Tenemos derecho a estar optimistas. Las razones son varias, pero me gustaría resaltar algunas. En primer lugar, estamos en presencia de una forma de hacer política muy distinta de lo que estábamos habituados. Esto le viene bien tanto a la izquierda como a la derecha. Ya muy acostumbrados estábamos a la seriedad de un Ricardo Lagos o de un Andrés Allamand, siempre tan claros y de buen discurso. Si bien no podemos perder de vista que las instituciones tienen sus ritos, los cuales no pueden desaparecer, al menos se observa una cierta frescura en la forma de enfrentar las espesuras del poder.
En momentos en los cuales las instituciones se sienten tan inútiles y lejanas, es bueno que tanto el Presidente como sus ministras tengan una actitud terrenal. Yo también me puedo equivocar y poner nervioso. Eso es lo normal, lo que todos y todas sufrimos. Eso no le quita importancia al cargo, más bien humaniza el poder.
Por otro lado, es promisorio que un joven de 36 años llegue a ese cargo. Carlos Peña cit. esta sí es una cuestión generacional. Las instituciones tradicionales necesitan renovar sus liderazgos. Juventud y vejez no son virtudes, esto es cierto, es sólo una cuestión del inevitable decurso cronológico. Incluso hay jóvenes que terminan actuando como la tradición les ordena. No obstante, aún a riesgo de que esto ocurra, es importante que se produzca una renovación en el fondo y en la forma de ejercer la acción gubernamental. Estamos en presencia en un cambio generacional que afectará a todo el espectro político.
¿Por qué la derecha debería seguir liderada por los viejos carcamales? Acaso no hay una derecha liberal capaz de proponer una mirada desanclada de la dictadura de Pinochet. Por eso la elección de Gabriel Boric es relevante para la política y sociedad chilena.
Por último, este gobierno está comprometido con cambios políticos y económicos que lo meterán en problemas. Eso es seguro. Habrá momentos difíciles. Pero tenemos derecho a pensar que comenzaremos a corregir una sociedad cuyo tejido social se encuentra fragmentado debido a la sociedad neoliberal que hemos habitado durante más de cuatro décadas. La sociedad del crecimiento y el chorreo debe dar paso a una donde envejecer no de miedo; donde enfermarse no sea motivo de empobrecimiento y estudiar motivo de deudas eternas.
El Estado monolítico, monocolor, monolingüe -inexistente en la práctica- al cual se aferran muchas y muchos, ha sido modelado por el 1% de la población que hoy, concentra casi el 50% de la riqueza del país. Pero hay que hacerlo con responsabilidad, con el convencimiento de que no vivimos el mundo de 1970, que esto no es la Unidad Popular y que la primera vez las cosas ocurren como tragedia y la segunda como farsa.
Pero... nuestro deber es no actuar como fanáticos religiosos ante el líder, sino muy por el contrario, evaluar cada paso de la gestión gubernamental con rigurosidad. La reacción pop, de hacer de la acción gubernamental una suerte de gritos en un concierto de Madonna o de Luis Miguel, lo único que hace es crear ceguera ante los naturales errores que cometerá el naciente gobierno. Boric lo percibe y le da vértigo. No es para menos, es una tarea titánica la que tiene al frente y existe la posibilidad de naufragar. Al menos yo, me declaro en estado de alerta y en evaluación permanente del nuevo gobierno.
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