Invidente moralidad

La violencia es omnipresente y no comienza sacando ojos. Existe al cuestionar el comportamiento sexual de una mujer, tácitamente infiriendo que agredirla es respuesta apropiada a su “incumplimiento social”, que no le corresponde elegir su rol, sino continuar aquel que el orden patriarcal dicta, legitimando al hombre como jerarca.

La responsabilidad se traslada del criminal a la mujer, no por ser víctima, como fracaso frente a expectativas morales, porque decidió sobre su cuerpo. Interpretamos su libertad como agravio. Mitigamos culpabilidad, tergiversamos.

Es violencia cuando la actividad sexual de una mujer, anal (o por donde sea), prevalece ante un crimen deplorable; cuando el foco de atención quema a la víctima por tanto tenerlo encima, en vez de mantenerlo sobre el perpetrador.

A Nabila se le continua re-traumatizando, implícitamente.

La violencia es aceptada según sus consecuencias y Ortega figura casi olvidado. La experiencia de su vagina toma más precedencia que la concavidad de sus ojos. 

Violencia es escudriñar a una mujer por fornicar según decida.

Violencia es que una mujer sea irreversiblemente ultrajada, que se le extirpen los ojos. Que una mujer incapaz de ver a sus hijos, nos enseñe con su desconsuelo, quienes realmente son los ciegos.

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