El Ministro se da por satisfecho. Se ha sentenciado de por vida a dos comuneros mapuche. La autoridad se suma a la algarabía empresarial de la Araucanía. “Potente señal contra el terrorismo”, declara. “Justa sentencia”. La deuda está saldada. Es la venganza, ¿no? Tal es el pobre concepto de país que inspira a la autoridad.
Más que celebrar el ajusticiamiento de dos comuneros, ajusticiamiento en el sentido más arcaico del término, su papel debiera ser el de quien vela por el bien común, aquel cuya tarea es la de asegurar la vida de quienes comparten un territorio.
Si, efectivamente, los inculpados han sido en vigor victimarios, la autoridad debiera expresar su preocupación, ¿no? Y no celebrar un veredicto como si fue un gol de la selección chilena. O ¿lo era? “Buen trabajo Fiscalía, PDI y abogados Intendencia”, subraya en su tweet.
¿Acaso los hechos de la Araucanía no hablan de un país quebrado, de un país donde el chauvinismo chileno gana fuerza? ¿Corresponde a un ministro del Interior hacerse parte de la galería y vitorear al emperador que cobra la vida de la víctima?
Ese pobre concepto de país no me representa. La tarea me parece que es otra, no la de declaraciones incendiarias que pueden fácilmente traducirse en más iglesias y camiones quemados. Desde La Moneda (o, para el efecto, desde Los Dominicos o desde Santa María de Manquehue) es fácil envalentonarse. Pero las pachotadas requieren muros para ser protegidas. ¿No es esa le lección de Trump que, a fin de alimentar su desprecio por los inmigrantes, necesita erguir un muro para protegerse?
Un país se hace, creo yo, sobre la base de la fe pública, del bien común, de la verdad y de la justicia. ¿Se da algo de aquello en las tierras mapuche? No hay fe pública pues aquella es una tierra del despojo que lo fue en virtud de la acción del Estado chileno y de sus instituciones.
El bien común se trocó en interés privado y miles de hectáreas indígenas fueron repartidas entre unos pocos oligarcas.
De la verdad es difícil hablar pero, ¡vaya cuántas veces ha sido traicionada en las notarías locales!
Y de justicia, no lo es, creo yo, si la ejercen los enemigos, o, como además parece haber sido en este caso, acorralada por la autoridad que exige rigor como siempre lo hizo a través de la historia cuando las causas eran contra el pueblo mapuche.
La preocupación del señor Ministro, y la del país, debiera ser más bien la del como construir en los territorios indígenas un proyecto que albergue al pueblo mapuche y a los residentes chilenos.
La construcción de cárceles, la dictación de sentencias, el oprobio judicial no son los medios que mejor favorezcan tales propósitos. El país debiera saberlo,a poco andar de la República se pensó a expensas del pueblo mapuche.
El chauvinismo no dejar de estar en la historia del país y no hubo período de convivencia fácil entre pueblos que hasta 1883 estuvieron enquistados.
Las arengas van mejor con las barras bravas que con la conducción de una nación. Por lo pronto se requiere cordura.
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