Bienvenidos al comienzo de algo nuevo

Jorge Muñoz Arévalo SJ
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Marzo no solo ha significado el regreso a la cotidianidad de nuestras vidas. También ha sido el constatar que el estallido social continúa en medio nuestro. Sabíamos que en este mes habría muchas movilizaciones y así ha sido. La más importante, en todo caso, la marcha de las mujeres, el 8M, que nos sorprendió por la gigantesca convocatoria, además de la creatividad y belleza de muchas de las expresiones que se dieron lugar en la misma.

Lo cierto es que marzo, con todo lo que ha sucedido, nos recuerda que tenemos por delante un año muy desafiante, un año que puede marcar una inmensa diferencia con los anteriores y donde nosotros podemos tener un rol relevante.  Por eso, bienvenidas y bienvenidos al comienzo de algo nuevo.

Creamos que será así. Creamos que más allá de las grandes dificultades, dolores, muertes, pérdida de fuentes de trabajo, hay algo nuevo que va a surgir y que hará que todo cobre sentido, y que al mismo tiempo pueda ir regalando el consuelo que hoy no está.

Eso es algo que le debemos especialmente a todas las personas que han visto afectada severamente su salud, su vista, en su empeño por hacer sentir su voz.

Se lo debemos a las personas que han perdido su vida y que serán los testigos más duros de este estallido, de este despertar que estamos viviendo.

Se lo debemos a quienes han quedado sin su fuente o puestos de trabajo por la pérdida de muchos emprendimientos.

Sin embargo, se lo debemos a los miles, a los millones de personas que por años han sido tratadas de una manera distinta, como si fueran ciudadanos de segunda categoría… A los que han padecido un sistema de salud que no es capaz de cuidar debidamente de ellos; a quienes después de años de trabajo se deben contentar con pensiones miserables; a quienes deben aceptar remuneraciones que no les permite sostener sueños y familia.

A los niños, niñas y jóvenes que reciben una educación sin futuro, sin posibilidades… La lista es larga.

Se lo debemos a ellos, y también nos lo debemos a nosotros, pues debemos convencernos que somos capaces de conseguir algo mejor, que podemos vivir en una mayor justicia y equidad. Se lo debemos a la dignidad de nuestras vidas.

Es verdad que usted y yo, no somos ni el presidente, ni algún ministro de estado, ni parlamentario. Somos simples personas.

Sin embargo, somos ciudadanos y ciudadanas con una responsabilidad, con una tarea, con un encargo. Sí. Podríamos decir que somos personas escogidas para responderle a nuestras familias, a nuestros amigos, hijos, hijas, nietos. La mayor calidad de vida que ellos y ellas puedan tener depende de cuán bien cumplamos nuestra responsabilidad, de cuánto corazón pongamos cada día para hacer realidad su y nuestro sueño por una mejor vida, por más paz, más respeto.

Nuestra responsabilidad hoy es hacernos parte de esta coyuntura socio-política que vive nuestro país. Tenemos que decidir qué camino queremos hacer para conseguir un mejor país. No podemos deslindar esta tarea.

No podemos pensar que es solo de otros u otras. Debemos informarnos, debemos pensar, debemos dialogar para que en el mes de abril decidamos libre, serena e informadamente, cuál de las dos opciones, apruebo o rechazo, nos representa más, cuál creemos que es la más conveniente para seguir en la búsqueda de una mayor justicia e inclusión en esta tierra nuestra.

También es nuestra responsabilidad ser capaces de comunicar que la violencia no es el camino ni la solución.

No podemos seguir amparando hechos que solo causan más daño a los que menos tienen. ¡Cuándo comprenderemos esto! ¡Cuándo entenderemos que el diálogo, la escucha, el respeto, es el modo! Cuando eso comience a suceder, levantemos la mirada, pues estaremos cerca.

El año 2020 puede marcar una diferencia enorme, puede ser el comienzo de algo nuevo. Creamos en ello y volquémonos con una generosa entrega. “¡Adelante con los faroles!”                               

                                                       

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