Desde el 8 de noviembre se han gastado miles de toneladas de tinta –en sentido figurado- para tratar de saber exactamente qué significa el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales de ese día.
Como en un artículo anterior voy a echar mano a un poco de tradición histórica para poder explicármelo.
Esto de la tradición histórica abarca varios campos, desde la del país, la de su sociedad o la del propio presidente electo. Pero también a algunos hábitos históricos colectivos que traspasan las fronteras de una nación.
Desde estos últimos hay uno que es bueno recordar en las sociedades, el de ser dominados. Desde la época de las hordas, que son los grupos humanos –no familiares entre sí- organizados instintivamente para recolectar alimentos o defenderse de los depredadores, hasta hoy, siempre hubo alguno o algunos que tomaron la conducción, adecuadamente o imponiéndola.
El triunfo del 8 con un candidato amenazando, advirtiendo, provocando e intimando, me recordó un slogan americano, como ellos se llaman, de la discográfica Víctor “La voz del amo”.
Si, porque su resultado no ha sido contra la globalización en sí, ha sido contra lo que la globalización ha quitado a la “comunidad”, esa “voz” que Trump parece reivindicar, esa His Master's Voice.
Tradiciones Nazis en los yanquis.
Los EE. UU de América no dejan de estar ausentes en el campo nazi, lo que no es extraño en una sociedad profundamente reaccionaria, con entidades como el Ku Klux Klan nacida al fin de la Guerra de Secesión. Originalmente enemiga de los negros, después antijudíos, y también contraria a la inmigración, sobre todo mexicanos y latinoamericanos en general.
Hubo prominentes hombres de la historia de la Unión que se destacaron por su nazismo como Charles Lindbergh, el famoso aviador. El sacerdote católico Charles E. Coughlin, que realizaba programas radiales con cuarenta millones de oyentes o el mítico Henry Ford.
La importancia de este fabricante de automóviles en el desarrollo del nazismo en Alemania y el mundo fue tanta que Adolf Hitler, cuando Ford cumplía 75 años el 30 de Julio de 1938, le otorgó la Gran Cruz de la Orden Suprema del Águila Alemana. De eso no se habla mucho en el país del norte. Tampoco significa que los yanquis sean nazis, solo muestra que esa ideología no es ajena a su sociedad.
Hoy que los analistas políticos han puesto de moda el catalogar de populistas a los que hacen propuestas descomunales, como el muro, o extraordinarias, como el trabajo para todos, es bueno recordar que eso en nuestro idioma se llama demagogia, que es “degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir”.
Trump es eso, un demagogo y un mentiroso. Lo está demostrando ya electo al comenzar a morigerar algunas de las medidas que había propuesto, sin dejar de utilizar el “duro” lenguaje de la confrontación.
La historia de su familia esta plagada de esfuerzos de inmigrantes, de mentiras y de timos, engaños y farsas.
Más aún, el periodista Mark Singer, del The New Yorker, afirma “Donald Trump no existe, es un personaje”.
Es descendiente de alemanes, su abuelo Friederich fue el fundador de la familia. Cuando él nació en 1946 su historia nacía en la mentira. La guerra hizo impopulares a los alemanes en Yanquilandia, sobre todo para los clientes judíos de la inmobiliaria de papá en Nueva York, entonces dijeron por muchos años ser de origen sueco.
Esto no lo digo yo, lo narra la biografía de Michael d´Antonio “Donald Trump y la búsqueda del éxito” y “¿Quién es Donald Trump?”
Lo muestra desde la perspectiva familiar. El abuelo Friederich, cuando Seattle era centro de la actividad minera, se fue a esa ciudad del norte, como en el viejo Oeste de la fiebre del oro, e instaló un fructífero prostíbulo. Después su padre, ya en Nueva York, se dedicó a construir, vender y alquilar viviendas, especialmente en los barrios de Brooklyn y Queens.
Nuestro Electo, cuando tuvo edad, fue “electo” por su padre para colaborar en la empresa. Él debía ir a cobrar los alquileres de los vecinos morosos, cachazudos. Acompañaba al empleado especialista en los cobros. Su gran porte e impresionante figura le permitían sobrecoger al deudor y si no era así, le podía propinar unos golpecitos.
En su libro d´Antonio, para el que trabajó por tres años, con largas entrevistas a Trump, a sus hijos y otros familiares, muestra al que la publicidad del libro presenta como “un ícono verdaderamente americano, desde sus inicios como hombre de negocios hasta su tempestuosa vida romántica y su búsqueda del poder en sus múltiples formas. Para todos aquellos que se preguntan ¿quién es? es un promotor, constructor, intérprete y político que persigue el éxito con un impulso que bordea la obsesión y, sin embargo, le ha dado casi todo lo que siempre quiso”.
El imperio económico que inició su padre estuvo marcado por los embrollos, como cuando fue denunciado por discriminación racial con los negros en las viviendas o cuando fue detenido en 1927 participando en disturbios promovidos por el Ku Klux Klan, en Nueva York, según documentos publicados por el diario The Washington Post.
Al nuevo Presidente Electo de la primera potencia mundial lo define esta biografía como imprevisible.
Le gusta vanagloriarse de lo rico que es. Dice que su fortuna llega a los diez mil millones de la moneda verde. Algunas empresas especialistas se lo rebajan a tres mil, pero de todos modos él es muy rico.
¿Qué nos espera?
Como a partir del 20 de Enero será el Presidente de USA, la gente de todo el mundo, desde los dirigentes políticos hasta los humildes vecinos de las favelas o los campos de refugiados, se hace esa pregunta. Supongo que usted también.
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