Ante un nuevo horizonte

Hay Presidente electo, Gabriel Boric. En los últimos días se afirmó esa certeza por la amplitud que alcanzó su convocatoria, la fuerza del despliegue territorial de su campaña y los límites insalvables de la opción de ultraderecha.

Sin embargo, el resultado definitivo es sorprendente porque el bloque del actual Gobierno logró reunir, en los hechos, una votación similar a la de Sebastián Piñera en 2017 y, por lo tanto, Boric consiguió su victoria con una movilización excepcional de adherentes, superior en mucho más de un millón de votos a la Alejandro Guillier en los comicios anteriores, en la segunda vuelta.

Es una participación sin precedentes de la juventud y del pueblo de Chile en su conjunto en una elección presidencial. El significado de ello no admite dudas: la nación chilena no quiere una vuelta al pasado de intolerancias y abusos de poder que la ultraderecha intentó reivindicar, dándose cuenta al final que esa pretensión autoritaria le conducía a la derrota.

El Presidente electo logró resolver el dilema principal planteado al concluir la primera vuelta: no caer en el enclaustramiento y salir de su base de apoyo inicial para crecer en la tumultuosa diversidad social y política del Chile actual, afirmando en ese esfuerzo una cuestión fundamental: "avanzar sin prisas, pero sin pausa".

Esta es la clave de su futuro gobierno: las reformas son esenciales e irrenunciables, pero no son simultáneas. En rigor es imposible hacerlas de una vez, ni siquiera definirlas e instalarlas es un proceso que lo abarca todo al mismo tiempo, sin embargo, paradójicamente, llevar a cabo esas reformas es la esperanza que motivó a los millones de voluntades que lo han hecho Presidente de Chile.

Las reformas democráticas en el ámbito social y económico, como también político, son tareas de Estado, y esenciales para relegitimar el régimen democrático en el país, pero exigen un tiempo político decisivo y un liderazgo que las lleve adelante con la amplitud y el sentido nacional que le permitieron a Gabriel Boric su formidable victoria.

Esa inmensa tarea exige responsabilidad política en la conducción del proceso y la máxima generosidad en las fuerzas políticas tradicionales de izquierda y centroizquierda. No se puede regatear el apoyo. No debe haber asomo de mezquindad. Los que dirigieron ayer tienen que apoyar hoy. En tal sentido, el ex Presidente Lagos ha sido un ejemplo.

Fue una gran jornada para Chile. El objetivo de regresión autoritaria está derrotado por la voluntad democrática de la nación. En consecuencia, Chile amaneció ante un nuevo horizonte, avanzar en su dirección no será fácil, habrá oleajes y dificultades, pero luego de reinstalada la democracia hace 31 años es el nuevo gran desafío popular y nacional.

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