Mi amiga y compañera sobreviviente Vinka Jackson suele recordarnos esa frase enorme de sabiduría, “para cuidar un niño hace falta una aldea” que complementa con, “y para abusarlo, también”.
Todos los que fuimos víctimas de abuso sexual en la infancia y adolescencia (ASI) nos hemos preguntado más de alguna vez dónde estaban los adultos que debían cuidarnos mientras éramos violentados. Porque el abuso ocurre al interior de la familia, en un colegio, campamento scout, en espacios supuestamente seguros y confiables.
¿Dónde estaban las instituciones responsables de cuidarnos?
¿Dónde la familia que no vio las señales del abuso, que dejó que un familiar, un profesor, un cura, un adulto cercano nos atacase?
Ya más grandes nos preguntábamos ¿dónde está el sistema judicial?
¿Podremos denunciar sin ser cuestionados, revictimizados por la sociedad que no quería escuchar ni saber absolutamente nada de este flagelo intolerablemente más común de lo que cualquiera puede aceptar?
¿Donde estaba la prensa?
Hace ocho años el blindaje mediático ante una denuncia de ASI se hacía sentir con fuerza y los sobrevivientes del caso Karadima recibieron el ataque de aquellos que tenían el derecho exclusivo de hablar por los medios para defender al delincuente sexual y a la trama de encubrimiento que poseía al interior de la Iglesia Católica y fuera de ella. Políticos, columnistas, empresarios, voces que roncan en la escena chilena se alinearon para, otra vez, abusar a los denunciantes.
Pasaron los años. Esos tres hombres recibieron el apoyo de una parte de la sociedad que día a día fue creciendo. Nos mostraron a nosotros que pese a la violencia desatada en su contra se podía dar la lucha y se sumaron más y más voces.
El Chile que encontramos los denunciantes del caso maristas parece distinto. Esta vez la prensa, otra vez la prensa, nos escuchó desde el primer momento y nuestra voz fue amplificada en el país y en el mundo. Un aliado del encubrimiento parece ya no estar.
Mientras los obispos renunciados regresaban a Chile otra vez la prensa hacía su aporte. Una trama de delitos de ASI cometidos por curas esta vez en la región de O'Higgins ocupa los noticieros centrales de TV, radios y las portadas de los diarios.
Sin ustedes, colegas periodistas, nosotros los sobrevivientes que nos animamos a denunciar no estaríamos aquí y ahora confrontando a las redes de protección en las que se mueven los abusadores.
Somos un capítulo de un Chile que está cambiando, donde universidades, escuelas, colegios y oficinas sienten la marea de denuncias contra el violador, el abusador, el supremacista macho. Están escribiendo, grabando, participando en la construcción de una aldea mejor para nuestros niños pero también para las mujeres del presente, para todos.
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