Para comprender esta reciente Cumbre de Cambio Climático, se debe comenzar aclarando que COP 23 fue un encuentro de construcción de metodologías para la implementación del Acuerdo de París.
El Acuerdo de París sobre Cambio Climático de 2015, encarnó en su momento el compromiso de los países del mundo para avanzar juntos en la lucha contra el calentamiento global. Ahora, los gobiernos, empresas, instituciones de la sociedad civil y otras partes interesadas se han centrado en convertir dichos objetivos y planes en acciones concretas.
Variados son los avances en materia de contenidos, más amplios y representativos de las partes, empujados mayoritariamente por los países en vías de desarrollo, que son los que viven en las regiones del mundo más vulnerables a los efectos reales y concretos de la cada vez más acelerada transformación del clima.
Entre ellos, derechos humanos (climáticos), agenda de género y pueblos Originarios, protección de los océanos, metodologías de contabilidad de las contribuciones nacionales, mecanismos para reducir la deforestación de bosques, el uso de instrumentos de mercado para aumentar los niveles de ambición, y la gobernanza y transparencia en los regímenes de inversión en mitigación y adaptación, entre muchos otros.
La primera semana de la cumbre comenzó con la aceptación de que los compromisos de reducción de emisiones efectuados por los países en COP 21 de París, sólo representan 1/3 de la solución a la crisis.
Con la declaración pública de un grupo de 16.000 científicos, en que informaron que las emisiones mundiales de CO2 aumentaron 2% en 2017 y pidieron a las partes acelerar la implementación de los mecanismos, se creó el escenario para que los grupos de negociación ubicaran el “centro de gravedad” de la reunión global y se dieran a la tarea de crear las metodologías necesarias.
Para Chile, la COP23 se da en un contexto en que los esfuerzos para reducir la intensidad de sus emisiones de carbono, 30% al 2030 con respecto al nivel alcanzado en 2007, se hacen más inminentes y deberán robustecerse progresivamente.
Para el mundo, la conferencia se da en un contexto creciente de desastres naturales cada vez más directamente relacionados al cambio climático, como son huracanes, incendios, inundaciones, sequías, derretimiento de enormes masas de hielo ártico y antártico y serios impactos en la agricultura.
Pese a un contexto cada vez más desafiante y a una agenda política considerada “extraordinaria” en el corazón de Naciones Unidas, el llamado por mantenerse unidos en el rumbo del Acuerdo de París permaneció fuerte y unificado, debido principalmente al protagonismo y creciente liderazgo de la diplomacia china.
La cumbre del clima concluyó con la aprobación política de un documento en el que comienzan a concretarse las reglas del Acuerdo de París, cuyo texto denominado "El Momento Bula de la Implementación" resulta ser un paso adelante, pero aún incipiente, para avanzar en la puesta en marcha del pacto alcanzado en 2015.
La realidad del clima exige urgencia y recursos, pero COP23 culminó sin haberse abrochado los mecanismo de revisión de los compromisos nacionales de reducción de emisiones del Acuerdo de París, y la consiguiente financiación que los países ricos van a destinar a los países en vías de desarrollo en materia de mitigación y adaptación al calentamiento global.
La problemática de financiación, que siempre es el gran tema a discutir y negociar, no contó con el apoyo de los países desarrollados, principalmente Estados Unidos, Australia y Japón, y de la UE en menor medida.
Pese a que la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París no se podrá materializar hasta 2020, el sólo hecho de su anuncio y que sea uno de los grandes donantes al fondo climático, ha creado un clima de desconfianza general en los países en vías de desarrollo que buscan comprometer con mayor exactitud de plazos y montos a los países ricos que permanecen comprometidos, para que aseguren la financiación.
Es un hecho que nuestros países buscan asegurar que los principales responsables del cambio climático honren sus compromisos en esta, la segunda fase del Protocolo de Kioto, hasta 2020, que es la única manera de ejecutar los planes de reducción de emisiones por parte del resto de los países del planeta.
Desde otra perspectiva, la cumbre sirvió también para demostrar que la Administración Trump vive aislada en un universo paralelo promoviendo los combustibles fósiles.
De hecho, durante esta COP 23, el Gobierno de Siria firmó el Acuerdo de París, era el último de los países del mundo pendiente de hacerlo, lo que deja a Estados Unidos en una posición internacional de aislamiento político sumamente extraño y pocas veces visto.
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