Falta de coraje plantea el señor Ministro. Falta de coraje por no liberar de sus presidios a quienes violaron sistemáticamente los derechos humanos al amparo del Estado de Chile. Falta de coraje y de un poquito de ternura podría haber agregado el señor Ministro. “Son abuelitos, ¿no ve?” se preguntaría una vecina de buen corazón. “¿Por qué tenerlos en prisión si ya ni se acuerdan de lo que hicieron?” El sentido común se apodera de muchos. Además, siempre hay que respetar los derechos humanos. “O ¿no?”
Han pasado 15.797 días en que se ha requerido de mucho coraje. Han pasado esos quince miles de días, casi dieciséis mil, en que podría haberse obtenido la información necesaria para esclarecer el destino de miles de chilenos, para haber detenido y procesado en justa ley a torturadores y oficiales que siguieron ejerciendo cargos públicos y gozando de prebendas, reconocimientos y pensiones que cualquier persona merecería, no las prebendas pero sí la pensión y el cargo.
Nada de eso que yo sepa hizo el señor Ministro ni quienes le antecedieron ni otros que podrían haberlo hecho. Hoy reclaman coraje y, visto desde mi lugar, tal reclamo suena a olvido y tal vez no sea sino expresión de aquel “dejemos hasta aquí la cosa”. Y otro señor dirá: “Lo hecho, hecho está”.
La Teletón por Punta Peuco puede llevar, finalmente, a que estas personas se levanten de sus poltronas, saluden al mundo al estilo de su prócer y, de pronto, recuerden todo, “lo hicimos por la Patria”.
No es la edad, ni la enfermedad, nada de eso es lo que redime, es el corazón, es el coraje de verdad. Nos enseñaron que los soldados eran valientes, que morían por su honor. Nadie imagina a los legendarios héroes de este Ejército, al Príncipe de los Caminos, implorando por clemencia. “Sáquenme la venda y disparen aquí”, dice el pueblo que dijo José Miguel Carrera.
Nada de ello ocurre. ¿Habrá sido mito también? ¿Habrán gozado los funcionarios militares de esos tiempos de destinaciones de lujo? ¿Y los civiles que les acompañaban de prerrogativas impensadas para el país? No lo sé. Pero la Teletón por Punta Peuco puede encubrir, como otras teletones, muchas reparaciones puertas adentro con ánimo festivalero hacia fuera.
Y ¿qué hay de los derechos humanos? ¿De los de las víctimas? ¿De los de los victimarios? De ambos, pues son fundamentales y aquí si se aplica esta palabra que de tanto ser usada pierde su fuerza.
A quienes se privó de la vida no hay derecho que le asista y solo cabe restituir lo que ya no es posible restituir. A los victimarios, en cambio, sí corresponde proteger sus derechos. Ni una gota de sangre de ellos puede ser derramada, ni pueden una injuria, ni una ofensa, ni una privación arbitraria, ni un castigo ser infringidos por la acción pública. Nada de eso es admisible.
El deber del Estado es ampararles, es concederle aquello que a sus víctimas fue negado, es asegurar que la virtud lo sea de ellos y del pueblo todo. A ello y en ello el señor Ministro debe mostrar coraje. Asegurar que los derechos humanos de los prisioneros y prisioneros en Chile, cualquiera sea la causa o el penal, sean amparados por ley. Asegurar que las condenas se cumplan como la han dictaminado los tribunales y que los alimentos, la salud y la protección física les sean proporcionados.Es lo que corresponde, ¿no?
Pero el coraje de un Ministro de la República va más allá que la mera observancia de la ley. Lo que se ha esperado en los últimos 15.797 días han sido certezas mínimas para establecer verdades que a la fecha no solo siguen siendo esquivas sino que siguen gravitando contra quienes fueron vulnerados por la acción de este Estado que se niega a la verdad.
El valor y el coraje lo han tenido algunos jueces de la República. ¿No es posible que otras autoridades lo tengan?
¿Que el señor Ministro lo tenga? ¿Que su coraje sea sustantivo y no meramente condescendiente, esto es, al “acomodo por bondad al gusto y voluntad de alguien”, como lo entiende la RAE?
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