Chile no soporta otro gobierno de la derecha

La multitudinaria movilización social del 19 de Octubre en adelante tuvo una respuesta represiva que mostró la cara de un poder brutal, autoritario, insensible, desalmado, dispuesto a todo.

En efecto, días después del estallido social, la golpiza que dio un piquete de Carabineros, encabezados por un "valiente y vigoroso" oficial, a un adulto mayor, en la plaza Nuñoa, estremeció por su extrema crueldad y desenfreno a millones de personas que vieron las patadas y el desenfreno a través de Chilevision, en los días posteriores al estallido social.

No fue la única y feroz golpiza de ese tipo. Delante de sus vecinos en Buin, el poblador Mario Acuña fue atacado por carabineros que bajaron desde un furgón y lo golpearon tan salvajemente dejándolo con terribles daños neurálgicos. Así también, una cámara registró en la comuna de Puente Alto a un piquete de efectivos que bajan de un vehículo y golpean brutalmente a un joven que se encontraba en la vereda cerca de su hogar.

Pero tampoco allí se detienen estos hechos atroces. Las escopetas de altos oficiales dispararon millones de perdigones a la altura de la cabeza de los manifestantes provocando daños irrecuperables en los ojos de innumerables hombres y mujeres jóvenes, mutilados por las décadas de existencia que aún vivirán, entre ellos, la ceguera total del estudiante Gustavo Gatica. Igualmente, una bomba lacrimógena lanzada directamente al craneo de Fabiola Campillay le dejó secuelas neurológicas de por vida, entre ellas también perder su vista irreparablemente.

Otra acción del desenfreno policial fue la de empujar al cauce del Mapocho desde el puente Pío Nono a un adolescente de 16 años y triturar entre dos carros policiales al joven manifestante, Oscar Pérez, es decir, Chile fue escenario de atroces acciones vandálicas, incluyendo graves agresiones de violencia sexual, realizadas por la policía uniformada, la que debiera evitar, precisamente, que las personas sean víctimas de malos tratos, crueles y degradantes.

Luego, Chile fue remecido por las balas homicidas en contra del joven malabarista Francisco Martínez, como también porque se informa que un detenido, Camilo Miyaki, se suicida en un calabozo a las horas de ser detenido, y que Jaime Veyzaga, es dejado malherido en Calama, muriendo en el lugar donde fue arrojado por dos Carabineros desde una patrullera.

En esta cadena de acciones delictuales se incluyen montajes, como el que sufrió Mauricio Cheuque, que debió soportar más de un año en prision porque en un recinto policial lo "cargaron", o sea, le adjudicaron falsamente la posesión de una bomba molotov. Un hecho similar, tan deleznable como el anterior fue denunciado y acogida la denuncia en los Tribunales, por jóvenes detenidos en la Universidad de Concepción.

A la postre el gobierno actuó como protector de una cadena interminable de vejámenes, abusos y atropellos sistemáticos a los Derechos Humanos, constituidos en un conjunto de hechos que hacen indispensable la refundación de Carabineros, como ha propuesto Paula Narváez, avanzar hacia una nueva Policía Nacional que sea capaz de respetar los Derechos Humanos y dar seguridad al país con profesionalismo, a través de efectivos bien formados con un profundo aprecio a la ciudadanía y refractarios a toda acción vandálica que signifique aplastar o humillar a las personas.

Ese proceso comienza estableciendo que la institución que tiene el monopolio de la fuerza pública no puede tener privilegios de ningún tipo, por eso, causa malestar que a solicitud de Carabineros el municipio de Providencia haya entregado la vacunación contra el COVID a la dotación de aspirantes a oficiales de esa institución. Esa es la distorsión existente en los Altos Mandos, abusan del poder, por el contrario, su misión es servir a la comunidad no servirse del control de la seguridad pública.

En definitiva, se juega el carácter del régimen político en Chile, si se enquista y eterniza un cínico pero férreo autoritarismo civil o si impera en plenitud un sistema político democrático que termina con los abusos de poder, como aspira la enorme mayoría ciudadana. Este fin esencial requiere una real voluntad de lograr la unidad en la diversidad de la oposición, con vistas a derrotar a la derecha en la próxima elección presidencial.

En el caso que no se consiga configurar esa mayoría unitaria, por argumentadas que aparezcan las razones, si no hay unidad "amplia", es decir, un entendimiento de la izquierda y el centro, seguirá imperando el autoritarismo neoliberal en cualquiera de sus caras. En concreto, lo más nefasto y traumático que puede ocurrir es que la dispersión de los opositores posibilite el continuismo piñerista remozado bajo Lavín o cualquier figura similar.

Hay voces en la oposición que dicen no estar dispuestas a "cualquier" unidad. Nadie pide algo semejante. Se trata de asumir el reto del Chile que emerge, recogiendo el desafío del estallido social en un proyecto político que entregue un carácter transformador y con justicia social a la institucionalidad democrática que surgirá del proceso de elaboración de una nueva Constitución.

Pero, asimismo, que nadie diga ignorar que la división de la oposición en tres o más opciones sólo conduce a una derrota política de imprevisibles consecuencias. Sería frustrar de la peor manera los objetivos que generaron la multitudinaria movilización social de Octubre y Noviembre del 2019, la más potente de la historia de Chile.

No es la hora de gustitos individualistas o de afanes sectarios y que el resultado sea el triunfo de la derecha, porque se vendría abajo el respaldo social a las formaciones políticas del mundo popular, por eso, la exigencia es actuar con auténtica estatura nacional y responder a una encrucijada sin precedentes para la izquierda, la centroizquierda y el centro.

Actuar con sentido popular y nacional es el gran esfuerzo a realizar. Chile no soporta otro gobierno de la derecha. El logro de otros objetivos, como el perfilamiento de cada cual o sumar apoyos para hipotéticas batallas futuras, sembrando la discordia y la dispersión tendrá un efecto devastador. Hay que unirse sin exclusiones para lograr que un nuevo bloque de fuerzas sociales y políticas tome la conducción del país. Esa es la gran tarea de la hora actual.

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