La opinión es un bien preciado en las sociedades modernas. Estas se forman, en un aspecto - por supuesto, hay otros igualmente relevantes - sobre la base de una red discursiva que emana de sujetos que “dialogan” sobre la base de argumentos y posiciones políticas en disputa. Esto se revela, por ejemplo, en la urdimbre de discusiones durante los periodos de gran efervescencia política. Esta red no es para nada un diálogo racional y de acuerdos, como inocentemente podríamos creer. Más bien se muestran, en toda su magnitud, las contradicciones y hondas diferencias de los grupos sociales.
Debido a lo anterior, el estudio crítico de los medios de comunicación debe ser un trabajo permanente para los investigadores del campo de las ciencias sociales y humanas.
Así también, debería ser una preocupación urgente de las políticas públicas y aún más, de los grupos y partidos que se encuentran disputando el espacio político, hegemonizado, desde mucho, por las élites nacionales y transnacionales.
Podemos asegurar que no puedes ser un gobierno exitoso - y ésta es la lección de la historia - viviendo en medio de una telaraña mediática que te aplasta todos los días.
Dado el control de los gestos, las miradas y las sensibilidades que se produce a través de los medios de comunicación, es necesario un proceso de igualación de las posibilidades de disputa en el espacio público mediatizado. De otra forma caminamos hacia una derrota garantizada.
El derecho a una comunicación libre de monopolios económico-ideológicos debería tener un estatuto de Derecho Humano fundamental.
La razón es sencilla y nueva en estas materias: no conocemos verdaderamente la realidad, lo que ocurrió, esta se encuentra enmascarada, ya sea consciente o inconscientemente por los medios.
No es cierto que todos tengamos las mismas posibilidades de comunicación. En realidad, dado que se encuentra controlada y profundamente concentrada, todos tenemos “potencialmente” la misma posibilidad, pero no todos podremos ejercer ese derecho, ni tener algún grado de influencia en la lucha de sentidos que se da a través de los medios de comunicación y que cristalizará, finalmente, visiones de mundo e instituciones que controlan los gestos y las miradas de la/os ciudadana/os.
Dos ejemplos resultan particularmente interesantes y sugerente del comportamiento de las personas, a nivel político, en el último tiempo.
Ambos nos llevan a interrogarnos acerca de la importancia de la comunicación mediada en la instalación de los miedos y las formas de control del marco de elecciones particularmente polarizadas como seguramente serán las próximas de aquí en adelante. Los llamaremos el caso Venezuela, o “más vale diablo conocido que uno por conocer”.
En el primer caso, los medios chilenos han reproducido hasta el cansancio la relación del Frente Amplio y algunos sectores de la antigua centro izquierda con Venezuela. Incluso se comparó al candidato de segunda vuelta, Alejandro Guillier, con Nicolás Maduro. Aunque luego el mismo Sebastián Piñera se arrepintió, la idea ya estaba instalada: Chile sería el nuevo Venezuela.
Las redes sociales reaccionaron y se crearon miles de memes con la caricatura “Chilezuela”. Se trata, qué duda cabe, del viejo espantapájaros comunista. Un viejo imaginario del desorden y la degradación moral que llegará si los rojos dirigen el país.
Un segundo elemento especialmente gravitante obedece al efecto novedad. En este aspecto, el candidato Sebastián Piñera, siempre tan cuestionado por sus negocios, logra imponer el viejo relato del millonario que no necesita “robar” pues ya tiene suficiente dinero e instala la idea de que su primer gobierno fue exitoso en lo económico y este segundo lo será aún más.
Queda por pensar, a la luz de los resultados electorales, ¿cómo es posible que la gente vote por la derecha, en las condiciones materiales en las que vive y sabiendo lo que sabe sobre su comportamiento ético en política?
Sobre este aspecto me parecen particularmente acertadas las reflexiones de Javier Franzé sobre las elecciones e intención de voto en España.
Yo solo agregaría, para mayor evidencia, que las recientes elecciones chilenas muestran como en poblaciones donde antiguamente ganaba la izquierda hoy ha ganado la derecha empresarial. Así también, queda clara una tendencia a la abstención en buena parte de las comunas pobres. Por contraparte, se revela que los sectores de clase alta y media-alta, tuvieron una alta tasa de participación.
Con todo, es necesario destacar la importancia de la opinión y la lucha cultural a través de los medios de comunicación. Suele ser un agujero negro de la lucha política.
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