Hace algunas semanas el ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, anunció la reactivación de la discusión en el Senado del proyecto de ley que crea una Conaf pública. Esta noticia debería constituir una excelente oportunidad para preguntarse cuál debe ser el rol de la gestión forestal desde el Estado. No es un debate sencillo, ya que la gestión forestal en Chile, también en el resto del mundo, ha sido con frecuencia mal entendida por grupos que le exigen lo que no siempre le corresponde.
La gestión forestal pública es particularmente compleja ya que está en permanente tensión entre las demandas de producción y conservación de un país. Esta tensión la ha vivido Conaf desde su origen hace más de 50 años, intentando transitar por una delgada línea, buscando integrar las distintas demandas respecto de los bosques a través de una gestión sostenible. Los bosques, de hecho, son el paradigma de la sostenibilidad. No pueden considerarse únicamente como fuente de madera, así como tampoco ecosistemas a los cuales sólo queda preservar y excluir del uso humano. Son muchas cosas valiosas a la vez y no pueden gestionarse como si tuvieran un único uso. Conaf lo entendió tempranamente, asumiendo una gestión a ratos ingrata, con frecuencia incomprendida, con aciertos, pero también no exenta de errores.
La tensión entre las demandas por producción y conservación también se produce en el ámbito institucional. El actuar de Conaf ha sido cuestionado por representantes del Ministerio del Medio Ambiente, denunciando que no es adecuado que esta institución realice funciones de conservación de la biodiversidad dado su enfoque productivo. Mientras que el mundo agropecuario, radicado en el Ministerio de Agricultura, cuestiona el enfoque conservacionista de la institución, reprochándole los obstáculos que coloca al cambio de uso del suelo para desarrollo de proyectos de inversión. Ahora se ha sumado a esta presión el mundo de los condominios y la parcelación rural.
Estos conflictos reflejan lo fácil que es hablar de sostenibilidad y lo difícil que es practicarla. Cada uno se apropia y genera su particular interpretación del concepto, colocándole apellidos o énfasis que no requiere. Como ejemplo tenemos a Juan José Martin, exconvencional constituyente y quien fuera coordinador de la Comisión de Medio Ambiente y Modelo Económico de la Convención (la primera). Al preguntársele en una entrevista cómo era posible conciliar el crecimiento económico con la protección del medio ambiente, respondió que no le gustaba el concepto "conciliar". Es decir, rechazaba la base de la sostenibilidad. Así le fue...
No es el único, Patricio Segura, un reconocido activista ambiental, presidente de la Corporación para el Desarrollo de Aysén, señaló en una entrevista que la función de protección de la naturaleza desarrollada por Conaf se dificultaba por las dos almas que convivían en esa entidad (forestal/productiva y de protección de la biodiversidad). La afirmación desnuda la dificultad que tienen todavía muchas personas en entender el desarrollo sostenible. Un modelo de sostenibilidad siempre tendrá "dos almas". La conservación es esencialmente un tema de gestión de la producción, no entenderlo es desalentador para un adecuado debate. Conaf, con esas dos almas que se critican, es precisamente la institución que trata de encarnar desde el servicio público el concepto de sostenibilidad, y eso no es una desventaja, todo lo contrario, es una virtud y un desafío.
Lamentablemente las principales modificaciones al proyecto que el actual gobierno ingresó recientemente al Senado están inundadas de una visión unidimensional de la gestión forestal. Una visión que apunta a "un alma conservacionista", desentendiéndose de la dimensión productiva y social de la gestión forestal. Bienvenidos quienes deseen restaurar "los territorios", bienvenidos quienes deseen establecer plantaciones productivas nativas y multifuncionales, aunque sea en suelos poco aptos para dichas especies. Sólo si son nativas se apoyará a los propietarios. En el caso de persistir en plantar pinos, se les dará la espalda. Paralelamente, discursearán en la plaza pública sobre la importancia de la madera. No reconocen incongruencia en ello.
Con la reactivación del proyecto de ley, quienes dirigen hoy a la Conaf desean darle una nueva identidad al servicio a cargo de la gestión forestal pública del país, asignándole de manera exclusiva un rol de agencia de protección de bosques, o de ecosistemas boscosos, como los han dado en llamar. El esfuerzo de más de cincuenta años por "conciliar" las distintas almas de la gestión forestal bajo un paradigma de sostenibilidad se ve amenazado.
Lamentablemente, la urgencia manifestada por el Ejecutivo de avanzar hacia una Conaf pública como requisito para presentar nuevos proyectos, puede generar la tentación en los parlamentarios de omitir estas consideraciones y aprobar sin mayor reflexión un proyecto que merece un análisis más profundo.
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