COP20, MAPS Chile y forestación

A raíz de la realización de la vigésima Conferencia de las Partes (COP) sobre Cambio Climático en Lima, desde el 1 al 12 de diciembre, la Oficina de Cambio Climático del ministerio del Medio Ambiente en Chile se ha esforzado en destacar los positivos resultados que el país puede mostrar en dicha conferencia (COP20) en materia de  acciones concretas para enfrentar la amenaza del cambio climático.

Las acciones existen, son reales y constituyen un avance, tanto en adaptación como en mitigación. Conviene recordar que la mitigación consiste en disminuir las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI) y/o incrementar la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera mediante sumideros (por ejemplo bosques). La adaptación en cambio se refiere a actividades realizadas por individuos o sistemas, para evitar, resistir o aprovechar los cambios y los efectos del clima, actuales o previstos.

En materia de adaptación ha sido aprobado esta semana por el Consejo de Ministros para la Sustentabilidad, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático. Con anterioridad ya habían sido elaborados y publicados los planes de adaptación para los sectores Silvoagropecuario y Biodiversidad. En materia de mitigación,  fueron presentados en octubre los resultados de la Fase 2 del proyecto MAPS (acrónimo que en inglés se refiere a Mitigation Action Plans and Scenarios), proyecto que busca modelar y discutir escenarios posibles de mitigación de gases de efecto invernadero en Chile.

El proyecto MAPS identificó 96 posibles medidas de mitigación de emisiones de GEI, de ellas destacó 29 que presentan el mayor potencial de abatimiento, divididas en siete sectores: energía eléctrica, transporte, industria y minería, forestal, sector comercial, público y residencial (CPR), residuos y agropecuario.

El estudio señala que el fomento a la forestación es una de las principales medidas que mitiga GEI, con un potencial de 4,4 millones de tCO2eq al año, sólo superada por medidas más polémicas como una expansión hidroeléctrica en Aysén (12 millones de tCO2eq anuales) o de difícil implementación como es la interconexión energética regional con otros países (6,6 millones de tCO2eq anuales).

La forestación, en cambio, es una medida costo efectiva y de más fácil implementación, ya que llevamos cuarenta años de experiencia en esta materia a través del D.L. 701 y que tiene una demanda asegurada de pequeños y medianos propietarios que poseen cerca de dos millones de hectáreas desnudas que pueden ser forestadas. Ninguna medida en los sectores industrial, minero, agropecuario o de transporte ni siquiera se acerca al potencial de mitigación de la forestación.

Lamentablemente, la disminución de las tasas de forestación anual ha hecho que el aporte de las plantaciones a la captura de carbono se reduzca en los últimos años. La bonificación forestal expiró el año 2012 y se han cumplido dos años sin apoyo del Estado, lo que ha significado caídas históricas en las tasas de forestación. De hecho el año 2013 se plantaron 6.600 hectáreas en todo el país, la cifra más baja de la que se tenga registro.

Por otra parte, la cosecha de biomasa de dichas plantaciones está tendiendo a igualarse con el crecimiento de la masa forestal plantada, llevando a un balance cero en término de emisiones y capturas. Esto significa que solo el establecimiento de una superficie incremental de plantaciones, podrá revertir el descenso en las capturas de GEI.

En el caso del bosque nativo, los bosques secundarios o renovales son quienes generan la mayor captura de carbono, sin embargo estas formaciones vegetales en algunos años también entrarán en un régimen de balance cero entre capturas y emisiones. El escenario para los próximos años es pesimista en cuanto al potencial de reducción de emisiones por partes de bosques y plantaciones.

Resulta difícil de entender entonces que no haya una política más decidida de fomento a la forestación de suelos desnudos, cualquiera sea la especie que se utilice, nativa o exótica, por parte del Estado.

Lamentablemente la crítica que han sufrido los cultivos forestales por parte de grupos que desconocen o niegan el valioso papel que juegan las plantaciones en la provisión de bienes y servicios indispensables para el bienestar humano ha permeado a la autoridad y ha debilitado la convicción que debiera tener el Estado respecto al aporte económico, ambiental y social que produce la forestación de suelos desnudos.

Ha faltado por parte de nuestras autoridades una mirada estratégica para reconocer en la forestación la principal herramienta para cumplir nuestros compromisos internacionales de reducción de emisiones, para detener la desertificación que avanza desde el norte, para generar mayor superficie plantada y revertir la concentración del patrimonio forestal en pocas manos, para lograr algún grado de autonomía de materia prima por parte de las pymes forestales, para evitar la pérdida de suelo y dejar de regalarlo a los ríos.

Sin embargo, y  pese a los evidentes beneficios de cubrir suelos desnudos, la probabilidad de que el fomento a la forestación sea descontinuado indefinidamente es muy alta. ¿Por qué? Porque nuestras autoridades han perdido la convicción de que plantar es bueno para el país.

¿Mencionarán esto en la COP20?

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