40 horas, un avance en justicia social

El proyecto de 40 horas es una demanda social que sentida en nuestra sociedad, cobra fuerza en el contexto de abusos y desigualdad que el movimiento social de estas últimas semanas ha instalado en el debate nacional. Este proyecto cuenta con una sólida mayoría ciudadana por una sencilla razón: el malestar social que generan las extenuantes jornadas laborales a cambio de salarios que no permiten una vida digna.

No cabe duda que Chile ha crecido económicamente estas últimas décadas, pero ha llegado el momento de empezar a debatir sobre los costos sociales de este desarrollo.

Los progresos alcanzados han sido logrados a costa de un nivel de explotación laboral que ya no es posible sostener para nuestra convivencia nacional. Los efectos están a la vista, los bajos niveles de sueldo han producido una desigualdad que no es aceptable.  

La porfiada evidencia está ahí y es irrebatible. De los países de la OCDE, Chile es el sexto país donde más horas se dedica al trabajo, 1.941 horas versus las 1.734 horas al año. Cifras que pueden parecer lejanas, pero que tienen un silencioso correlato, 1 de cada 4 denuncias ante la Inspección del Trabajo es a propósito de los abusos en la jornada laboral.

Esta es la realidad que el gobierno no ha querido enfrentar o, más bien, ha intentado desvirtuar ante la mirada impávida de la ciudadanía. Desesperados ante el amplio respaldo de este proyecto, respondieron con otra iniciativa que, en la práctica, dejaba a los trabajadores y trabajadoras negociando de forma individual en los llamados “pactos de adaptabilidad” ante el empleador, una quimera que insulta.

¿Creen realmente posible que una mujer embarazada puede negociar en igualdad de condiciones su jornada laboral ante su empleador sin arriesgar su fuente laboral?

Reducir la jornada es posible si la voluntad política de diálogo social es genuina, de hecho lo viene recomendando la Organización Internacional del Trabajo.

Se hizo el año 2001, cuando se redujo la jornada laboral de 48 a 45 horas. Por cierto, los argumentos de la derecha empresarial fueron calcados a lo que escuchamos por estos días; que afectarán los salarios, que dificultará la creación de empleo. Nada de eso ocurrió, la economía chilena siguió su curso y no hubo tal descalabro augurado por la derecha y los gremios empresariales.

Lo que está en debate es la voluntad política de emparejar la cancha entre el capital y el trabajo, y es precisamente por dogmatismo ideológico que el gobierno y sus parlamentarios amenazaron desde el inicio con bloquear este proyecto en el Tribunal Constitucional, ese antidemocrático recurso al cual recurre la derecha cuando se queda sin argumentos y mayorías que los respalden.

Esta iniciativa sí tiene repercusiones positivas en la economía. Justamente los países que han reducido su jornada de trabajo han incrementado su productividad, tienen mejor calidad de vida, menor índice de licencias y ausentismo laboral por estrés, es decir, trabajadores y trabajadoras con mayor eficiencia y dedicación.

Al disminuir las horas totales de trabajo en la economía, también se incentiva la contratación de mayor mano de obra, lo que disminuye la tasa de desempleo.

Además, al reducir la jornada de trabajo, el valor de la mano de obra aumenta, incrementando los bajos salarios y, de paso, distribuyendo mejor la riqueza. Por último, reducir la jornada de trabajo también nos prepara para enfrentar de mejor manera la automatización en los procesos productivos.

En la actual crisis que estamos viviendo, se hace imprescindible que el gobierno considere las causas de la crisis social y política. El presidente Piñera ha pedido perdón por no advertir la rabia que provoca la desigualdad social crónica de Chile, asegurando que está escuchando las demandas de la ciudadanía. Pero eso no es así.

Es necesario que los chilenos y las chilenas sepan de las reales convicciones del Ejecutivo y la derecha: ellos están en contra de reducir la jornada laboral, quieren mantener el crecimiento en base a la explotación de los trabajadores. Es una muestra de insensibilidad ante el malestar en nuestro país.   

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