Solo cerca del 4% de los océanos del mundo están protegidos, y la gran mayoría de los parques y reservas marinas existentes tienen problemas de manejo o carecen absolutamente de el. Por otro lado, como lo advierte el Informe Planeta Vivo 2016 de WWF, las poblaciones marinas han registrado una disminución de 36% entre 1970 y 2012, con una tasa media de 1% de declinación anual.
La amenaza más común es la sobreexplotación de la pesca, la cual según datos de la FAO afecta al 31% de las reservas mundiales de peces, lo que podría provocar su extinción comercial. Para el resto de las especies marinas -aves, mamíferos y reptiles- esta sobreexplotación se expresa principalmente en muertes accidentales, captura no deseada y comercio selectivo.
A lo anterior se suma otra amenaza muy poderosa, los cambios en el hábitat. El deterioro de los ecosistemas costeros afecta a la alimentación, la reproducción y las zonas de cría de tortugas y aves marinas, así como de muchos mamíferos, como focas, leones marinos y morsas.
Ante estas malas noticias, existe consenso en que las Áreas Marinas Protegidas (AMPs) son una herramienta clave para conservar la biodiversidad de los mares, así como para mantener las fuentes de alimentos, ayudar a proteger las costas y proporcionar ingresos y empleos.
Por esta razón, WWF dedica grandes esfuerzos para expandirlas y administrarlas mejor, con el fin de asegurar que los hábitat críticos en los sitios prioritarios identificados, entre ellos el sur de Chile, estén protegidos y restaurados y continúen proporcionando múltiples beneficios a las personas y sus medios de subsistencia, así como el relevante rol que juegan en la adaptación al cambio climático.
Actualmente a nivel global existe evidencia que las AMPs pueden ser un aporte al desarrollo de los territorios y las comunidades, ya que junto con mantener la salud de los ecosistemas marinos y de las especies que albergan, proveen servicios ecosistémicos básicos para las personas y la economía. Así ocurre con las comunidades de pescadores artesanales, recolectores de orilla, pueblos originarios, organizaciones a cargo de áreas de manejo y también con industrias relevantes para la economía regional y nacional como la pesca, la acuicultura y el turismo.
En este desafío, los mares de la Patagonia Norte chilena deben ser protagonistas, debido a su reconocida riqueza, singularidad y fragilidad. En esta zona confluyen masas de agua ricas en nutrientes que permiten sostener una biodiversidad marina única en el mundo, incluyendo recursos pesqueros importantes.
A pesar que esta región es una de las más productivas y diversas del mundo, la sobreexplotación de sus recursos y la degradación del hábitat amenazan la armonía que se ha mantenido por miles de años, así como el sustento económico básico para decenas de comunidades costeras que la habitan.
Una fórmula promovida por WWF, que permite equilibrar las necesidades de las personas y el medio ambiente marino, y también maximizar los beneficios de protección, es el establecimiento de una agrupación o red de Áreas Marinas Protegidas que logran conservar diferentes hábitat en varios lugares dentro del ecosistema más grande.
Estas AMPs pueden tener diferentes estatus de protección y estructuras de gestión y si están bien diseñadas logran importantes sinergias, aprovechando las corrientes oceánicas, las rutas de migración y otras conexiones ecológicas naturales.
Con esto en mente, por más de una década WWF trabaja enfocada en el establecimiento de una red de AMPs en la Patagonia, buscando llevar a sus aguas los beneficios de las áreas protegidas. Esto, sin perder de vista también que estas áreas protegidas deben ser complementadas con buenas prácticas en las actividades productivas que se desarrollan fuera de sus límites, considerando que el mar es un sistema altamente conectado.
Esperamos que el próximo Congreso Internacional de Áreas Marinas Protegidas (IMPAC4) que se realizará por primera vez en Chile en septiembre de este año, permita abrir una gran puerta a la conservación del mar patagónico. Esto busca WWF Chile junto a las organizaciones ambientales que conforman el grupo de trabajo Patagonia Chilena Mar y Tierra, con miras a lograr que los ecosistemas terrestres de bosques, estepa y humedales y borde costero marino de la región Patagónica se conserven en buen estado, manteniendo su biodiversidad e integridad ecosistémica.
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