Largo y difícil ha sido el camino recorrido por los movimientos de mujeres y feministas para alcanzar cada uno de sus derechos y reivindicaciones "en el país y en la casa". Aún conscientes de que falta mucho para terminar con el menor acceso al trabajo y la precarización laboral, especialmente de las mujeres populares, con las menores pensiones y remuneraciones, con el acoso sexual y la violencia en los espacios públicos y privados, con el menor acceso al poder y los recursos económicos, parecía que ya habían "pisos" instalados que no admitían vuelta atrás y desde los cuales había que seguir avanzando.
Incluso, a propósito del llamado "Mayo feminista" de 2018, se ampliaron las conversaciones en los lugares de trabajo, en las familias o las universidades, sobre la violencia y las discriminaciones de género, las marchas de conmemoración del 8 de marzo se hicieron multitudinarias convocando a personas de distintas generaciones y estratos sociales. Todo indicaba que las propuestas feministas ya no eran percibidas como "asunto de mujeres" o de jóvenes estudiantes. Eran amplios sectores del país los que reconocían las injusticias sociales que estuvieron por siglos invisibilizadas, parecía que por fin sería realidad lo dicho por Julieta Kirkwood hace décadas, "el feminismo se hizo palabra y sentido común", es decir que los avances legislativos, las políticas públicas, el reconocimiento de derechos se habían consolidado y que se contaba con una amplia fuerza social y política que los sustentaba.
Sin embargo, es precisamente la capacidad transformadora de la propuesta feminista lo que hace que las fuerzas ultraconservadoras la hayan puesto en el foco de sus ataques y pretendan desmantelar las políticas de género, negar los derechos conquistados y poner un dique a futuros avances de la agenda de las mujeres y disidencias sexuales. Son los mismos que se oponían al reconocimiento de la igualdad jurídica de los niños/as nacidos dentro o fuera de un matrimonio, los que se opusieron a legislar sobre el divorcio, o a la distribución de la píldora del día después en la red de salud pública, los que llamaban "hogares disfuncionales" a las familias con jefas mujeres, son quienes infantilizan a las mujeres y les niegan sus derechos a la autonomía y a decidir sobre sus propios cuerpos.
Por ello no es extraño que en la propuesta de nueva Constitución que se está elaborando, estos sectores -por la vía de enmiendas- estén intentando invisibilizar cuestiones fundamentales tales como el reconocimiento del valor del trabajo no remunerado y el derecho al cuidado, que realizan principalmente las mujeres; o el derecho a una vida libre de violencia machista, a la no discriminación y a la igualdad en dignidad y derechos entre hombres y mujeres, incluyendo la igualdad de remuneraciones, o los derechos sexuales y reproductivos que aseguran el libre ejercicio de la sexualidad y la anticoncepción; o la educación integral no sexista. No es extraño tampoco que hayan anunciado que le pondrán fin a la despenalización del aborto por tres causales, contando para ello con mayorías parlamentarias circunstanciales, y que hayan declarado estar de acuerdo con la paridad sólo de entrada pero restrinjan su aplicación lo que no instala paridad en los resultados.
"Yo tengo la idea de que entre hombres y mujeres no solo hay una diferencia de sexo, sino que hay una diferencia enorme entre intereses, roles y funciones sociales y que debemos esperar la evolución social para esperar que en nuestro país vaya cambiando progresivamente la representación de hombres y mujeres en el Parlamento y no transformarlo en esta presión eleccionaria para obtener resultados de representación" (consejero republicano Carlos Solar).
Para asegurar la regresión conservadora, tratan también de restar el rango constitucional y restringir el carácter vinculante de los tratados internacionales de derechos humanos, especialmente de aquellos en los que se sustenta la erradicación de la discriminación. "El derecho a la igualdad y a la no discriminación se encuentra en la base del sistema internacional de protección de los derechos humanos, reconocido por distintos instrumentos nacionales e internacionales. De acuerdo a la Convención sobre todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, 1979), ambos derechos van de la mano, y en este sentido, la igualdad sólo será posible en la medida en que se erradique la discriminación directa e indirecta contra las mujeres" (Fundación F. Ebert, CEM, 2021).
Mirando la experiencia de países como Brasil en el período del presidente Bolsonaro, Hungría y Polonia, entre otros, tenemos razones para afirmar que las conquistas básicas de las mujeres y las diversidades sexuales, que costaron años de lucha, están hoy en peligro.
Frente a esta situación alarmante, nuevamente las alianzas de mujeres y de éstas con otros movimientos sociales, son vitales para detener el avance de la ultraderecha en el país. En esta lucha cabemos todas/os quienes queremos terminar con el sistema patriarcal y sus nefastas consecuencias en las vidas de las personas.
Volaron alto las mujeres que gritaban en las marchas "¡¡¡alerta, alerta, alerta feminista, que todo el territorio se vuelva feminista!!! En este momento crucial y frente al peligro del retroceso cabe demandar "¡¡¡alerta, alerta social y feminista, que todo el territorio no se vuelva machista!!", como aspiran algunos sectores.
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