Del PacoGate al PacoLatte

Cuesta comprender si la iniciativa del café de Carabineros de Chile obedece al gran sentido del humor de su alta jerarquía o a una política clara de comunicaciones estratégicas de la institución.

Si la idea es que se trata de una política seria de relaciones públicas de las fuerzas de orden y seguridad, me imagino que se habrán evaluado todos los escenarios posibles e imaginables que ocurriría tras el anuncio de la medida, aunque al parecer no fue así.

Por ejemplo, el haber evaluado que el tomarse un café dentro de un local de una cadena internacional es absolutamente innecesario a la hora de acercar la institución a la gente, que de evaluar como positiva la iniciativa ¿por qué hacerlo sólo con una cadena de cafeterías que no está en todo el país, menos en todas las comunas? pareciera una desconexión con la realidad de la gente, no hay Starbucks en varias comunas de Santiago ni en las comunas satélites de las grandes ciudades ¿acaso se pretende  llegar a un público específico?

¿Por qué no haberlo hecho en  cualquier restorán y cafetería de Chile?

No creo que haya una respuesta satisfactoria cuando ni siquiera se tuvo a la vista el episodio crítico que tuvo la cadena hace un par de meses en EE.UU., cuando fue acusada de racismo, teniendo que cerrar todos los locales por un día en todo el país para revisar sus políticas de inclusión, o las denuncias existentes de malos tratos laborales.

¿Cuál es el costo de una medida aparentemente simpática como ésta pero ausente de toda lógica institucional?

¿Cuál es el público objetivo de esta campaña, el ciudadano medio o ciertas elites que cuentan con un local en los circuitos de las avenidas del barrio alto o en sus grandes centros comerciales?

¿Por qué no dejamos mejor que los carabineros puedan hablar con los ciudadanos cuando estén caminando por la calle no más, o cuando estén de punto fijo, por qué tener que entrar a un café para hacer un par de consultas, las que probablemente el uniformado no tendrá respuesta.

Algunas serían,  ¿por qué hay tanta delincuencia? ¿Por qué se demoran tanto en hacer un procedimiento cuando se llama al 133? ¿Qué pasó con los luctuosos fraudes de la institución en los últimos meses?

¿Cómo la alta oficialidad permitió que se robara tanta plata de la Institución?

¿Por qué a veces se actúa  con tanta violencia contra manifestantes pacíficos y se actúa con tanta distancia con los delincuentes que pululan en las calles céntricas? ¿Ud. cree que haya algún negociado detrás de la compra millonaria de autos patrulla de alta gama, que se ven desproporcionados y subutilizados para la realidad chilena? ¿Cumplen los protocolos de la policía chilena los estándares internacionales?

Pareciera que el problema de la seguridad y el orden es un tema mucho más serio que sólo esgrimir en forma simpática campañas de relaciones públicas con medidas cosistas ajenas a toda lógica y desprovistas de sentido.

Serán las autoridades políticas de turno quienes tendrán que acometer una restructuración de la policía chilena eficaz y moderna y por cierto responder de verdad de cara a la opinión pública; los tribunales de justicia identificar y sancionar ejemplificadoramente a los responsables de los graves delitos cometidos en las institución a propósito del caso del Pacogate; el Legislativo en dar las atribuciones e instrumentos adecuados para combatir la delincuencia y la propia institución en comprender que su rol histórico y constitucional es servir a todos los chilenos fortaleciendo entre sus miembros el profundo sentido democrático, profesional y de probidad, del cual nunca debió apartarse.

Sólo allí la ciudadanía podrá valorar el desempeño de la institución, y podrá, si lo desea, tomarse un café ya no con un carabinero sino con sus seres más queridos.

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