Hace algunos días, leía la columna de laDra. Cristina Dorador, en donde exponía la confusa desvinculación de dos destacadas académicas de la Universidad de O’Higgins. Esto, tras una supuesta mala evaluación hacia las docentes, donde también se devela la nula perspectiva de género existente en la universidad para abordar ciertas denuncias, y en los mecanismos de evaluación a los que se someten quienes buscan hacer carrera académica.
Frente a lo anterior, considero que reflexionar sobre la temática de género, no es sólo algo que responde a la contingencia, sino que es un ejercicio que como sociedad debemos hacer a la hora de tomar postura y accionar en torno a desafíos que tenemos en nuestro país. La educación, el mundo del trabajo e incluso la descentralización, deben ser con perspectiva de género.
Cuando hablo de perspectiva de género, hablo de comprender la opresión que la mujer ha vivido históricamente. La mujer trabajadora, la mujer rural, la mujer que decidió hacer su carrera académica fuera de la capital, la mujer que es madre, y también la que no lo es. Todas comparten un común, y es justamente la opresión y violencia con la que se ha instalado a la mujer y lo femenino, dentro de un plano de subordinación.
Esta subordinación, es fruto de un sistema que ha posicionado al hombre como sostenedor económico en la familia, como también quien ha podido desempeñarse de manera expedita en el ámbito de lo público.
¿Y la mujer? La mujer, en el imaginario de esta sociedad, siempre ha estado instalada en lo privado, en lo doméstico. Sucede que cuando decide abandonar esa posición, mostrar sus aptitudes con sus pares hombres, el camino se pone cuesta arriba.
Lo mismo sucede cuando una mujer decide hacer pública una denuncia al ser victima de violencia sexual o de género.
Como ha quedado en evidencia, la estigmatización, la revictimización y el cuestionamiento, son herramientas que el sistema ha utilizado para mantener aquel imaginario social. Nuevamente el camino se pone cuesta arriba, y la mujer, su integridad física, psicológica y material, quedan a disposición de un sistema que solo perpetúa la injusticia.
El Estado ha generado acciones en pos de institucionalizar la temática, con la finalidad de introducir la perspectiva de género en sus acciones y en las instituciones, aún así, esto sigue siendo algo difuso.
Cambia el gobierno de turno, y cambia también la perspectiva con la que se ven las problemáticas asociadas al género y las mujeres. Esto, solo demuestra la ausencia de una política de Estado, que finalmente solo queda a disposición de la voluntad política de quien se encuentra en el gobierno.
Lo anterior, genera que las políticas de género, que debiesen permear la estructura del Estado de manera integral, no tengan continuidad, siendo las más perjudicadas, nuevamente las mujeres. Es cosa de ver la política, los gabinetes ministeriales, la cantidad de mujeres en el congreso, la cantidad de mujeres tomando decisiones en las grandes empresas, la cantidad de mujeres dedicadas a la ciencia, las mujeres que se dedican al mundo rural y las dueñas de casa.
Para quienes somos de región, el tema nos toca de otra forma, sobre todo por lo que mencioné anteriormente, las instituciones aún no tienen un enfoque transversal en la materia, y pareciera que lo que muchas veces se habla en La Moneda con respecto al tema, solo queda en la capital. Los esfuerzos están, pero al parecer la voluntad política de quienes hasta ahora toman las decisiones, en su mayoría hombres, no está.
Me interesa que el proceso de descentralización que debiese vivir nuestro país, tenga perspectiva de género, que comprenda las particularidades de las mujeres desde norte a sur.
Porque la mujer minera en el extremo norte o la mujer temporera de la zona centro, si bien sufren por el mismo sistema, el sexismo y la violencia les toca de manera diferenciada. Tenemos que tener un Estado que comprenda esto, que abandone la mezquindad con la que se aborda la temática, y entienda lo profundo y complejo de ésta.
Si vamos a dar poder a la regiones, si vamos a generar nuevos cargos de representación, si vamos a abrir centros de estudios, si van a hablar de equidad de género en las empresas, que no sea a nuestras espaldas.
Si vamos a descentralizar, tenemos que estar presentes, con nuestra experiencia de ser mujeres en un país profundamente desigual.
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