No seré yo quien desmerezca el poder de la palabra. De la comunicación. No solo por oficio sino también por convicción, en la certeza de que el Empire State Building inició su construcción antes de la primera piedra. Fue cuando la imagen se instaló en cabeza de alguien y este la compartió, verbalmente, con otros. Lo mismo para el puente Presidente Ibáñez, por recurrir a un ejemplo más cercano.
Es en este contexto que las así llamadas redes sociales han cumplido un importante rol en la modernidad. No solo por su poder para difundir ideas al viralizarse, sino también por el sentido de grupo, de hacer en común, que ocasionan. Con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva, ya que nuevas formas de comunicación no solo amplifican y dan vida a antes inexistentes formas de interacción, también porque involucran nuevos paradigmas, nuevas éticas, nuevas realidades.
Sin embargo, siendo relevante la acción comunicativa asociada a las nuevas tecnologías, existen otros medios, también relevantes, de expresión. De la expresión que incide en el colectivo, que es la que da cuenta de nuestro involucramiento en la sociedad.
Y uno de esos momentos se vivirá este fin de semana. Aunque no soy particularmente fan del voto obligatorio, más aún en las actuales circunstancias de sistema electoral y de partidos políticos vigentes, las elecciones son un hito. Son un momento relevante. En el caso chileno aunque no lo llamaría “fiesta de la democracia” (democracia incluye mucho más que la votación periódica, aunque la involucre), sí es un hito de fuste.
Chile no se vendrá abajo ni tocará el paraíso salga quien salga. Pero sí se enfrentan visiones de sociedad disímiles, que según algunos, incluido yo, hacen una necesaria diferencia.
Una que apunta a aspectos clásicos de la vida social y de la propia humanidad: sistema más o menos individualista, más o menos mercantil, más o menos libertario, más o menos centralizado, más o menos responsable con los ecosistemas, más o menos humanista. Tal es parte del menú que ofrecen las actuales elecciones, como muchas que les antecedieron.
Y así también lo vivió el Colegio de Periodistas la semana que pasó. Eligiendo nuevos presidenta y consejero nacional. Los colegas Margarita Pastene y Carlos Villa asumirán tales roles, respectivamente.
Confiamos que aportarán al camino que comenzamos a recorrer junto a Javiera Olivares, ex presidenta del Colegio de Periodistas de Chile y otros colegas.
Derrotero que no partió con dicha mesa directiva ni con la actual sino que fue un paso más en la ruta pavimentada por tantos y tantas antes, con quienes compartimos principios asociados al ejercicio responsable de este hermoso oficio. El derecho a la comunicación, en sus componentes de libertades de expresión y prensa, y acceso a la información.
Donde el periodista está al servicio de la sociedad, y no ésta al suyo.
Donde se discute si el periodista puede decir lo que quiera o tiene un rol que cumplir. Uno que es parte del escrutinio público, lo cual no involucra cárcel ni cierre de medios. Implica debate colectivo sobre sus acciones. ¿O está el periodismo sobre el bien y el mal?
Tal es parte de la discusión vigente. Tal es parte de las visiones que siguen en pugna en la hora actual.
Y para avanzar en todo esto, ya no basta con postear.
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