"La grandeza y el progreso moral de una nación puede medirse por la forma en que trata a sus animales". Esta frase fue acunada por Mahatma Gandhi, un activista por la paz indio que vivió entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, y quien hoy se encuentra presente en el inconsciente colectivo, sobre todo en gran parte de la población que muestra cierta sensibilidad hacia los animales. Es legítimo indicar que la protección, el cuidado y el amor hacia los animales, en general, está envuelto en una suerte de "especismo cultural", en que cada sociedad pondera y otorga un valor diferente a algunas especies por sobre otras.
Durante toda la historia del hombre se han levantado voces que promueven el cuidado hacia los animales, ya sea por un interés productivo, deportivo, religioso o emocional, y nuestra sociedad no es la excepción. Chile cuenta con leyes específicas que regulan el trato hacia los animales, tanto para fines productivos (Ley 20.380) como para animales de compañía (Ley 21.020), que avanzan de la mano con un cambio cultural que busca generar consciencia sobre el correcto cuidado que debemos tener hacia nuestra biodiversidad.
También es legítimo indicar que dentro del marco legal existen muchos vacíos que, como mencioné anteriormente, parecen otorgar más beneficios a algunas especies sobre otras, pero no debemos desconocer que contar con una legislación al respecto es un importante avance. En ese sentido surge la pregunta ¿qué puede pasar por la cabeza de un grupo de personas que decide, en pleno centro de la ciudad de Valdivia, durante la noche, capturar un par de perros comunitarios ancianos, que según los registros actuales nunca habían generado trastornos públicos, meterlos en la maleta de un auto y enterrarlos en el jardín de un gimnasio?
Mi cuestionamiento es verídico. Lo más fácil es hacer el juicio inmediato contra la violencia y salvajismo, pero pretendo darme unos minutos para tratar de responder esto. Me imagino que a este grupo de "personas insensibles" le habrá molestado la presencia de estos perros ahí. ¿Pero no resulta anacrónico pensar que la solución es "hacer desaparecer" el problema por medio de la muerte? De todas las personas que supieron del plan, ¿a nadie le pareció una idea cruel y desmesurada? Utilizo la palabra desmesurada con la intensión de dejar en claro que, aun cuando no justificaré nunca un acto así, es cierto que en algunas circunstancias la desesperación y frustración puede llevar a una persona a cometer actos desesperados (agresividad contra personas, matanzas de animales de granja, jaurías agresivas, etc.), pero en este caso ni si quiera parece haber un contexto como ese.
Entonces, será que como sociedad tenemos cuentas pendientes. Al parecer sí, ya que las leyes no cubren la totalidad de los actos relacionados con los animales domésticos, y debemos legislar nuevamente. Si las medidas que se han tomado para controlar la población canina callejera no dan abasto, se deben probar nuevas formas. Pero, sobre todo, si aún existe gente que cree que sus problemas se solucionan por medio de la violencia, hace falta educación. Insistiré en este punto cada vez que tenga oportunidad.
Los problemas sociales se aplacan por medio de medidas reactivas, pero se solucionan generando conciencia en primera infancia, en este caso puntual, sobre tenencia responsable de mascotas, educación cívica, sobre no generar actos ilícitos, empatizar y cuidar a los seres que comparten tu hábitat y, sobre todo, que los problemas no se solucionan de manera cobarde, con violencia, de noche y a escondidas.
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