Acerca del término refundación y un nuevo periodo político-institucional

En mi caso, como militante socialista, no es la primera vez que la palabra refundación es parte de los debates políticos y/o conceptuales en que participo. Recuerdo que, en la dolorosa y lamentable división del socialismo chileno, en la segunda mitad de los años 70, el término refundación era de uso obligado en los oradores o articulistas para fundamentar -especialmente en el exilio- en un sentido u otro los apasionados argumentos o intervenciones de cada cual.

Unas posiciones completamente opuestas usaban esa palabra para justificar la división del socialismo, una opinión decía que la refundación era la cuestión esencial sin la cual el Partido Socialista no tenía futuro y había que separar aguas de los que no la aceptaban, y en la otra perspectiva se creía que no era posible convivir bajo el mismo techo partidario con algo tan inaceptable y fuera de lugar como -pensaban- era la refundación del socialismo.

A fines de 1989, después de haber estado dividido hasta la dispersión, el PS se reunificó en un proceso que tuvo logros relevantes, pero también con severas carencias y tareas inconclusas; el gran objetivo propuesto era participar en el cambio de época de la humanidad y actuar respondiendo a las nuevas exigencias históricas, con vistas a la transformación social en Chile revitalizando los principios e ideas que dan consistencia y sentido a la condición de socialistas, teniendo siempre presente las demandas del "devenir social", según el concepto de la declaración de principios de 1933.

Ahora, a lo menos desde el estallido social, la idea de refundación se refiere al conjunto del sistema político, apareció en el cuestionamiento a los llamados "30 años", es decir, en la crítica al largo periodo de reimplantación del régimen democrático; como también, muy unido a lo anterior, ganó más atención por la puesta en marcha del proceso constituyente del que debe surgir la nueva Constitución, llamada a instalar las bases fundamentales que inspiren y sostengan la gobernabilidad democrática del país en esta nueva etapa.

Que se proponga la nueva Constitución por la Convención Constitucional nunca había pasado, en sí mismo es un paso refundacional en el plano institucional. En rigor, la reforma constitucional que hubo de adosarse a la actual Constitución, luego el plebiscito para validar el camino allí señalado, la elección con voto directo de los convencionales, la paridad de género, los escaños reservados para pueblos indígenas y las listas de independientes, son hechos sin precedentes que deben llamar a tomar decisiones con más y no con menos responsabilidad política. De ese inmenso esfuerzo debe surgir la nueva Constitución que representa una transformación necesaria de la institucionalidad del país.

Ahora bien, significa eso que puedan ignorarse los siglos que demoro en formarse Chile cómo nación. Imposible. No se puede desconocer la historia transcurrida desde la independencia nacional, la inspiración radicalmente patriótica de O'Higgins, Carrera, Rodríguez, Freire y los padres de la patria a pesar de la posterior construcción institucional de carácter conservador, la opresión oligárquica de los pueblos indígenas y las terribles masacres represivas del movimiento obrero al reclamar condiciones esenciales de dignidad y respeto a los trabajadores.

Así también, es imposible ignorar la atroz guerra civil de 1891 y el sacrificio del Presidente Balmaceda, al igual que la huella sembrada en pos de la industrialización y el desarrollo social por el Presidente Aguirre Cerda, como también está en la historia la reforma agraria de Frei Montalva, la nacionalización del cobre y los inolvidables mil días del gobierno de Salvador Allende, tampoco se podrán borrar los terribles años de la dictadura y la lucha heroica por la libertad y la democracia.

Asimismo, no tiene asidero histórico ni político la idea de algunos de "erradicar" la etapa de los gobiernos democráticos de la Concertación y desconocer los avances registrados a pesar de los enclaves autoritarios y la resistencia de la derecha, además, esa es una señal de ciega intolerancia y sectarismo que resta y no suma al gran objetivo de abrir paso a la nueva Constitución.

Así, la lucha histórica por la democracia, en sus múltiples dimensiones, está en el espíritu profundo de la movilización social que logró el término de la dictadura primero y que, a fines de 2019, generó el proceso de formación de la nueva Constitución. De modo que no se parte de cero, no hay realidad "incontaminada", porque la acción humana se desenvuelve en circunstancias históricas ya existentes, las que condicionan el curso de la lucha social. Eso no debe olvidarse para no caer en errores garrafales, cómo pensar que la historia comienza con uno mismo, cayendo en una actitud soberbia.

En otro ámbito, no se debe dejar pasar lo dicho por Piñera al criticar el "afán refundacional" que el ve en la Convención Constitucional. Su queja es el eco del sector oligárquico que descalifica la evolución democrática en sí misma, cuyo objetivo es que nada cambie y la desigualdad sea permanente, porque el verdadero sueño ultraconservador está en el fundo de antaño, el que estuvo bajo la despótica dominación de los terratenientes que tuvieron el control del poder hasta que el desarrollo económico y social generó las fuerzas que les desplazaron en la conducción del Estado.

Un gobernante conceptualmente vacío, incapacitado para orientar el país por la autocomplacencia, los conflictos de interés y abusos de poder que, ante la aberrante desigualdad que a él lo colma de riqueza y privilegios, que comete el despropósito de entrar a un debate que trata precisamente de superar lo único que deja: la huella mercantilista de su gestión estatal y los negocios como norma de conducta.

Sin embargo, los partidos históricos de la izquierda que entregaron lo mejor de su patrimonio, con la vida de nobles y heroicos militantes en la lucha por la democracia, como fuerzas política e históricamente responsables, sin cuyo tesón no habría restauración democrática, por su gravitante peso en la Convención Constitucional no pueden desentenderse del escenario nacional en que actúan.

Por eso, no se juega sólo la dinámica interna en la Convención Constitucional, la gran tarea es articular la mayoría nacional que asegure el respaldo ampliamente mayoritario que la nueva Constitución necesita. El eminente estratega chino Den Xiaoping dijo: "No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones". Es decir, lo decisivo no será el efecto de las consignas en cada grupo sino que estar a la altura de las circunstancias políticas para aprobar la nueva Constitución, nacida en democracia.

Por eso, la amplitud de la mirada y la diversidad de los actores insertos resultan ser fundamentales en el proceso, unos le llamaran refundacional y otros no lo entenderán de esa manera, pero lo que es definitivo es que debe contar con una gran mayoría nacional que lo haga posible. Hay que sumar y no restar, por el bien de Chile.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado