Siempre las elecciones presidenciales en el país que representa la principal economía mundial despiertan el interés internacional. Las de noviembre próximo multiplican dicha atención y para muchas personas será como si fuera un evento que lo involucra de forma directa. Una de las razones que incide en esta aproximación es la conducción que ha dado a su gobierno el presidente Donald Trump.
Los gestos, actos y estilo del gobernante han contribuido al clima de polarización que se observa en EEUU y en el contexto en que se darán las elecciones presidenciales.
La agresividad y descalificación ha sido una impronta frecuentemente utilizada, sea a través de las redes, particularmente twitter, o en las comparecencias personales, en las cuales no han quedado exentos de ser destinatarios de sus dichos los periodistas que cubren las conferencias.
Colaboradores directos del mandatario estadounidense también han debido soportar esta forma de actuar y las rotaciones han sido frecuentes en el equipo de gobierno.
En estos aspectos no ha variado la forma en que enfrentó las elecciones que le permitieron llegar a la Casa Blanca y su impronta parece indicar que lo único que le importa e interesa es satisfacer a sus electores y, asegurando su adhesión incondicional, mantenerse en el poder.
La polarización llegó a un punto de especial dimensión con la acusación constitucional aprobada por la Cámara de Representante y rechazada por la mayoría republicana en el Senado. En esta circunstancia Trump se apuntó un triunfo político al aglutinar detrás suyo al Partido Republicano y mostrar que en dicha colectividad no hay una alternativa que lo amague.
Sin embargo, los fundamentos de la acusación de abuso de poder y de obstrucción a la labor del Congreso quedaron en la atmósfera política y fueron impedidos y frustrados algunos testimonios fundamentales como elementos de prueba de la presión al Presidente de Ucrania para obtener información perjudicial para su principal rival electoral, el ex Vice Presidente Joe Biden. Entre los testimonios que fueron impedidos estuvo el del ex asesor del propio Trump en materias de seguridad, John Bolton.
La forma de enfrentar la situación producida con el covid-19 ha dejado de manifiesto, una vez más, el estilo del líder republicano en su forma de gobernar, de no dar trascendencia inicialmente a la magnitud de la enfermedad, pasó a la adopción de medidas que resultaron poco eficaces, entre otras cosas por la falta de voluntad de coordinar acciones con los gobernadores de los Estados que integran la Federación, más que buscar acuerdos con ellos, los enfrentó.
Las cifras muestran que Estados Unidos es el más afectado con esta pandemia global. Esta situación, de allí la precipitación en la adopción de medidas, ha afectado dos de los factores que Trump pretendía utilizar como esenciales para fundamentar su reelección: el comportamiento económico y los niveles de cesantía.
A las tribulaciones sanitarias que los golpean, se suma el impacto de discriminación racial que ha producido el asesinato provocado por policías del ciudadano afroamericano, George Floyd.
Esta se pudo haber presentado como una oportunidad para que el Presidente de Estados Unidos llamara a la unidad, sin embargo, ha hecho todo lo contrario, con sus dichos y acciones ha aumentado la tensión.
En efecto, ha obligado a la policía a disolver por la fuerza manifestaciones, una de ellas en la cercanía a la Casa Blanca, con el innecesario pretexto de atravesar el lugar. Por otra parte, habla de acciones terroristas y en el acrecentamiento del uso de la fuerza hace la amenaza de utilizar al Ejército.
Las reacciones a esta conducta no han venido solo de la oposición. De partida, nada menos que el ministro de Defensa, Mark Esper, se ha distanciado de lo señalado por su jefe al expresar que no cree necesario la convocatoria a tropas en servicio activo para sofocar manifestaciones ciudadanas.
Por su parte, Jim Mattis, ex Secretario de Defensa, que dimitió a su cargo en diciembre de 2018 por discrepancias con Trump sobre la retirada de tropas en Siria, tuvo duros conceptos, recogidos por el diario español El País y que fueron expresados en la revista The Atlantic, donde acusó al Presidente de “abuso de autoridad” por buscar recurrir al Ejército para aplacar las protestas contra el racismo y por dispersar de forma violenta la mencionada concentración pacífica frente a la Casa Blanca. Mattis aseguró, “Donald Trump es el primer presidente de mi vida que no trata de unir al pueblo americano, ni siquiera lo finge. En su lugar, intenta dividirnos”.
No solo la política interna está impregnada de un estilo confrontacional, también la acción exterior conlleva esta impronta.
Este es un aspecto relevante para concitar una especial atención respecto a las próximas elecciones. Un primer componente es la tensa relación con China, que ha llegado a ser calificada como “guerra comercial” entre las dos potencias, que ha tenido, además, un impacto directo en la economía mundial y la ha dotado en un factor innegable de inseguridad.
Por otra parte, la política nacionalista que ha llevado a un proteccionismo manifiesto a la economía de Estados Unidos y que ha distanciado a este país del multilateralismo.
Una primera demostración de lo que sería la acción internacional de la era Trump fue el retiro del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por su sigla en inglés), tratado que busca fortalecer el comercio de países de Asia- Pacífico.
A lo señalado se suma el retiro del Acuerdo de París sobre cambio climático adoptado en el año 2015. La concurrencia de EE. UU. y China, los principales emisores, fue un hecho de gran trascendencia porque significaba compromisos para controlar el aumento de la temperatura del planeta por debajo del 2° C, aumentando la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y un desarrollo con bajas emisiones de carbono.
Sin agotar todos los aspectos que han mutado lo que era la política exterior del país norteamericano, se deben agregar las tensiones con aliados, como con la Unión Europea y miembros de la OTAN.
El abandono unilateral de Estados Unidos del Acuerdo Nuclear con Irán, suscrito junto a los otros miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas mas Alemania, también ha sido un elemento de especial consideración, toda vez que dicho acuerdo del año 2015 ha buscado fijar límites al enriquecimiento de uranio, proceso clave para evitar la fabricación de armas nucleares.
El retiro de UNESCO el 2017 es otra acción que deja de manifiesto el desafecto con el multilateralismo. A ello se agrega la medida adoptada en los últimos días, en plena pandemia de corona virus, de retirarse de la Organización Mundial de la Salud.
Ello significa el retiro del principal aportante de la Organización, restando 450 millones de dólares, esto, es, el 15 % del presupuesto de la Institución.
En conclusión, hay razones de sobra para poner atención en las elecciones de noviembre en Estados Unidos.
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