En noviembre pasado circulaba por una calle de la comuna de Providencia cuando repentinamente solo alcancé a ver que delante de mi vehículo cruzaba, a exceso de velocidad, un auto que en su puerta amarilla llevaba un vistoso número 1414. Sin sirena y solo con balizas encendidas, había estado a solo centímetros de colisionar con mi vehículo.
El móvil municipal siguió su loca carrera, cruzando a alta velocidad y sin respetar un disco Pare. Debo ser honesto, de esa colisión alguien o todos habríamos salido muy mal. Esta vez no fue más que un susto, pero no siempre ha sido así
El 24 de enero de 2016 falleció un funcionario de seguridad de la Municipalidad de Las Condes quien supuestamente realizaba una persecución a alta velocidad, perdiendo el control de su vehículo.
En marzo de 2017 sujetos que intentaban robar en una tienda de bicicletas fueron sorprendidos iniciándose la persecución por parte de personal municipal de Vitacura, el conductor de uno de los vehículos de la comuna perdió el control chocando a alta velocidad en Costanera Norte.
Asimismo son numerosos los testimonios de agresiones a funcionarios de los conocidos departamentos de Seguridad Ciudadana, que habitualmente son destacados como una instancia relevante al momento de abordar la prevención no solo delictual, sino también en el trabajo frente a diversos tipos de emergencias.
Durante estos días hemos visto la polémica suscitada por el procedimiento llevado a cabo por Seguridad Ciudadana de Providencia ante un grupo de comerciantes que estarían ejerciendo dicha actividad de manera ilegal, llamando la atención un grupo de funcionarios que provistos de un equipo de protección personal más cercano a fuerzas especiales que a un funcionario de seguridad municipal, en cuya espalda llevan la vistosa sigla G.R.I.P, portando bastones tácticos, con rostro cubierto y donde no se aprecia ningún elemento que los individualice, terminan en lo que la misma prensa calificaría como una batalla campal.
Es cierto que las autoridades están fuertemente presionadas por abordar de manera efectiva la delincuencia, especialmente a nivel municipal donde la autoridad electa en el territorio es receptora diaria de la insatisfacción que por años se ha venido acumulando, y que en los últimos probablemente se ha visto incrementada dado las irregularidades y pérdida de confianza en carabineros.
Pareciera ser que estamos ingresando a un peligroso territorio, y cuya primera señal podría ser que criticar este tipo de procedimientos sea políticamente incorrecto.
Lo mismo ocurre con el incremento de las detenciones ciudadanas donde se observa un uso abusivo de la fuerza y una suerte de goce popular cuando el sospechoso es sometido a golpes y abusos. Y digo intencionalmente sospechoso, en un país donde la presunción de inocencia está cada vez más lejana tanto de la aceptación popular como del discurso.
Hoy caminé por Luis Thayer Ojeda y reflexioné sobre si estaba en medio de una mafia, traficantes y centro de lavado de dinero, una suerte de barrio de la Yakuza criolla, cuestión que más aún, de ser cierto, me pregunté dónde están nuestras policías y sistema judicial que a sabiendas de aquello, la “mafia” está a vista y paciencia aquí, en pleno Providencia. Pero también entiendo que las etiquetas y generalizaciones están siendo cada vez más fáciles, resultando estigmatizadoras y sin ayudar a abordar con la profundidad que se requiere la seguridad ciudadana.
Es cierto que importan las grandes reformas, pero también es cierto que la ciudadanía requiere de soluciones concretas que aborden el corto y mediano plazo, que se expresen en acciones claras en el territorio y en el diario vivir, con claras promesas de servicio y rendición de cuentas, y éstas no pueden ser a costa del mayor debilitamiento institucional que hemos tenido, de la más mínima duda respecto de un debido proceso, la presunción de inocencia y el respeto a Derechos fundamentales.
Las unidades de Seguridad Municipal, especialmente en comunas con más recursos y mayor influencia en la opinión pública, están avanzando en una dirección compleja.
Dentro de sus direcciones y personal encontramos ex miembros de las fuerzas policiales lo que podría presumir un mayor entrenamiento, pero esto no puede transformarse en una extensión desregulada de la policía, algo que debe ser analizado en su profundidad, incluyendo facultades, procedimientos, límites en su actuar, entrenamiento del personal, responsabilidad y por cierto, rendición de cuentas de la autoridad política.
Es fundamental que se avance en establecer mayor claridad sobre el encadenamiento que se busca entre estas unidades y las instituciones de seguridad pública y emergencias, los límites y regulación, para que así exista un funcionamiento orgánico, sin duplicidades ni tampoco opacidad.
Por ahora existen señales preocupantes donde la fuerza está ganando popularidad, cuando en realidad la inteligencia debería ser el actor principal.
En definitiva, urge definir algo básico, ¿Qué tendremos en el nivel local? guardias, vigilantes, inspectores o policía municipal.
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