Gobierno de diversidad

En lo que va de 2021, Israel ha sido uno de los protagonistas de los reportes informativos relativos a la lucha contra el Covid-19 a nivel global. La mayoría de las noticias han tenido un sello positivo y optimista, ya que se han centrado en el exitoso proceso desplegado para controlar la pandemia. Así, gracias a una campaña de vacunación precoz, masiva e intensiva, al cierre de las fronteras y a la aplicación de tecnologías de punta para la trazabilidad y control de las restricciones sanitarias, Israel comienza a mirar la pandemia por el espejo retrovisor.

De hecho, la gran mayoría de las actividades en Israel se han normalizado en un 100%, e incluso desde el 15 de junio se levantó la obligación de usar mascarillas en espacios cerrados.

Pues bien, en este escenario de especial atención por lo que sucede en Israel, cabe destacar un hecho que tiene una raigambre política, pero a su vez implicancias sociales y culturales, situando a Israel nuevamente como un caso único: La conformación de una nueva y amplia coalición de gobierno, luego de cuatro reñidas elecciones en tan solo dos años.

Y si bien se puede ver este proceso en forma simple, reduciéndolo, como han hecho algunos medios, al triunfo del "todos contra Netanyahu", lo cierto es que la alianza entre Neftalí Bennet y Yair Lapid representa mucho más que eso. En esta inédita alianza política participan ocho partidos, con una amplia variedad de líneas, árabe islamista, izquierda laica, laborista, centro, derecha y derecha nacionalista.

Además, los miembros de esta coalición están unidos por un fuerte compromiso con el futuro del país, a través de miradas diversas que pueden aportar una nueva forma de enfrentar los desafíos internos e internacionales, en una amplia variedad de temas, como salud, medio ambiente, energía, recursos hídricos, equidad de género, sustentabilidad y mucho más.

Si en algún momento el término de moda fue "Gobierno de Unidad", ahora habría que hablar de "Gobierno de Diversidad", dada las características de los ministros del 36° gabinete de Israel. En la nueva fórmula ejecutiva hay nueve mujeres, un árabe musulmán, cinco judíos ortodoxos, un druso, seis inmigrantes, un LGBT, dos personas con discapacidades y una vegana.

¿Y por qué la diversidad es tan importante? Porque permite nutrir una mirada amplia y transversal del mundo, de manera de generar políticas públicas que representen e interpreten ampliamente las necesidades de la población.

Pero esta conformación tan amplia y diversa del gabinete de gobierno también permite visibilizar una realidad que incomoda a quienes ven el mundo de otra forma: el arraigado pluralismo de la sociedad israelí.

En efecto, desde hace tiempo -pero en forma especial en 2021- el lobby palestino está tratando de imponer una narrativa truculenta, comparando a Israel con el apartheid sudafricano, desconociendo que tanto en Judea y Samaria (Cisjordania) como en Gaza la gran mayoría de la población palestina está, de hecho y de derecho, bajo gobierno palestino. Y, por otro lado, los árabes cristianos y árabes musulmanes que son ciudadanos israelíes, como ya vimos anteriormente, gozan de igualdad de derechos, e inclusive ahora no solo son parte del Parlamento, sino también del gobierno.

Obviamente, el status de la minoría árabe en Israel no es algo trivial y pocos países pueden mostrar esos grados de integración y equidad.

Valdría la pena preguntarse si un judío podría ser diputado o miembro del gobierno de la Autoridad Palestina o de Hamás. En realidad, cuesta imaginarse siquiera que un judío pueda recorrer las calles palestinas sin ser linchado por los fundamentalistas.

Diversidad, pluralismo y democracia son elementos que abundan en Israel. Y cuando se trata de elementos virtuosos, lo que abunda no daña, incluso un "exceso" de democracia, como las cuatro elecciones generales que tuvo Israel en sólo dos años.

Ojalá algo de la diversidad, el pluralismo y la democracia que disfrutamos en Israel pudiera llegar también a territorios palestinos, donde las elecciones se vienen postergando hace 15 años, donde las diferencias políticas, religiosas y de orientación sexual no son toleradas y donde la libertad de expresión está fuertemente restringida. Así, tal vez, se podrían generar las condiciones internas para un cambio de idiosincrasia que admita la posibilidad de coexistir con Israel.

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