No es lo mismo Chana que Juana, ¿sostenible o sustentable?

Desde septiembre del 2015, los habitantes de este planeta llamado Tierra, aun cuando está constituida por tres cuartas partes de agua, a través de sus gobiernos, concordaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible, en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Cada objetivo tiene metas específicas que deben alcanzarse en los próximos 15 años, diseñándose la Agenda 2030 y definiéndose en detalle los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS). La gran diferencia con esfuerzos anteriores es que, por primera vez, miramos y acordamos mejorar nuestra casa común.

El estado, en que se encuentra nuestro planeta, es la consecuencia de nuestros actos y mejorarlo es un deber común. Todos los países, ya sean ricos, pobres o de ingresos medianos, deben adoptar medidas para promover la prosperidad y proteger el planeta.

En ello, las Naciones Unidas y todos los países que han adoptado los compromisos anteriormente señalados, reconocen que las iniciativas para poner fin a la pobreza deben ir de la mano de estrategias que favorezcan el crecimiento económico y que aborden una serie de necesidades sociales, entre las que cabe señalar la educación, la salud, la protección social y las oportunidades de empleo, pero al mismo tiempo se coloca énfasis en la necesidad de hacer frente al cambio climático, promoviendo la protección del medio ambiente.

Esta es la característica de la sostenibilidad: usar con eficacia y eficiencia los recursos, que son de todos.

Por eso, me llama profundamente la atención que, en una consulta hecha a los gremios de empresas de menor tamaño, por parte del Consejo de Responsabilidad Social para un Desarrollo Sostenible dependiente del ministerio de Economía, para aprobar el reglamento de la ley que regula los Acuerdos de Producción Limpia (APL), se insista durante todo el documento en el concepto de desarrollo sustentable, usándolo como sinónimo de sostenible. Eso es un gran error.

Primero, señalar que esta discusión entre sustentable y sostenible, comenzó el mismo día en que en 1987 la Comisión Brundtland hizo la primera definición del Desarrollo Sostenible, en la reunión de la Comisión de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo; y que posteriormente en 1992, en la histórica primera Cumbre de Río, como en las del 2002, RIO +10 y 2012, RIO +20, también fueron sintetizando esta discusión, entre lo sustentable y lo sostenible.

Es importante señalar que la sustentabilidad, busca usar con eficiencia y eficacia los recursos propios.

Y esta es la gran diferencia entre lo Sustentable y lo Sostenible y que es hoy la principal polémica a nivel global.

Trump busca el desarrollo sustentable, el resto de los países busca el desarrollo sostenible.

Trump quiere que EE.UU. se desarrolle en armonía y cuidado con su Medio Ambiente, se hace responsable por eso y garantiza que así será. Y en consecuencia exige al resto, que se haga cargo, al igual que él, del desarrollo sustentable de cada país. Parece lógico y justo.

El gran problema es que hoy, ya no estamos en condiciones de aquello. De ello, se dio cuenta en la Conferencia de la ONU del 2015: "Erradicar la pobreza extrema. Combatir la desigualdad y la injusticia. Solucionar el cambio climático. Los objetivos mundiales podrían lograr estas cosas. En todos los países. Para todas las personas". Pero la solución de ellos nos compete a todos, sin diferenciaciones entre países pobres y ricos, desarrollados o en vías de desarrollo, grandes o chicos.

Y lo anterior, condicionado por el cambio climático, que tiene un efecto en la vida de las personas, y que vivimos diariamente las consecuencias de ello, con las modificaciones en los patrones climáticos, el aumento del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos más extremos.

Las emisiones de gases de efecto invernadero, causadas por las actividades humanas, hacen que esta amenaza aumente. De hecho, las emisiones nunca habían sido tan altas. Si no actuamos, la temperatura media de la superficie del mundo podría aumentar unos 3 grados centígrados este siglo y en algunas zonas del planeta podría ser todavía peor.

Por eso estamos por lo sostenible, lo que hasta alguien tan influyente como el Papa Francisco, en su primera encíclica hizo mención en ello, el cambio climático y el desarrollo sostenible.

Está en su primer párrafo. 1. «Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba San Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos.

«Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».  Y hace pocos días viajando desde Colombia hacia el Vaticano, a propósito de los huracanes en la zona del Caribe, dijo el Papa: “Quien niega el cambio climático tiene que ir a los científicos y preguntarles a ellos. Son claros y precisos…El hombre es un estúpido, es un testarudo que no ve. Es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.

Por eso en este tema, no es lo mismo Chana que Juana. No es lo mismo en nuestro rico idioma, sustentable que sostenible.

Un cogollo al final de esta reflexión.

En mi opinión, la discusión entre crecimiento y sostenibilidad, es el artilugio en que los economistas neoclásicos se parapetan para seguir mirando el mundo solo desde la perspectiva de crear riqueza. La base de la economía es la generación de la riqueza, el crecimiento económico, eso nadie lo pone en duda. No hay economista, historiador, filósofo que haya planteado lo contrario. El tema no es ese, la pregunta necesaria es ¿para qué queremos crecer? Y ¿cómo crecemos?

Desde septiembre del 2015, los líderes de la humanidad dieron respuesta en la Asamblea de las Naciones Unidas: el desarrollo sostenible. 

Uno de los firmantes de ese acuerdo fue el Estado de Chile a través de la Presidenta de la República, Michelle Bachelet. Por eso, la polémica entre los ministros y subsecretarios que se fueron del Gobierno era esperable y su desenlace previsible. El que no se hubiesen ido, habría sido una contradicción.

Lo mismo reza para algunos tentados de continuar con un debate, que está zanjado hace más de dos años en nuestro país, a través de sus gobiernos, concordando de esta manera un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible

Así las palabras del gran Stephen Hawking cobran relevancia, «el peligro radica en que nuestro poder para dañar o destruir el medio ambiente o a nuestros pares, aumenta a mucha mayor velocidad que nuestra sabiduría en el uso de ese poder».

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