Más que conmemorar el aniversario de la Nakba, los palestinos conmemoramos 77 años desde el inicio de "la Catástrofe", porque aquel 15 de mayo de 1948 marcó el comienzo de la destrucción, apropiación, expulsión y aniquilación sistemática de nuestro pueblo. La Nakba no es un recuerdo. La Nakba no ha terminado.
Durante casi ocho décadas, generaciones enteras de palestinos nacieron y crecieron en el exilio, en campamentos de refugiados o bajo ocupación militar. Más de 800.000 palestinos fueron desplazados en 1948; hoy, ellos y sus descendientes, superan los 5,3 millones, según datos de UNRWA. La mayoría buscó refugio en Cisjordania, Gaza y países árabes vecinos, sin que jamás se les haya permitido volver.
Hoy, 77 años después, conmemoramos la Nakba de 1948, mientras la Nakba empeora ante nuestros ojos: marcada por el genocidio, el desplazamiento forzado, la limpieza étnica y la destrucción sistemática.
Todo pueblo tiene el derecho inalienable a la libertad y la soberanía. Sin embargo, tras 77 años, el pueblo palestino sigue privado de ambas. Gaza es un ejemplo trágico: 90% de su población fue desplazada nuevamente, algunas familias hasta cinco veces. Al menos 2.000 familias han sido completamente aniquiladas, sin dejar sobrevivientes: ni niños, ni ancianos, ni descendencia.
Las personas no son cifras, son historias, emociones y momentos. Los más de 18.000 niños asesinados representan la masacre del futuro del pueblo palestino. Lo que ocurre en Gaza no es producto de una catástrofe natural, sino de una tragedia totalmente evitable, si se hubieran aplicado el derecho internacional y los principios básicos de humanidad. Lo ocurrido durante estos últimos 19 meses, como en los pasados 77 años, es un crimen planificado y sistemático, ejecutado con precisión militar y respaldo político.
Hoy se suma el uso del hambre como arma de guerra, a través del bloqueo a la ayuda humanitaria. Desde marzo de 2025, Israel ha vuelto a imponer el asedio total a Gaza, colocando a más de 2 millones de palestinos en riesgo de hambruna. Más de 1 millón de niños sufren hambre a diario; al menos 57 han muerto por inanición y 65.000 personas padecen desnutrición severa, trasladadas a hospitales en ruinas; 335.000 niños menores de cinco años están en riesgo de muerte; 92% de los lactantes y sus madres carecen de nutrición básica, lo que provoca daños irreversibles para toda una generación.
En Cisjordania, los palestinos también sufren desplazamientos, bombardeos y la expropiación de sus tierras. Desde 1948, la confiscación de tierras no ha cesado y se han construido muros y puestos de control para fragmentar el territorio palestino. La reciente aprobación del "gabinete" israelí, el 11 de mayo de 2025, de reanudar la colonización en el Área C de Cisjordania ocupada, no solo prolonga la guerra de genocidio y desplazamiento forzado, sino que constituye un desafío abierto al derecho internacional y al consenso global. Al expandir los asentamientos en el Área C -destinada a ser el núcleo de un futuro Estado palestino-, Israel socava activamente la solución de dos Estados, base de la diplomacia internacional, e intensifica su anexión ilegal bajo el pretexto de una política administrativa.
Mantenemos nuestro compromiso de alcanzar la membresía plena del Estado de Palestina en las Naciones Unidas. La coalición internacional, liderada por la Unión Europea, Arabia Saudita y Noruega, fue creada para implementar la solución de dos Estados. Esta iniciativa culminará en un congreso internacional histórico el próximo 17 de junio en Nueva York, presidido por Arabia Saudita y Francia. Este congreso representa una oportunidad crucial para reafirmar el Derecho Internacional y respaldar la autodeterminación del pueblo palestino.
La comunidad internacional no puede seguir observando desde lejos. Las declaraciones y resoluciones no detienen las bombas ni alimentan a los niños hambrientos. Exigimos un alto al fuego inmediato y efectivo, que detenga los planes declarados de Israel de apoderarse de Gaza, como ya ha hecho en Cisjordania. La comunidad internacional tiene una obligación moral y jurídica con la única nación que aún vive bajo ocupación militar en el siglo XXI.
La causa palestina no es solo territorial: es una lucha por la supervivencia y por los derechos humanos fundamentales, frente a un régimen prolongado de ocupación y apartheid. La única solución justa y duradera es el fin de la ocupación israelí y el reconocimiento pleno del Estado de Palestina, conforme al Derecho Internacional y a las resoluciones de Naciones Unidas. La Nakba debe terminar.
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