¿A quiénes les hablan los políticos?

Quizás una manera eficaz de juzgar los méritos y limitaciones de los dirigentes políticos sea tratar de identificar a los destinatarios preferentes de sus mensajes cada vez que formulan una declaración, son entrevistados, firman una columna de opinión o usan twitter. El otro ejercicio útil es distinguir cuáles son las materias a las que conceden prioridad cuando tienen tribuna.

Es muy notorio que algunos dirigentes les hablan casi exclusivamente a quienes piensan más o menos como ellos. Es decir, tienen en mente a “su” gente, lo que revela que su mayor preocupación es reforzar el nexo de confianza que permite que ellos sigan siendo dirigentes.

Primero, la familia, podría decirse, y por familia no debe entenderse necesariamente el partido, ya que cada día es más frecuente que algunos dirigentes se dirijan al grupo específico del partido que es la base de su poder. Así, no es extraño que su prioridad sea descalificar al grupo del mismo partido que es visto como competidor por el poder.

Eso es precisamente lo que hemos visto en los últimos días en un par de partidos de la Concertación, pero que también ocurre en los partidos de la coalición gobernante, y a veces con gran virulencia.

Lo que no perciben los dirigentes es que las reyertas partidarias ponen de manifiesto la erosión de los partidos como instituciones confiables. Es obvio que para los ciudadanos comunes y corrientes, que ya tienen una mala opinión de los partidos, estos episodios no hacen sino reafirmar la razón que tienen para recelar de ellos.

Lo anterior está vinculado a los asuntos a los cuales dedican su tiempo y energía.

Puede ocurrir que para un determinado parlamentario lo primordial sea destacarse como un opositor duro para mantener su fuente de poder, así como para otro sea mostrarse como díscolo para captar simpatías aquí y allá, o cercano a una figura nacional bien evaluada en las encuestas, etc.

Lo menos frecuente es que un político le hable al país, esto es, a los chilenos que no integran ningún partido, no viven pendientes de la actividad de los partidos y desean que sus familias vivan mejor.

Precisamente por ello, sería muy saludable que los parlamentarios y los dirigentes partidarios tuvieran siempre presente a Chile, que razonaran considerando aquello que puede beneficiar al conjunto de la población.

El sentido de pertenencia a una colectividad política no tiene nada de reprochable.Es natural que las personas le tengan “cariño a la camiseta”. El problema es cuando ello se expresa en estrechez de miras y espíritu sectario. O cuando el interés personal lo condiciona todo. A veces se nota demasiado la mezquindad que está detrás de ciertas declaraciones.

Necesitamos una mejor política en Chile. Esto se relaciona con el mejoramiento de las instituciones por supuesto, pero sobre todo con la estatura y visión de las personas dedicadas a la política, actividad que por estar referida al interés colectivo exige una firme voluntad de proteger ese interés.

No estamos diciendo que los políticos no tengan ambiciones –sería un contrasentido-, sino propiciar formas de hacer política que moderen las aspiraciones personales y favorezcan los proyectos de progreso del país.

¿Servicio público? Es una manera de definir la función política. Pues bien, hay que demostrar que los asuntos públicos, y no los privados, constituyen la preocupación fundamental de quienes se dedican a la actividad política y que, por lo tanto, ellos merecen la confianza de los ciudadanos. Esto supone estudiar las mejores alternativas para enfrentar los problemas del país. En otras palabras, políticas propositivas, no meramente de denuncia.

¿Qué vamos a hacer en el terreno de la salud pública en los años que vienen?Cada vez que vemos los reportajes de la TV sobre lo que ocurre en la Posta Central, con frecuencia colapsada por la enorme demanda de atención, uno se pregunta por qué una ciudad que ya tiene más de 6 millones de habitantes debe resignarse a tener solo un centro de esas características, cuando a lo mejor necesita contar con unos 5, destinando los recursos suficientes para ello.

La misma exigencia se plantea en todas las grandes ciudades. El mejoramiento de la atención primaria de salud es, sin duda, una de las grandes tareas nacionales, cualquiera que sea el signo de los próximos gobiernos.

Al país se le plantean desafíos que solo podremos enfrentar exitosamente con políticas de Estado bien concebidas. No se trata de imaginar el reino de la unanimidad, que solo es posible en dictadura (aparentemente, pues los que piensan distinto están amordazados).

Sabemos que lo propio de la democracia es la diversidad de puntos de vista y el debate; ahora bien, respecto de las cuestiones en que se juega la calidad de vida y los derechos esenciales, hay que apostar fuerte por políticas que trasciendan los cambios de gobierno y los alineamientos partidistas, y ello requiere grandes acuerdos nacionales.

Para esto, insistimos, la política chilena debe renovarse, oxigenarse e inspirar respeto.

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