Resulta estrecho pensar que la responsabilidad de haber perdido la conducción del país solamente es de la Nueva Mayoría y/o se debe al desaliñado aporte que hicieron algunos dirigentes del Frente Amplio, invisibilizando, de paso, a otros causantes: la democracia cristiana y el laguismo.
A la luz de los resultados electorales, se podrían identificar algunos acontecimientos que anunciaban una derrota electoral futura y que la coalición de gobierno no reconoció a tiempo y/o si lo hizo, en muchas ocasiones, contó con la abulia de parte de su dirigencia.
Algunos ideas para el análisis.
Ataques a la Presidenta entre lo público y lo privado. La humanidad de la Presidenta debilitó su ejercicio de autoridad y su imagen de mujer proba y justa. Ante el caso Caval, tuvo un comportamiento más de madre que de estadista, lo que posibilitó que la derecha igualara la indecorosa conducta de su nuera con los delitos asociados a Penta y Soquimich. En ese marco, penetraron en el gobierno sectores conservadores que impusieron una agenda alejada del sentido transformador del programa. El cambio de gabinete, mayo 2015, simboliza el contragolpe de la antigua derecha de la Concertación.
La concentración de medios. La escasa diversidad de medios de comunicación se plasmó en una campaña del terror contra las reformas. “Improvisación y desorden” fueron los conceptos que la derecha logró adosar a las nuevas políticas públicas. Lo anterior, se suma a la incapacidad del gobierno de comunicar, de transmitir a la ciudadanía los beneficios sociales de las reformas, la justeza y viabilidad de sus principios no fueron explicados de manera oportuna y clara. La torpe frase del entonces ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre evidencia esta insuficiencia, “bajar al otro de los patines”, cuando la cualidad de la reforma educativa es la nivelación hacia arriba, es decir, ponerles patines a todos.
Los topos. La desorganización de la Nueva Mayoría y la falta de compromiso programático de varios de sus dirigentes hicieron daño al proyecto y a los partidos políticos de la coalición.
Los ejemplos de deslealtad de quienes suscriben a un modelo neoliberal y oportunistamente se sumaron a la candidatura de la Presidenta Bachelet, abundan. Se puede agregar a este síntoma, la falta de convicción de varios portavoces y técnicos del candidato de Fuerza de Mayoría, quienes no lograron interpretar el anhelo de justicia social con medidas que dieran cuenta del avance que proponía el conjunto del programa.
Alejamiento de la gente. La fractura en el diálogo con las organizaciones sociales dificultó la construcción de políticas públicas de manera participativa, quedando esta promesa sólo en la declaratoria.
El factor Frente Amplio. El juicio, a veces destemplado, de sectores que se ubicaron a la izquierda de la coalición de gobierno, favoreció que se propagara un “sonido ambiente” de fracaso, facilitándole a la derecha la concreción de sus propósitos. Cabe destacar que la demora en el apoyo de los principales dirigentes del FA a la candidatura de Alejandro Guillier, es un elemento marginal, que de haberse concretado de manera decidida no aseguraba otro resultado que el conocido.
El actual escenario político y social no puede dejarnos conforme, como tampoco puede eximirnos de la responsabilidad, de manera diferenciada, en la derrota en la elección presidencial.
Este es el tiempo de hacer las críticas y autocríticas de manera fraterna y con perspectiva de futuro, aún es posible creer que hay condiciones para hacer transformaciones estructurales al modelo.
Hoy, es necesario convocar a reconstruir el tejido social con la gente y para la gente; juntar voces que articulen verdades y proyectos que consideren el sentir de la mayoría, y por sobre todo, se deben buscar las ideas que unifican a las izquierdas y desde ahí ofrecerle al país la defensa de las conquistas sociales logradas y la voluntad de conducir un nuevo gobierno.
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