Hace una semana me acorde del gran Fito Páez: "En tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempos donde todos contra todos, en tiempos egoístas y mezquinos, en tiempos donde siempre estamos solos". Ese es el ambiente que ha reinado en el ex Congreso Nacional en su primera etapa, porque muchos hemos hablado de diálogo, pero con muy poco eco.
¿Quién se encargó de cambiar ese paradigma? El soberano. Así como en mayo pasado el electorado tomó la sabia decisión de no otorgar a ningún sector político una mayoría plena, ni tampoco un poder de veto, cada elector que participó de la elección del 21 de noviembre una vez más modificó los paradigmas, y nos convocó con fuerza renovada a la moderación, al temple y a ponernos de acuerdo.
A estas alturas es evidente que el primer encargo ciudadano para avanzar de la mano del diálogo no prosperó, que más bien lo que primó fue la borrachera del triunfo, el creer que este país lo construyen unos pocos y el no entender el tremendo desafío que tenemos por delante. De no mediar un cambio de actitud, era evidente que el agua seguiría entrando al barco y que, así como se nos entregó un mandato para proponer una nueva Constitución, la ciudadanía es la única que tiene en sus manos la decisión de aceptarla o rechazarla.
Por eso, a 30 días de que comencemos a "cortar el queque" y empecemos a definir los contenidos que tendrá la propuesta de nueva Constitución, es tan relevante la señal que una vez más viene de las urnas. Una tarjeta amarilla en negativo. Una nueva invitación a mirarse a la cara y a entendernos por el lado positivo, que es lo que prefiero mirar yo.
La tentación de no escuchar a nadie va a seguir latente, es cierto. Así como he visto a muchos que tomaron nota y que leen correcta y conscientemente el nuevo escenario, otros se mantienen como si nada, como si estas advertencias o llamados fueran voces que está al otro lado del cerro, como si fuera un mero traspié que amerita un par de cambios de lenguaje, porque este resultado "lo damos vuelta". Parece que aún no se dan cuenta de que existe un plebiscito de salida y que entonces será la ciudadanía, una vez más, la que puede volver a mostrarnos con fuerza su sabiduría.
Pero hay buenas señales también. Espero sinceramente que comencemos a ver más gestos como la correcta declaración de la mesa de la Convención Constitucional al día siguiente de la elección, en que se reconoce el compromiso de los dos candidatos presidenciales a la segunda vuelta, José Antonio Kast y Gabriel Boric, para resguardar el proceso constituyente.
Estamos al lado del camino del diálogo y los encuentros, ahí a unos cuantos metros. Pero el tiempo se agota y quienes estamos disponibles para construir puentes y lazos debemos dar manifestaciones concretas de que la Constitución que se va a proponer al país es realmente una casa de todos. Los chilenos y las chilenas ya alzaron la voz: no estamos solos.
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