Asalto al Tesoro Público

El Presidente y sus ministros se prodigaron en el trámite de su proyecto de reforma tributaria, dividieron la oposición y lograron aprobar la idea de legislar en la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados.

En el gobierno cantaron victoria, por la luz verde al trámite legislativo y por el quiebre que provocaron en la oposición. Dividir para reinar, ese es el balance político real del desafortunado episodio de esta semana, que desmiente todo el “relato” de respeto a la oposición, su decisión fue ejercer una durísima presión e inducir la fractura del bloque parlamentario adverso al oficialista.

Incluso, el gobernante que convocó a dialogar a los Presidentes de Partidos que luego mandó dividir, desnudó su real proceder que no buscaba más que imponer su objetivo desbaratando la oposición. En el futuro, ¿quién acogerá un llamado presidencial a dialogar a La Moneda si el resultado es la división de los que asisten ?

Piñera hizo uso de su investidura para fracturar y escindir a los que no son su propia base de apoyo. Su retórica fue un artificio al decir que en democracia se requiere una fuerte y clara alternativa opositora, falseó su voluntad de diálogo, el telón de fondo era una burda retórica falaz.

Además consiguió que figuras cuestionadas en el oficialismo por su escaso rendimiento político pudiesen seguir en sus pegas, así el efecto político a favor alejó el ingrato momento de la “aceptación” de renuncias, por eso, en La Moneda disfrutaron un éxito que fue esquivo y que en ciertos forcejeos apareció muy distanciado.

Sin embargo, en la derecha hay algunos aplausos más por el quiebre opositor que por el contenido de la mentada reforma tributaria, que muchos ven “insuficiente” o irrelevante para sus inagotables apetitos de ensanchar fortunas y propiedades.

Con la vieja excusa de “facilitar” la inversión para “estimular” el crecimiento, o sea, rebajar más los impuestos a fin de acrecentar utilidades que motiven a los grandes consorcios financieros a nuevas inversiones, voceros del libremercadismo, incluidos ex Presidentes del Banco Central, han salido a la palestra con el argumento que luego de ciertas concesiones de la autoridad económica ya “no vale la pena” seguir adelante con el proyecto debido a que ya no sería lo mismo.

En otras palabras, no se conforman con que el Estado deje de recaudar cerca de 900 millones de dólares, según los propios datos de la Dirección de Presupuestos y cerca de 1200 millones de dólares en cálculos de expertos de la oposición, los que en teoría serían compensados con nuevos tributos en los sectores de servicios, en particular, en el uso de nuevas tecnologías, que repondrían unos 400 millones de dólares.

Esas compensaciones que se pagarán por la clase media, no llegan ni a la mitad de lo que el Estado perderá en favor del 1% más rico de la población en el caso que se mantenga la iniciativa sin cambios de fondo, pero hay grupos que pretenden una rebaja mayor. Es la perversidad como sello de fábrica en el dogmatismo neoliberal.

La reforma de Piñera significa una cuantiosa pérdida para el Estado y afectará al país en el futuro, si se aprueba el proyecto cómo está el gasto quedará desfinanciado y habrá que recortar la inversión social o aumentará el déficit. A todo evento hay un daño a Chile.

Por eso, hay que insistir que la lucha no ha terminado, ahora la responsabilidad de cada parlamentario en la votación particular de cada artículo resulta decisiva e ineludible y no se podrán justificar en razones de pertenencia a Partidos o coaliciones. Lo que se juega es si se va a permitir o no que la audacia de Piñera facilite el asalto al Estado por los poderes fácticos económicos.

Lo más grave es la aberrante desigualdad que el gobernante seguirá fomentando en su soberbia libremercadista, ese es un daño profundo a la democracia ya que produce un deterioro en su credibilidad institucional y una honda desesperanza en las personas que alimenta ese sentimiento tan difícil de reparar que ya no hay en quien creer y que, en política, todos son lo mismo, una casta de acomodados que solo se preocupan de cuidar a los ricos, asegurándoles ganancias a costa de los trabajadores y la clase media.

Pero no se debe caer en la tentación del auto aislamiento y tampoco un desborde de recriminaciones resolverá el problema de fondo, la amplitud es fundamental, ya que hay una lucha en cada artículo que se deba discutir y aprobar, tiene significado intentar evitar que mil millones de dólares vayan a los más ricos de Chile, porque la reforma tributaria de Piñera es un asalto al Tesoro Público.

Aunque la unidad de acción de la oposición tuvo un duro golpe, no hay que entregar el Estado a la codicia de la derecha conservadora en el poder; se debe perseverar en el esfuerzo de reagrupar al conjunto de los demócratas chilenos de izquierda y de centro para procurarle a Chile, en el 2021, un gobierno para su gente y que no se siga ensanchando la fosa de la desigualdad económica y social en el país. 

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