El barco rompehielos Arctic Sunrise de Greenpeace se encuentra en estos momentos navegando por los mares de la Patagonia chilena. Tras varios meses en la Antártica, promoviendo la creación del santuario marino más grande del planeta en el Mar de Wedell, el cual busca proteger esa zona de la pesca industrial del krill, el alimento básico de buena parte de los animales de la zona, ahora recorre las aguas australes de Chile para documentar y alertar respecto de algunos de los graves peligros que amenazan estas aguas únicas por su belleza y riqueza de biodiversidad.
La principal de estas amenazas proviene de la industria salmonera, la segunda actividad productiva en Chile después de la minería, y que en las últimas décadas ha tenido un desarrollo explosivo en la zona sur de Chile, con un grave y profundo impacto en ecosistemas que nunca habían sufrido tal nivel de intervención.
La industria salmonera nació en Chile en la década de los 80 mediante iniciativas experimentales y a pequeña escala llevadas adelante por universidades, fundaciones y centros tecnológicos, las que se instalaron mayoritariamente en las cercanías de la Isla de Chiloé, iniciando la producción de una especie que es exótica en aguas chilenas.
Una década después, la producción pasó a ser liderada por empresas cada vez más grandes, las que iniciaron la exportación a gran escala. Hoy, la producción de salmón chileno ronda las 500.000 toneladas al año con montos transados que alcanzan los 5.000 millones de dólares. El poderío de la industria del salmón es tal que es el segundo producto chileno más exportado después del cobre.
Sin embargo, la alta concentración de empresas (buena parte de ellas multinacionales) y el cultivo intensivo de salmones prontamente hizo degradar los mares ahí donde se instalaron en un comienzo las salmoneras. Fondos marinos muertos fueron la consecuencia de miles de peces hacinados, uso intensivo de antibióticos, heces, plástico y otros insumos utilizados por la industria en su proceso productivo.
Es por esta degradación de los mares que las empresas se han empeñado en alcanzar nuevos puntos geográficos para poder desarrollar su actividad. Y así es que ha bajado por la geografía de Chile.
Ahora, el intento es instalarse en las prístinas aguas de la Patagonia. Acá, las empresas han prometido que nacerá el “salmón premium”, una especie que no se parecerá en nada al de sus deteriorados parientes que salen de las contaminadas y hacinadas aguas del norte. Será un salmón producido al lado de fiordos, senos y glaciares milenarios que, hasta ahora, estaban vírgenes.
Es inevitable que la escenografía de la Patagonia cambie de manera drástica si es que llegan las más de 300 solicitudes salmoneras que quieren ubicarse en esas aguas.
Los mares de la Patagonia, por su interacción con los ambientes polares, son refugio de una enorme cantidad de especies que no se encuentran en otros lugares de Chile, como ballenas y delfines. De hecho, en esta zona se encuentra un tercio de la diversidad de mamíferos marinos del planeta.
La degradación de los mares del sur de Chile ya ha sido suficiente para que ahora se pretenda generar un daño irreversible en un lugar que no solo es patrimonio chileno, sino de toda la humanidad.
El futuro de la Patagonia está en el turismo asociado a sus bellezas naturales, cn las Torres del Paine como gran icono, y no alrededor de una industria invasiva y de alto impacto medioambiental.
El Arctic Sunrise navega precisamente para alertar sobre este peligro. Invitamos a quienes quieran resguardar estas aguas a convertirse en guardianes de los mares patagónicos firmando en el siguiente link.
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