de Oslo; en 1994, cuando sellamos la paz con Jordania; y en 2020, cuando normalizamos relaciones con Marruecos, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Sudán.
El pueblo palestino también tiene derecho a vivir en paz y seguridad, al igual que el pueblo israelí. Pero para eso, sus líderes tienen que dar un paso que requiere incluso más valor que estar en el frente de batalla: El paso sin retorno para la aceptación del otro y el comienzo del diálogo.
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