El directorio de TVN reconoce que la empresa es inviable. Una declaración de ese calibre en una empresa privada debería llevar como consecuencia la planificación del cierre de la misma. Pero como estamos ante una empresa pública, supuestamente con un rol social, clave en la difusión de información objetiva y plural, ya comienzan los llamados a "reestructuración" o derechamente "salvataje".
La creación de un canal estatal, fundado en 1969 durante el mandato de Eduardo Frei Montalva, se justificaba en un mundo con pocos medios de comunicación, con la televisión insertándose de forma incipiente en los hogares chilenos y con la necesidad de ampliar los canales de información. Pero hoy, con un abanico amplio de canales de televisión abierta y un sinnúmero de plataformas informativas en el vasto mundo de las redes sociales, parece innecesario mantener una empresa que no genera réditos, que es un pozo sin fondo para los recursos públicos y que no aporta nada distinto a los otros medios existentes.
Más de alguno podrá afirmar que tener y financiar un canal de televisión no se hace con el propósito de ganar plata -como propietarios privados lo han señalado- pero si al menos debería intentarse que el modelo fuese sustentable. Esto es aún más prioritario cuando las pérdidas, el uso irresponsable de recursos y el pago de sueldos millonarios a rostros son con cargo al bolsillo de todos los chilenos. Aunque se defienda su naturaleza empresarial, TVN no deja de funcionar como un órgano estatal más: la ineficiencia y los malos resultados son argumentos insuficientes para pensar su eliminación.
En un país que ha vivido el retroceso económico, político y social como el que ha vivido en el nuestro, por malas políticas públicas, una pandemia y un intento revolucionario frustrado, pero que dejó esquirlas, la prioridad no puede ser intentar salvar una empresa que en los últimos años ha demostrado no ser rentable ni necesaria para nuestra vida social. Los miles de millones de pesos que serían necesarios para salvar al canal claramente se pueden usar en otra cosa.
Se esperaría que aquellos candidatos que dicen defender la libertad, que creen que es necesario acotar el rol del Estado y cuidar los recursos de los chilenos, pensaran como acabar esta tragedia fiscal sin fin. La ineficiencia, la mala gestión y el despilfarro no merecen ser "rescatadas", y debe darse un debate honesto y sin vetos en torno a la necesidad de que el Estado cuente con un canal de televisión en pleno siglo XXI. Asimismo, debería ser la oportunidad para revisar detenidamente el rol del Estado empresario con la nueva realidad nacional.
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