La campaña presidencial de 1999, aquella que en primera vuelta arrojó un estrecho resultado entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín, tuvo por parte de la candidatura de la entonces Concertación por la Democracia, el lema "Crecer con Igualdad". La diferencia en votos fue muy escasa, y eso tuvo una consecuencia: en la segunda vuelta la propuesta fue "Chile mucho mejor".
Obviamente las consignas pueden cambiar, pero la realidad del país y el desafío de las fuerzas progresistas y de la izquierda no cambiaron con la simple alteración de la gráfica de campaña. Incluso, muchas de las más libremercadistas candidaturas de la derecha neoliberal, con mucho oportunismo, han hecho campañas electorales con la consigna "por un Chile más justo".
La paz social que se ganó en el tiempo de la Concertación fue manipulada y distorsionada por los centros de opinión empresariales, atribuyendo esa voluntad constructiva de la mayoría exclusivamente al crecimiento económico, despreciando el impacto de las políticas públicas que permitieron avanzar en dignidad y mejores condiciones de vida.
Pero la derecha no pudo rechazar en los periodos de Lagos y Bachelet la aprobación de iniciativas como el Plan Auge en salud, aunque rechazó la creación de un fondo solidario; asimismo, en la lucha contra la pobreza tanto el Programa Chile Solidario como la iniciativa Chile Barrio anotaron logros significativos. Así también, el 2007-2008 se logró legislar la Pensión Básica Solidaria, estableciendo un pilar solidario en el sistema de pensiones.
Ahora bien, el eje UDI-RN habitualmente ocupó su gravitación parlamentaria para forzar largas negociaciones y recortar el alcance de esas políticas públicas. Sus voceros asumieron un rol penoso, fueron "más papistas que el papa", defendiendo los grupos sociales preponderantes con más fiereza que sus propios integrantes. Posteriormente, hubo otros esfuerzos de convocar al debate necesario acerca del dilema de fondo que debieran resolver las fuerzas políticas. Desde la presidencia del Senado me esforcé, el año 2012, en instalar un dialogo amplio y constructivo para compartir un proyecto país. La base conceptual fue el libro "Retrato de la Desigualdad en Chile", elaborado por expertos calificados de la Biblioteca del Congreso Nacional y que volvió a indicar fehacientemente que ese era el talón de Aquiles en el tipo de desarrollo del país.
En la primera parte del siglo parecía que se creaban condiciones para avanzar y abordar el desafío de la integración económico-social y la superación de la fractura estructural de la sociedad chilena, pero no sucedió así. Se cayó en la autocomplacencia y surgió -fatalmente- la desunión. En ese ambiente, el discurso autoritario de la derecha se recompuso y ganaron la Presidencia de la República con la consigna revanchista del "desalojo", cuya agresiva retórica pretendía no solo los altos cargos del Estado sino que también implantar un fuerte retroceso social y económico.
Piñera hizo suya esa política regresiva y cometió un error histórico. Gobernó con el lastre de los restos del pinochetismo y una retórica apologética del libre mercado. La réplica a las movilizaciones estudiantiles del año 2011 fue contestataria y ásperamente represiva. El gobierno de la derecha aumentó la polarización social y política.
En ese contexto, la gratuidad de la Educación pasó al centro de la agenda, pero Piñera se opuso a la idea de legislar, sin embargo, el proceso no se detuvo y su concreción partió en el gobierno de Bachelet con una glosa en la ley de Presupuesto, por ello de validez sólo anual, que luego se transformó en proyecto de ley y después de años de debate legislativo, el texto fue promulgado, paradójicamente, recién asumido Piñera en su segunda presidencia.
La gratuidad de la Educación Superior es una muestra del papel primordial de la movilización social, en torno a demandas mayoritarias, sin temerario aventurerismo, pero con firme determinación. Se conquistó un avance cualitativo que permite que la educación terciaria no sea un privilegio para las familias que pueden costearla o que contraen un endeudamiento que dura décadas.
En suma, la experiencia indica que pueden impulsarse iniciativas y ganar espacios sociales, políticos y culturales en pos del objetivo de "Crecer con Igualdad". A la meta se llega a través de un proceso de reformas sucesivas, pero eso exige una voluntad y una disposición anímica de la diversidad de fuerzas y sectores de izquierda y centroizquierda que se ha debilitado. Se necesita que la cohesión prevalezca sobre el protagonismo de corto plazo y se logre unidad en las ideas sin ceder ante el populismo ultraconservador.
Por momentos las fuerzas progresistas son apabulladas por la retórica populista de los grupos de ultraderecha. Se confunde la amplitud con la ausencia de contenidos. Antes de debatir ya se retiran los conceptos fundamentales y aparece una ampulosidad, vacía de contenido. Con ese estilo se va a retroceder al infinito si no se recompone la voluntad de entrar en la lucha de ideas y hacer valer principios y valores que son mayoritarios, hoy sin una argumentación que sistemática y conceptualmente los expresen.
La derecha se solaza hablando de la crisis del socialismo y de la izquierda, pero omite deliberadamente la crisis global del modelo neoliberal, cuyos conflictos estructurales lo remecen. Hay un dilema civilizacional en curso. En ese marco la crisis de ideas en la derecha es tan profunda que ha caído sin pudor bajo la hegemonía de la ultraderecha, cuyo proyecto ultraconservador conlleva deformaciones antidemocráticas propias del neofascismo.
Con ocasión del plebiscito del 17 de diciembre, los medios hegemónicos intentaron incluso decidir las formas en que las fuerzas populares celebraban el triunfo de la opción En Contra. Así, la derecha se desplazó al ámbito del totalitarismo queriendo decidir hasta el modo de festejar de quienes piensan distinto.
Por eso es tan relevante que las reformas del Presidente Boric logren abrirse paso, no serán idénticas a como se plantearon originalmente, pero no deben ser desnaturalizadas por quienes solo piensan en el mercado como fundamento absoluto del orden económico social. Una comunidad nacional que no se quiebre por la desigualdad y sea capaz de avanzar en justicia y derechos sociales es la vía hacia la superación del peligro de la ultraderecha y la recomposición de un proyecto país que una a Chile y logre "crecer con igualdad". Vale la pena bregar por ese propósito.
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