Turquía, una democracia en peligro

El fallido golpe de Estado en Turquía, lejos de debilitar al gobierno del Presidente Recep Tayyip Erdogan, lo ha fortalecido. No solo porque el levantamiento de una parte de las Fuerzas Armadas turcas fue neutralizado en menos de 24 horas, sino porque ahora le está permitiendo realizar una profunda purga en diferentes ámbitos del país. Y lo que comenzó como una esperable depuración castrense pos alzamiento, se ha extendido rápidamente al ámbito de la educación, los tribunales y medios de comunicación, con miles de personas relevadas de sus cargos o detenidas.

Además, anunció que suspenderá la Convención Europea de Derechos Humanos mientras dure el actual estado de emergencia en el país, el que finalmente se extendería por 40 a 45 días, en vez de los tres meses anunciados originalmente por Erdogan.

Según el gobierno turco, este intento de golpe fue instigado por el disidente clérigo Fethullah Gülen, quien vive exiliado en Estados Unidos y desde donde lidera un movimiento llamado Hizmet. Este clérigo, quien en el pasado fue un estrecho aliado de Erdogan, rompió con él en 2013, tras graves acusaciones de corrupción. Y ahora Turquía está pidiendo a EE.UU. que lo extradite.

En este contexto, Güllen ha planteado que lo que realmente ocurrió fue un autogolpe instigado por el propio Erdogan, como una manera de justificar las purgas que está llevando a cabo y el aumento de sus atribuciones como Presidente.

Sin embargo, el periodista y académico turco Ezgi Bazaran, actualmente en la Universidad de Oxford, ha planteado otra hipótesis: que la idea de un golpe ya existía, pero que ante una inesperada orden del gobierno para arrestar a los militares partidarios de Gülen, los líderes del levantamiento decidieron actuar antes de lo planeado.

Erdogan, por su parte, ha insinuado que detrás de Gülen está la mano de países que buscarían la caída de su gobierno.

Lo cierto es que este episodio le ha dado al Mandatario turco la excusa para consolidar su régimen, que comenzó en 2003, cuando se convirtió en Primer Ministro. Para luego, siempre con el apoyo del oficialista Partido de la Justicia y el Desarrollo, ocupar la Presidencia de Turquía desde 2014. 

Desde antes del intento de golpe, su gobierno había comenzado a ser objeto de críticas, producto de acusaciones en torno al respeto a los derechos humanos, el control sobre los medios de comunicación y las restricciones que pesaban sobre los grupos opositores.

Todo indica que ese escenario ahora se profundizará aún más, lo que seguramente tendrá un impacto real en las relaciones de Ankara con sus aliados. No hay que olvidar que Turquía es un país de gran importancia geoestratégica; una bisagra entre Oriente y Occidente que hoy juega un rol de vital importancia.

Turquía es miembro de la OTAN desde 1952 y lleva años intentando ingresar a la Unión Europea. Sin embargo, a esta cercanía con Occidente ahora hay que sumar otro factor, el rol clave que este país está jugando en el combate al Estado Islámico (EI). Y no solo porque mantiene fronteras directas con las zonas que el EI controla en el norte de Irak y Siria, lo que lo convierte en la primera línea de defensa frente a esta milicia yihadista; el uso de su espacio aéreo y de la base de Incirlik (en el sur del país) también son fundamentales para cualquier nueva operación militar en esta u otra región de Medio Oriente.

Además, Turquía actualmente se ha convertido en la barrera que impide que más refugiados lleguen a países europeos. De hecho, actualmente este país alberga a poco más de 2 millones de sirios que han escapado de las zonas de guerra.

Con todos estos antecedentes, es probable que la comunidad internacional, al menos por ahora, decida “mirar hacia el lado”. Porque si se tratara de cualquier otro país, es probable que Occidente tomase cartas en el asunto, imponiendo paquetes de sanciones económicas y diplomáticas sobre el gobierno de Ankara. Pero hoy Turquía es un país fundamental para Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea. Y Erdogan lo sabe.

¿Cuánto estarán dispuestos a tolerar Washington y Bruselas, en la medida que Ankara se vaya alejando de lo que es un verdadero régimen democrático? Todo dependerá de cuán lejos esté dispuesto a llegar el propio Erdogan.

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