(En primerísimo lugar nuestra solidaridad para nuestros hermanos/as de Ñuble, Biobío y La Araucanía que sufren de la voracidad de los incendios)
Los acontecimientos políticos y las decisiones que han tomado los pueblos de Chile en estos últimos tiempos, particularmente el rotundo rechazo a una nueva Constitución, se puede interpretar como un avance del individualismo, y ello ha estado ligado al triunfo de las ideas neoliberales, que tienen una de sus expresiones en la globalización económica y cultural.
Por ello parece esencial mostrar a la sociedad chilena que existen otras formas de entenderla y de organizarla, entre ellas: el comunitarismo, que es una de las maneras posibles de recuperar un "nosotros" y la idea de que, aún dentro de la innegable pluriculturalidad y multiculturalismo que cruza nuestra sociedad, existe otro sueño de bien común, muy diferente al que ha pretendido entregarnos el neoliberalismo, y que aún pervive en las nuevas y viejas generaciones y comunidades.
Por tanto, ¿será posible que la comisión de expertos, verdaderos redactores del proyecto de nueva Constitución, consideren en su proyecto la construcción de una sociedad comunitarista o recojan algunos elementos de ella?
Empecemos haciendo una constatación, el comunitarismo critica los efectos negativos de las sociedades modernas liberales. Esto es el individualismo extremo, que se expresa en el atomismo, la desintegración social que provoca la competencia y el egoismo, la destrucción del espíritu público (y también privado), la pérdida de los valores comunitarios, el desarraigo de los individuos respecto a sus culturas y tradiciones, buscando asemejarse a los patrones culturales de europa y de Estados Unidos de América.
En positivo, se puede decir que, para los comunitaristas, la vida de las personas no puede entenderse al margen de su comunidad, cultura y tradiciones. La base de las reglas y procedimientos políticos y jurídicos es el bien común. Los sujetos se entienden siempre pertenecientes a una comunidad. Una comunidad que expresa una historia, convicciones y creencias que son anteriores a nuestro hoy, a nosotros mismos como individuos. Todo ello significará que el bien individual y los derechos individuales se construyen y realizan siempre en la comunidad, en ese sentido el bien comunitario se encuentra por encima de los derechos individuales, porque ya los integra.
Lo anterior supone otra idea, el Estado construido en un proceso democrático, necesariamente sustantivo, debe promover, resguardar y proteger una política del bien común, adecuada a las formas de vida que se van construyendo en la comunidad. En este sentido el Estado no es éticamente neutro en la construcción y el logro del bien común. Como ya lo dijimos, es en la vida comunitaria donde se generan los espacios para la autorrealización individual.
Charles Taylor, filósofo canadiense, gran representante de las ideas comunitaristas, entiende la ciudadanía desde la identidad con la comunidad, y sólo bajo ese esquema de valores compartidos se hace posible la participación. Ello no tiene que significar, ni cercanamente, negar la pluralidad o pensar en comunidades homogéneas.
El término comunitarismo alude al conjunto de doctrinas de filosofía política y teorías morales contemporáneas, la mayoría de origen norteamericano, defendidas por autores como Michael Sandel, Charles Taylor, Alasdair MacIntyre o Michael Walzer, que rechazan los postulados liberales, tanto kantianos como utilitaristas, sobre el concepto de individuo y racionalidad.
Los teóricos del comunitarismo defienden: la naturaleza esencialmente política del ser humano, y la importancia de la comunidad y de las tradiciones en el proceso de desarrollo de la condición personal del sujeto.
El comunitarismo incide en la pertenencia social del individuo, en los estrechos lazos entre moralidad y las costumbres de la sociedad y en la relación entre las virtudes del bien humano y una tendencia teleológica de la naturaleza humana, reflejada en ciertas normas. En ese sentido la identidad de los individuos es previa a los fines e intereses que estos eligen, anteriores a todo compromiso.
Así, podemos intentar resumir en a lo menos dos los más fundamentales principios filosóficos del comunitarismo:
1. La persona es un ser esencialmente social. Por lo que los lazos, compromisos y roles sociales que se establecen, se hacen (o se pueden hacer) comunes y se convierten en constitutivo de la propia identidad de las personas que componen la comunidad.
2. El bien es una virtud, no es un objeto, es previo a la justicia. Como deben vivir las personas lo determina el tipo de relaciones sociales y participación comunitaria que se valoran como buenas y deseables por sí mismas.
Chile no empezó, ni ha terminado en el individualismo y el neoliberalismo, se puede construir otra sociedad, ello requiere de una nueva conciencia para construir una idea de bien común que nos exprese a todos/as. En este sentido, si la comisión de expertos mira entre otras ideas al comunitarismo como una opción filosófica viable para nuestra patria de hoy y mañana, será capaz de presentar un proyecto de constitución representativo de todos los pueblos y comunidades de Chile, de otro modo será más de lo mismo: liberalismo puro y simple.
Superar una sociedad desigual, injusta y centrada solo en el egoismo y el dinero es uno de los desafiós de los tiempos venideros al que estamos convocados todos quienes creemos en el comunitarismo.
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