Mario Gómez López, un necesario premio nacional de periodismo
Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas, le escucharíamos decir en un café virtual al escritor-periodista George Orwell, mientras conversa con nuestro sagaz reportero Mario Gómez López, quien agregaría: Sí pues y para creer en la libertad de prensa hay que ejercerla.
Gómez López es una leyenda de la prensa merecedora hace años el Premio Nacional de Periodismo, no sólo como reconocimiento a una trayectoria, sino también porque el ejercicio de nuestra actividad necesita a alguien como él,ayudaría al gremio a recuperar sentido común y conciencia.
Orwell al finalizar el siglo XX fue definido por los entendidos como la conciencia de su generación, Mario Gómez López es a nuestra escala, la mente, cuerpo, corazón y creación de nuestro tiempo, elaborado desde la radio y la amplia crónica escrita.
Nuestra profesión vive el tráfago de una era sobre estimulada, sin análisis ni reflexión, un ejercicio pobre en atar cabos, sin un pie en la literatura, sobreviviente de una policía del pensamiento fatalista gestada, no desde un Estado totalitario, sino que de los laboratorios de los monopolios, para los cuales este neo medioevo, repleto de artilugios tecnológicos es lo mejor,pues ofrece una libertad virtual.
Hoy el poder es más inabordable que hace cien años, asunto vaticinado por Orwell y recreado en la película Brazil del ex Monty Phyton Terry Gilliam.
Cuando iniciaba mis estudios en la Usach fue la lectura de la obra de Orwell la inspiradora, el otro salvavidas fue la visita de Gómez López a nuestra escuela, donde nos dio una charla donde todo se puso en su lugar. Todo lo grabado en mi cámara ese día estaba en perfecta armonía con el libro que portaba en mi mochila, Subir a por aire, una de las obras más lúcidas del escritor-periodista inglés, construida en torno al ámbito mental de un hombre de clase media.
Un discurso preclaro el de Gómez López, que ya había escuchado en mi pubertad ochentera cuando rumbo al colegio salía desde kioscos, micros o negocios, con ese mitral sereno de su voz radial, nutrida cada jornada del hombre de la calle, un testimonio conseguido a pie, solo, con una grabadora bajo el brazo de la extinta radio Chilena.
Es necesario un Gómez López próximo premio nacional, sirve para que las nuevas generaciones de profesionales de la prensa entiendan qué es periodismo y qué no es. Las relaciones públicas y comerciales son muy legítimas, pero no son el alma de la profesión.
Ayudaría a entender lo dicho por otra leyenda del gremio, Raquel Correa, cuando definió nuestra labor sencillamente como una búsqueda de la verdad.
Tal vez, la verdad no la podamos alcanzar nunca, pero la belleza es su resplandor y es hermoso ver como Mario Gómez López es postulado por estos días al Premio Nacional de Periodismo 2013 por más de 200 personalidades de las comunicaciones, arte, cultura, derechos humanos, iglesias y la política.
Es en honor para el mismo Mario que transmitió la Marcha de la Patria Joven de Frei Montalva por radio Minería en el 64, nos hizo saber del teniente Merino en el 67 en el conflicto por Laguna del Desierto, el mismo del 85 cuando compartió la intemperie con los damnificados del terremoto en San Antonio.
Mario Gómez López y su grabadora marca la historia de nuestra prensa, con su máxima: el periodista debe andar a pie y conversar con la gente, porque allí están los problemas reales.
Infatigable en su conversación con vendedores de maní y casi todos los presidentes del continente. Entrevistando a De Gaulle, luego apoyando a Allende con los límites del pudor, pues rechazó hacer la prensa de palacio para poder así criticarlo cuando éste la embarrara.
Fue uno de los hombres más buscados luego del golpe de Estado del 73, logró asilarse en la embajada argentina gracias a una finta hecha al carabinero, rescatada de sus años de basquetbolista.
Hombre del periodismo deportivo buscó esquinas de Chile trotando en el exilio junto al hermano José, otra cumbre de la prensa: Mira, se parece a tal esquina ¡Rancagua!, claro. ¡Temuco!, se decían para darse ánimos.
Corresponsal del destierro chileno para Radio Moscú, enviaba informaciones desde Cuba y México, se levantaba de madrugada para reportear todo por teléfono,llamando a la Vicaría de la Solidaridad, saltando los absurdos controles de los represores: ¡Creían que la Vicaría tenía un transmisor especial para comunicarse con Radio Moscú!", se carcajea.
Su voz en los años 60 se ganó el corazón de millones desde El Correo de Minería, aprecio intacto cuando retornó para el momento más duro de las protestas contra la dictadura de Pinochet. Ahí hizo lo que mejor sabía, en un país paralizado por el terror: Reportajes en Primer Plano con Mario Gómez López y su grabadora, siempre a las 14 horas por esa ausente radio Chilena.
Lector mil veces de Juan Cristóbal de Romel Rolland, "La guerra y la paz", de Tolstoi, "Los hermanos Karamazov", de Dostoievski o "Las uvas de la ira", de Steinbeck, relector de Mario Benedetti, con su "Primavera con una esquina rota", "Los hombres Oscuros" y "La sangre y la esperanza", de Nicomedes Guzmán, "La viuda del conventillo", de Alberto Romero, "Hijo de ladrón", de Manuel Rojas y "Revolución en Chile", de Guillermo Blanco.
Cualquiera puede ser periodista, se dice para caricaturizar al reportero ególatra de la noticia, famoso gracias a la farándula, inofensivo, disciplinado.Sin embargo, íconos de la prensa como Gómez López nos recuerdan siempre que no es lo mismo fama que prestigio, su legado fue un día Puro Chile, deporte, La Firme, política, exilio, regiones, valentía y nombradía en estado puro.
Ahora no es el temor a la DINA, la CNI o la relegación, en nuestros días al periodismo lo paraliza el terror de ir contra los compromisos comerciales y tráficos de influencias. Terror a que la cadena de farmacias, el gremio de las AFP o de las Isapres no renueven el auspicio, para perder la condición de ser rostro y voztro.
Un Premio Nacional de Periodismo para él es también para nosotros. Las personas de la información debemos sentir orgullo de nuestra labor,pues alimenta a historiadores, antropólogos, estadistas, artistas y pensadores del presente y futuro, debe ser un premio para que el nuevo periodista, al finalizar una de sus actuales charlas universitarias, se diga a sí mismo: Cuando sea grande, quiero ser Mario Gómez López.
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