Una vez más una porción de esta larga y angosta faja de tierra es azotada por la naturaleza. Que El Niño, que La Niña, que el cambio climático, que el efecto invernadero, son aparentes causantes de devolvernos el antiguo dicho: “Abril, aguas mil”. Cincuenta años después, con todo el avance tecnológico que nos permite predecir, anticiparnos para conocer consecuencias y grados que nos pudieran afectar desastres naturales, el fin de semana último quedamos con el agua al cuello y el barro a las rodillas en las calles y en nuestras casas y negocios sin agua o con una cosa cafesosa y turbia imposible de beber.
Lo mismo ha ocurrido en terremotos, aludes e inundaciones en otras partes del país, que dañan herramientas de trabajo de las Pymes y trabajadores autónomos o independientes. La televisión, entonces, muestra a quienes movemos al país, llenos de barro y metidos hasta la cintura en el agua, tratando de rescatar lo que podamos salvar, para que la pérdida no sea tan grande.
Sin saber leer ni escribir, de un momento para otro nuestros negocios, comercios o emprendimientos se nos hunden embarrados. La voracidad irresponsable de grandes empresas multinacionales, que en este caso además tienen rentabilidades aseguradas por el Estado de Chile, cómo Aguas Andinas o la Concesionaria Costanera Norte, están causando la desesperación y probablemente la ruina de cientos de micro, pequeños empresarios, trabajadores por cuenta propia o autónomos. Esas empresas son las causantes del desastre que hoy viven estos chilenos y chilenas.
Aguas Andinas, a pesar que sus tarifas indican cómo ítem especial el cobro y mantención, no comenzaba la lluvia y ya cortó el agua al mediodía de amplios sectores de la región, dejando a más de la mitad de los habitantes sin posibilidad de tener agua potable. En el caso de la Autopista, habiéndosele notificado que los trabajos que estaban realizando, ponían en peligro en caso de lluvias torrenciales cómo las que se preveían, y podían causar males mayores. Ninguno de ellos les hizo caso a las autoridades del Estado chileno.
Ni el Departamento de Concesiones del MOP, ni la Superintendencia de Servicios Sanitarios, más allá de señalar que harán las investigaciones correspondientes o sumarios, han tomado medida alguna.
Qué diferencia en el celo del Estado para perseguir responsabilidades. El famoso y reconocido Restorán Las Lanzas, de la Plaza Ñuñoa estuvo 3 días clausurado por la mala emisión de una boleta por $ 3.100. La diferencia en el trato desde la fiscalización del Estado de grandes corporaciones transnacionales con una pequeña empresa constituye abuso de autoridad en un caso y cobardía en el otro.
A lo anterior debemos señalar que, a pesar de las constantes emergencias, no existe un protocolo fijo, que se active de inmediato frente a las emergencias. Nuestros negocios dejan de funcionar y cada día que pasa es uno de pérdidas, además de que no existe posibilidad de congelar de inmediato las obligaciones contraídas con anterioridad. En éstos casos literalmente debemos rascarnos con nuestras propias uñas. Conocemos de la disposición de SERCOTEC en este tipo de emergencias, pero creemos que esto debiera institucionalizarse ya y que los MiPymes sepan cómo actuar en estas situaciones.
Los afectados qué necesitan: financiamiento rápido y expedito, recuperar sus equipos de trabajo dependiendo de la actividad que realizan, recuperar la infraestructura de sus negocios sacando el barro y el agua, dejar operativos los lugares de trabajo. Resiliencia y empeño nos sobran a los MiPymes, acostumbrados a remar aguas arriba.
Otra cuestión esencial y que queda al descubierto con ésta situación es la inexistencia de un diseño urbano, en relación a la ciudad que estamos construyendo para las futuras generaciones, ya que si se realizan todas estas obras viales es producto de que este sector de Santiago se encuentra colapsado, por la construcción de mega edificios cómo el Costanera Center y otros de igual magnitud, junto a una gran cantidad de oficinas que allí funcionan, sin que se hayan planificado las condiciones viales para ello.
Para nosotros pequeños empresarios, sólo es posible la existencia de Empresas de menor tamaño vinculadas a la sostenibilidad de las mismas, considerando por cierto su dimensión económica, pero sin duda también la dimensión social y de cuidado a la naturaleza y medioambiente.
Esto es lo que la situación generada por las lluvias, por la despreocupación de acatar las reglas de dos compañías transnacionales, la lentitud del accionar controlador y fiscalizador del Estado, ha significado que cientos de MiPymes de diversos rubros de la comuna de Providencia, vean peligrar la fuente de subsistencia de ellos, sus trabajadores y sus familias.
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