En junio de 2019, el presidente de Estados Unidos, Donal Trump, visitó dos de las principales capitales europeas, Londres y París. En Londres se entrevistó con la renunciada primera ministra Theresa May. En París conmemoró, junto al presidente Macron, el desembarco de Normandía hace 75 años.
Macron señaló de manera enfática que, de este importante acontecimiento, que da inicio a la derrota definitiva de la Alemania nazi, derivan la ONU, la OTAN y la Unión Europea. Trump, por su parte, destacó el “vínculo irrompible” entre los antiguos aliados.
Sin embargo, esta conmemoración, a diferencia de todas las anteriores, se da en un contexto marcado por una crisis mundial y, quizás lo más importante, por un quiebre sin precedentes en las relaciones noratlánticas.
Los antagonismos entre Estados Unidos y sus aliados de Europa han crecido de manera rápida desde la asunción de Trump, llegando a un nivel que no tiene precedentes desde el término de la Segunda Guerra Mundial.
Ciertamente, ha habido diferencias importantes que han enfrentado a estos aliados con anterioridad. Dos grandes momentos históricos han tensionado las relaciones noratlánticas desde el término de la Segunda Guerra Mundial.
Primero, en el contexto del Medio Oriente, en la Guerra del Sinaí de 1956, Gran Bretaña y Francia, junto a Israel, a través de un previo acuerdo secreto, conquistaron toda la Península de Sinaí, que estaba en manos de Egipto.
Estados Unidos, que hacía tan solo 11 años había luchado junto a las dos potencias europeas, se sintió fuertemente traicionado por sus dos principales aliados, ya que no fue consultado sobre esta acción bélica. En consecuencia, Washington, en conjunto con Moscú, en plena guerra fría, exigieron la retirada del Sinaí.
Segundo, en marzo de 2003, Estados Unidos decidió intervenir militarmente en Irak. Esta fue una decisión que no tomó en consideración al Consejo de Seguridad de la ONU, al tiempo que enfrentó a Washington con algunos de sus principales aliados europeos.
Mientras Reino Unido, Polonia, España y Portugal apoyaron de manera pública la acción estadounidense, otros aliados europeos se opusieron enfáticamente. Es el caso de Alemania y Francia, partidarios de una salida negociada. Más aun, Francia, como miembro permanente del Consejo de Seguridad, anunció, junto a Rusia y China, la intención de vetar cualquier intervención armada estadounidense.
Sin embargo, a pesar de estos dos momentos de tensión en las relaciones noratlánticas, nunca antes se había estado en un punto de desencuentro tan grande, que amenazase con un quiebre en estas relaciones, que podría llevar incluso al retiro estadounidense de la OTAN, a una guerra comercial o, en términos todavía más extremos, a sanciones económicas o políticas.
Los desencuentros se dan tanto en el terreno ecológico como económico y de seguridad. En 2017, Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París sobre cambio climático. Pese a las presiones especialmente de Francia para que se mantuviera en el convenio, Trump señaló que la salida del acuerdo ayudaría al desarrollo de las industrias de petróleo y carbón de su país y, por lo tanto, esto generaría empleos.
En el ámbito económico, muchos países europeos, encabezados por Alemania y Reino Unido, se han negado a la petición estadounidense de impedir la participación de la empresa china Huawei en el desarrollo de la tecnología 5G. Hoy día, una guerra comercial entre Estados Unidos y Europa se ve como una posibilidad cada vez más cercana.
Es en el ámbito de seguridad donde los desacuerdos son más graves. En 2018, el presidente Trump, cumpliendo una promesa anterior, decidió abandonar el acuerdo nuclear con Irán, que este país había firmado, junto con Rusia, China, Alemania, Francia y Gran Bretaña.
Frente a esta acción, la Unión Europea criticó la posición estadounidense y señaló su respaldo absoluto al acuerdo. Con todo, el enfrentamiento más duro se da en el ámbito de la propia seguridad europea. Desde 2018 el presidente Macron, junto a la canciller alemana, Angela Merkel, están abogando por la creación de un ejército europeo común que complemente el trabajo de la OTAN.
Frente a esta propuesta, el presidente Trump ha sido un duro opositor, defendiendo un mayor gasto europeo en la OTAN, acusa que la construcción de un ejército europeo busca proteger a Europa en contra de Estados Unidos, China y Rusia.
En abril de 2019, el Parlamento Europeo dio el visto bueno para la creación de un Fondo Europeo de Defensa para el período 2021-2027. Como reacción, el presidente estadounidense ha amenazado con represalias políticas y económicas a Europa si lleva a cabo su proyecto de defensa. El ultimátum lanzado por Trump advierte a la Unión Europea que, si sigue adelante con su plan, Estados Unidos no la apoyaría en el caso de una amenaza procedente de Rusia.
En suma, estamos en presencia de un choque transatlántico entre Estados Unidos y sus aliados europeos que no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Este enfrentamiento se da en un contexto global de creciente incertidumbre, marcado por las amenazas de expansionismo ruso, el fortalecimiento de China como potencia militar y económica, el anunciado Brexit que todavía no se concreta, el advenimiento de gobiernos de extrema derecha en Europa, la presencia de radicalismos de izquierda y derecha en América Latina, la irresolución de la crisis venezolana.
En momentos en que se hace más necesaria que nunca la unidad de las democracias liberales del mundo occidental, observamos un quiebre que no tiene antecedentes históricos desde la guerra fría.
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