Piñera ganó votos, pero perdió doctrina

Toda una curiosidad un Presidente que gana, pero que transmite un ambiente de incertidumbre sobre el derrotero que tendrá su mandato.

Desde el mismo momento en que se anunció su triunfo, comenzaron las redes a plantearse la fecha y la hora de la primera gran movilización, esa que organizará la cuarta fuerza del país: la gente o la masa, depende de cómo la miremos y qué queramos defender.

Si el gobierno considera que lo que se pide es justo y razonable, será la gente; si pensamos que lo que se pide no está acorde con lo que se ofrece, será la masa, algo indeterminado y amorfo. 

El pírrico triunfo de la derecha implica necesariamente su vaciamiento ideológico.

Piñera ganó votos pero perdió doctrina. El quiebre del modelo UDI de nuestra sociedad, diseñado por Jaime Guzmán, lentamente comienza a desdibujarse, precisamente por el modelo económico que impuso.

De ello da cuenta, además, el hecho de que pierde una cantidad no menor de representantes en ambas cámaras. El  daño colateral de este entramado, es el individualismo y la instantaneidad; de pronto no pensaron nunca que para crear una tradición se deben institucionalizar las ideas, los procesos.

Estas deben madurar, pasar de generación en generación en las que puedan referenciar dichos procesos hasta convertirse en sentimiento, pero como no alcanza para eso, este modelo ofrece solo una emoción que es pasajera.

Ninguna revolución  se sustenta en solo emociones y pasiones. Si Piñera no ofrece emociones instantáneas, la masa lo desbordará. 

Las fuerzas políticas están alineándose, pero la más potente, la más peligrosa es la que no se organizará y la que no vota. Esta cuarta fuerza es la masa que no tiene ningún sentimiento que evocar, porque es producto de un diseño impuesto doctrinariamente, el diseño del éxito rápido, que no está en la comunidad ni en la colectividad.

Concentrada solo  en cómo leer las claves del mercado, que es darwiniano por esencia y está despojado de cualquier sentimiento de culpa. Las pautas ya las aprendió y la virtualidad la hace libre.

Es lo que Lavín sembró, lo que la “gente quiere”, el aquí y ahora… una preocupación siempre descifrada por el lente de la derecha y sus medios. 

Es ahora donde la izquierda y la ex Concertación también pagarán la factura por no habérsela jugado por una lucha hegemónica mediante el uso  ideológico de sus  propuestas como en el particular caso de la izquierda que fue desnaturalizándose y usando cada vez menos sus categorías identitarias.

La Concertación se acercó demasiado al límite simbólico de no saber dónde se encontraba en realidad. Ceder ese espacio fue el error, la derecha llenó ese vacío con su ideología, la del éxito, el individualismo y el miedo a ser como una  sociedad como era antes del 73.

Una sociedad en  blanco y negro. Pero también perdió porque si antes tenía una fuente doctrinaria basada en la solidaridad como principio movilizador, hoy no la tiene.

Sólo cuenta como pilar fundamental con la única institución capaz de orientar esos valores: la iglesia. Por el contrario sólo los sectores más conservadores aún mantienen la tradición política (sectores que están en la antípodas de la masa) por razones utilitarias.

Al menos eso es lo que se proyecta simbólicamente. 

Así entonces, Piñera se encontrará con el peor de los mundos, con una masa que no está dispuesta a la espera, porque nunca se le enseñó a esperar, con una oposición fragmentada, golpeada producto de la pérdida invaluable de su identidad.

Por otro lado deberá fluir con un mandato expresado por la ciudadanía que le impuso un programa de gobierno que nunca fue el de él, así tampoco sabremos, por ahora, si el ropaje prestado le quedará grande, justo o apretado. 

A medida  que más se profundicen las reformas planteadas durante el gobierno de la Nueva Mayoría, más se imprime el nombre de Michelle Bachelet, así el traspaso de la banda presidencial en marzo pudiese resultar en una imposibilidad de darle su impronta a un gobierno que ya  demostró su incapacidad para gobernar con la cuarta fuerza, en su primer mandato.

La “tercera fuerza”, parece ser el Frente Amplio que por ahora es solo emoción.

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