Los partidos no son un abstracto: lo conforman hombres y mujeres, militantes de base, dirigentes políticos y de organizaciones sociales. El Partido socialista, es también bancada mayoritaria de la oposición con 19 diputados y 7 senadores.
Existen decenas de consejeros y consejeras regionales socialistas y casi 40 alcaldes y alcaldesas del PS conducen aspectos importantes de la vida cotidiana de las personas, junto a casi 300 concejales y concejalas socialistas presentes en las comunas de Chile.
Me pregunto qué sentirán cuando miembros del Partido desconocen sus esfuerzos y dicen que hemos caído en la irrelevancia.
En las alturas del poder, probablemente nunca los han llamado para ayudar en gestiones, apoyar bingos que resuelven una situación social, apoyar al club deportivo o hacer gestiones para internar a un joven consumido por la pasta base. Desde la “gran política”, algunos pierden la capacidad de ver esa microfísica diaria en que cientos de militantes trabajan insertos en sus comunidades.
Total libertad en el debate y total unidad en la acción debiesen ser nuestras máximas de convivencia interna y acción política. Los socialistas somos, en buena hora, críticos e inconformistas en nuestra mirada de la sociedad y, por cierto, de nuestro partido. Porque hay mucho que cambiar en la construcción del Chile que queremos y, obvio, en la organización en que militamos.
Pero cuando se pretende dar un salto adelante, aquello no puede convertirse en un salto al vacío. El oportunismo es de los peores vicios en la política y excederse en la crítica interna, vulnerando el necesario respeto a la institución y a sus integrantes es, sin duda, una forma de inmadurez política. Pero bueno, así se templó el acero, como gustaba decir mi buen amigo Jaime Fuentealba “Fischer”, citando a Nikolai Ostrovski.
Pues bien, las elecciones son un momento de lucha interna, pero el verdadero debate político no fructifica en los esfuerzos diferenciadores de esta contienda, sino que en la unidad de propósito para dar respuesta a las demandas de los chilenos y chilenas. Pasión y mesura decía Max Weber.
Y en lo que más importa, debemos incrementar nuestra capacidad de enfrentar los problemas que afectan a las personas en su territorio, con un proyecto nítido de desarrollo local y regional.
Hay que trabajar en fortalecer la formación política de nuestros militantes, coordinada con los aportes técnicos y académicos de quienes comparten nuestra mirada de país y esto exige una mayor desconcentración de nuestra gestión partidaria, convocando a quienes más conocen cada temática y territorio.
Por cierto, hay mucho espacio a la autocrítica respecto de lo que no hemos hecho y lo que podemos hacer mejor para superar el neoliberalismo.
Pero el espacio es aún mayor para construir unidad opositora en el necesario debate que daremos en las próximas elecciones municipales y regionales. La izquierda no ha valorado como corresponde la política territorial. Quizá bajo el subyugante impacto de revoluciones triunfantes, siempre pensamos en la toma del poder como un “asalto al Palacio de Invierno”, sin hacer una reflexión de fondo sobre la difuminación del poder en múltiples espacios locales (y, por qué no decirlo, también esparcido en espacios digitales).
En el territorio, los partidos opositores nos hemos encontrado siempre en la misma vereda. Estaremos juntos en la propuesta de cambio al sistema de financiamiento municipal, en la necesidad de que las regiones tengan capacidades endógenas de desarrollo económico en mundo globalizado, en la valoración del medio ambiente como condición de ese desarrollo, contra un modelo capitalista que nos conduce a la extinción.
Existe una matriz programática común, que el esfuerzo y la voluntad del PS puede convertir en una alianza política.
Quienes andan muchos metros sobre el suelo, no conocen, no entienden y, por cierto, no resuelven las necesidades de los mal llamados “ciudadanos de a pie”. Y los territorios - en sus escalas regional y local - no pueden seguir siendo preocupaciones subalternas en la política socialista o tener sólo relevancia cuando se acercan las elecciones. Junto con resolver los pequeños problemas de sus comunidades, los municipios suelen enfrentar los grandes problemas del país.
Quienes conocemos esta realidad y la acción cotidiana en los territorios sabemos de la relevancia del quehacer socialista y lo significativo que será nuestro rol en el futuro inmediato.
Nolbert Lechner lo decía maravillosamente cuando hablaba de “la conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado”. En eso estamos. Eso es lo que importa.
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