Ha transcurrido más de una semana de la elección presidencial en Estados Unidos y es el tema del cual todo el mundo -literalmente- sigue hablando y no da señales de que se vaya a agotar pronto. La idea de que el magnate Donald Trump se haya convertido en el próximo inquilino de la Casa Blanca, aún resulta difícil de asimilar para muchos.
Su triunfo puso punto final a una de las campañas políticas más impredecibles y agresivas de los últimos años en EE.UU. Trajo de vuelta a los republicanos después de ocho años lejos del Salón Oval y ahora tiene tanto a aliados como enemigos de Washington, pendientes de lo que vaya a hacer con tanto poder, a partir del próximo 20 de enero.
Pero la victoria del candidato republicano también tiene otra faceta: la dolorosa derrota de la demócrata Hillary Clinton.
La madrugada del pasado 9 de noviembre, precisamente cuando se conmemoraban 27 años de la caída del Muro de Berlín, la ex senadora y ex secretaria de Estado vio cómo sus sueños de convertirse en la primera mujer en llegar a la Casa Blanca, se derrumbaron.
De nada sirvió mostrarse como una candidata con vasta trayectoria política y de servicio público. Algo ciertamente incuestionable, dado que su gestión entre 2009 y 2013 estuvo marcada por episodios como el llamado “reseteo” de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, las cuales atravesaban por uno de sus puntos más bajos; por la operación encubierta en Pakistán que acabó con la muerte de Osama Bin Laden diez años después de los atentados de Al Qaeda en Nueva York y Washington y por el difícil manejo de las consecuencias diplomáticas que trajo la Primavera Árabe para EE.UU. y todo Medio Oriente.
Pero, durante esos años, también hubo situaciones que empañaron irreversiblemente su gestión. El impacto de las filtraciones que WikiLeaks hizo en 2010 de miles de documentos del Departamento de Estado, dejaron al descubierto información sensible para Clinton, así como de la diplomacia de Estados Unidos y sus aliados.
Algo similar ocurrió el 11 de septiembre de 2012, cuando un grupo de Al Qaeda en Libia atacó el consulado de EE.UU. en Bengasi, lo que causó la muerte de cuatro estadounidenses, entre ellos, el embajador Christopher Stevens. Un episodio que ensombreció al gobierno de Obama y que generó profundos cuestionamientos a Hillary.
A lo anterior hay que sumar el episodio del cuasi desmayo que sufrió en septiembre pasado la candidata demócrata, al término de un homenaje a las víctimas del atentado del 11-S, y que instaló en la campaña el siempre delicado tema de la salud de los candidatos presidenciales.
Sin embargo, fue la investigación del FBI sobre el uso que Hillary hizo de un servidor privado y una cuenta de correo no oficial, mientras fue secretaria de Estado, lo que acabó de hundirla. Sobre todo porque a pesar de que el caso había sido cerrado a mediados de año, fue reabierto un mes antes de las elecciones, información que la opinión pública conoció a sólo 11 días de la votación.
La falta de cercanía con el electorado (a pesar de mostrarse siempre como una candidata más que calificada), sumada a una constante percepción de poca transparencia, fueron dos elementos clave que afectaron profundamente su imagen como candidata. Eso, y el hecho de que Trump supo identificar, desde un comienzo, las demandas de un creciente sector del país que se sentía postergado.
¿Qué le depara ahora el futuro a Hillary? De momento, ella se ha replegado a un ámbito estrictamente familiar, privado y lejos de los medios de comunicación. Sin embargo, es probable que regrese a la arena política desde su posición de ex senadora, ex secretaria de Estado y ahora ex candidata presidencial.
Por eso, la pregunta de si intentará una nueva candidatura en 2020, aún resulta prematura. Eso dependerá de diferentes factores: desde cómo sea el desempeño de Trump en los próximos cuatro años, hasta la manera en que Clinton administre su capital político a futuro.
Con 70 años, Trump se convertirá en el candidato de mayor edad en asumir la presidencia de Estados Unidos, superando a Ronald Reagan, quien llegó en 1981 a la Casa Blanca con 69 años.
De este modo, no es del todo descartable que Hillary pudiera competir una vez más con Trump dentro de cuatro años más, precisamente cuando él —seguramente— intentará obtener su reelección.
Para entonces, Hillary tendrá 72 años, sin embargo, parece ser que la edad ya no es un tema relevante en Estados Unidos u otros países. Así lo demostró Bernie Sanders, quien con sus 75 años de edad, fue un duro competidor de Clinton durante las primarias demócratas.
Al margen de sus aciertos y equivocaciones, Hillary Clinton hace tiempo que tiene ganado un lugar en la política estadounidense. De modo que, más allá de esta derrota, todo indica que volveremos a saber de ella, quizá, más pronto de lo que muchos creen.
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