Bajo asedio

Hace un mes, el 11 de marzo, el Gabriel Boric recibió la banda presidencial y la reconocida "piocha del mando", que lo consagraron solemnemente como jefe del Estado de la República de Chile. Fue un día de júbilo y festejo popular.

Sin embargo, en la ultraderecha el ánimo es revanchista. Por eso, hay quienes agreden y denostan sistemáticamente al Presidente y el gobierno haciendo uso artero del lastre que dejó Piñera y de errores o falencias de la nueva administración en cuyo seno hay un grupo numeroso de personeros que ejercen por primera vez funciones de tal naturaleza. El extremismo ultraconservador se reactivó con la asunción del nuevo gobierno.

En la derecha dominan algunas reliquias pinochetistas y otras voces nostálgicas del fracasado periodo piñerista, intentando trasladar el pesado fardo que dejaron al gobierno que recién asumió en seguridad pública, proliferación de bandas criminales y narcotraficantes, caótico aumento de la migración, exasperante violencia en La Araucanía, en fin. La derecha pretende que en menos de un mes desaparezcan los efectos de los abusos de poder y la desigualdad que agobia al país.

También, en la ultra izquierda se impuso el criterio confrontacional y -según dicen- seguir la "lucha" agitando la demanda mapuche, es decir, acciones incendiarias de destrucción de viviendas y medios de transporte, cortes de caminos, amenazas y hostigamiento a la comunidad y al gobierno, con vistas a impedir el diálogo que este promueve y así impedir la formulación de alternativas de solución con la participación ciudadana que asegure la legitimidad de su implementación.

En especial, si las contradicciones intragubernamentales se lo permiten, hay personeros que no tendrán reparo en propinarle una dura derrota al propio Presidente Boric a través del quinto retiro del 10% de los fondos de AFP. Mientras hay en el gabinete ministros de todos los partidos que se han jugado de lleno para evitar un grave traspié del Ejecutivo, hay quienes desean aumentar su presencia mediática con este tema, no les importa doblarle la mano al gobierno en esta materia aunque signifique un daño de graves alcances a su autoridad frente al país.

Además, la errada información recibida por la ministra del Interior sobre un vuelo que se preparó, pero no realizó, de expulsión de inmigrantes a Venezuela, que fuera a su vez entregada en la Cámara de Diputad@s por la secretaria de Estado, un paso en falso de la autoridad, detonó voces descalificatorias, dejando claro que bajo asedio no hay que precipitarse en afirmaciones sin comprobarlas, porque se cometen graves errores de apreciación, a veces, irreparables.

También se requiere una respuesta de fondo, maciza y sistemática, en seguridad pública y combate al narcotráfico. No puede seguir la proliferación de bandas criminales y patotas delincuenciales que se extendieron por el país haciendo invivible la convivencia en un número importante de barrios y poblaciones, frente a la incapacidad de los organismos institucionales y policiales. El mundo popular necesita la protección del Estado, que ha estado ausente demasiado tiempo.

En suma, intereses oportunistas de diferente origen y carácter se han empeñado en una acción política de asedio al Presidente antes que hubiera alcanzado a cumplir un mes de mandato. Exigen lo imposible con fines de corto plazo. Sin embargo, obstruir y debilitar el trabajo del nuevo Ejecutivo, cuando aún se está instalando, no tendrá más resultado que bloquear las reformas que Chile espera.

En este contexto, proliferan los augurios de "opinólogos" vaticinando el infortunio del Gobierno y de la Convención Constitucional, así parece haber una perfecta orquestación entre un incendio destructor de cabañas en la provincia de Arauco y una nueva medición de opiniones, en las que la aprobación del Presidente decae prematuramente. Es decir, las acciones violentas del extremismo de izquierda son claramente funcionales a los objetivos comunicacionales de la derecha.

Por eso, resulta fundamental la unidad, amplitud, fortaleza, estatura y consistencia política de las formaciones partidarias con presencia en el gabinete que están comprometidas en la materialización de las transformaciones y reformas estructurales. No se trata que los partidos políticos sean obsecuentes, pero la lealtad es esencial.

Tiene que primar la cohesión por sobre la dispersión. La coherencia en la práctica diaria de los partidos de gobierno es decisiva. Hacerse famoso a costa del gobierno es un salvavidas de plomo para el proyecto transformador. No hay como justificar ser gobierno y oposición al mismo tiempo.

No hay que olvidar que esta situación histórica proyecta amplias perspectivas de reformas estructurales que no volverán a repetirse si las fuerzas se dispersan o se trata de imponer el maximalismo. Hay que evitar el conformismo sin olvidar que los cambios sociales no son todos simultáneos, hay un proceso complejo, dilatado en el tiempo para lograr su puesta en marcha y alcanzar su realización. Por eso, la lealtad en la acción política permitirá la unidad necesaria para avanzar.

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