Hasta la fecha en la que escribo esta columna, aún hay en la Región Metropolitana familias sin suministro de energía eléctrica, después de que hace más de12 días un temporal de características nunca antes vistas causara estragos en las líneas de distribución: Árboles caídos sobre el tendido eléctrico y postes que, sobrecargados con cables y equipos, colapsaron frente a los embates de ráfagas de hasta 120 km/h. Esas muchas familias de la Región Metropolitana y muchas más en las regiones de la zona sur, durante casi dos semanas, no han podido satisfacer necesidades primordiales, tales como iluminar adecuadamente sus habitaciones y espacios laborales, refrigerar y conservar alimentos y medicamentos, y acceder a las tecnologías de información y comunicaciones, entre otras.
Es cierto, el fenómeno meteorológico que afectó la zona centro-sur del país, el 1 de agosto pasado, tuvo una intensidad que no se había observado, al menos, en las décadas recientes; pero ¿podemos afirmar que era inesperado y que por ello no estábamos preparados? El fenómeno "inusual" que vivimos se suma a tantos otros que confirman que la rueda del cambio climático ya está girando. Lo lamentable es que esta rueda no es precisamente la de la fortuna. ¿Sorprendidos? ¿No estábamos enterados?
El año 1988 (hace 36 años), por mandato del Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente y de la Organización Mundial de la Salud, se constituyó el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés), reuniendo a los mejores investigadores del mundo de todas las especialidades asociadas al clima, con el objetivo de evaluar periódicamente el estado del conocimiento científico mundial sobre el cambio climático. En su informe especial de 2018, el IPCC estableció que llegaríamos al punto de no retorno cuando la temperatura promedio del planeta aumentara en 1,5 °C con respecto a los registros de la era preindustrial.
El mismo IPCC, en su sexto informe (publicado el año 2022), señaló que el calentamiento global de 1,1 °C observado hasta esa fecha, inducido sin lugar a dudas por la actividad humana de los últimos 200 años, había provocado cambios en el clima de la Tierra que no tienen precedentes en la historia humana reciente, y que estos cambios habían generado en las personas y los ecosistemas impactos más severos que los predichos. Cabe destacar que a fines del 2023 se registró que el calentamiento alcanzaba los 1,45 °C.
Lo dicho hasta aquí demuestra que sí fuimos advertidos, y que la humanidad falló en evitar que el cambio climático se desencadenara. El cambio climático ya está aquí y lo que debemos hacer ahora es seguir trabajando para evitar que recrudezca y... ADAPTARNOS.
Adaptarnos significa que debemos reconocer, aceptar y considerar en cada una de nuestras decisiones, individuales y colectivas, el hecho de que Chile es uno de los países más vulnerables al cambio climático, según los criterios establecidos por la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (creada en 1992 y suscrita por 197 países que se reúnen año a año en las conocidas "COP").
En Chile sabemos de adaptación. Después del cataclismo telúrico de 1960, que tuvo a Valdivia como epicentro, finalmente asumimos que nuestro país era uno de los más sísmicos del mundo y, en consecuencia, nos dimos normas de diseño y construcción acordes a esta realidad, e impulsamos la investigación en materia sísmica y estructural de tal manera que hoy es reconocida a nivel mundial. Gracias a esta adaptación, hoy nos jactamos de ser resilientes ante sismos de elevada magnitud.
De igual forma debemos adaptarnos a esta emergencia climática, pero sin esperar la ocurrencia de un cataclismo climático. Los incendios forestales de 2017 y años posteriores, las olas de calor, los períodos de sequía, las lluvias torrenciales, inundaciones y aluviones, además de las marejadas, debieran ser lecciones más que suficientes.
Chile avanza en materia de adaptación, pero a paso muy lento; como si el cambio climático fuera a esperarnos. La ley Marco de Cambio Climático (promulgada el 2022 y por la que nuestro país se convirtió en referente a nivel mundial) exige la elaboración de Planes Sectoriales de Adaptación al Cambio Climático, entre los que se encuentra el del sector Energía. Este plan, precisamente, entre el 29 de julio y el 25 de octubre de 2024 está siendo sometido a consulta pública.
El entusiasmo que genera esta noticia se desvanece con rapidez cuando se leen algunas de las medidas contenidas en el plan para el subsector eléctrico: Medida A1.A: "Desarrollar e ingresar el proyecto de ley de reforma integral al segmento de distribución eléctrica (...) con especial foco en el aumento de la calidad y resiliencia de este segmento eléctrico", para ser ejecutada entre el 2026 y 2027. Es decir, en el mejor de los casos, tendremos que esperar dos años para que el proyecto ingrese al Congreso Nacional, ¿cuántos años más habrá que esperar hasta que ese proyecto se apruebe? Mientras esto ocurre, ¿qué se les exigirá a las empresas del sector? Medida A1.C "Estudio sobre Identificación de la infraestructura crítica del sector energético...", para ser ejecutada el 2025. A estas alturas, ¿aún no sabemos cuál es nuestra infraestructura crítica en el sector eléctrico? Y después de identificarla, ¿qué haremos para protegerla de los impactos del cambio climático? ¿Las empresas a cargo no lo saben?
Vienen a mi mente tantas películas de Hollywood en las que el cable que desactiva la bomba letal es cortado faltando solo un par de segundos para que se cumpla el tiempo de detonación. Yo espero que, en esta carrera contra el cambio climático, que no es ficción sino cruda realidad, tengamos, como Tom Cruise en "Misión Imposible", la habilidad de actuar a tiempo. De otra manera, no serán miles, sino millones las familias que quedarán sin el vital suministro de energía eléctrica.
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