El estallido social de octubre-noviembre de 2019 removió profundamente la situación nacional, entonces el país estaba gobernado por Sebastián Piñera y una alianza de diferentes grupos de la derecha chilena. Las filtraciones de mensajes de WhatsApp del abogado Luis Hermosilla han permitido conocer parte de las reacciones, "sin filtro", de la élite que se arroga el dominio y dirección de los destinos del país.
Así, de esos días tan convulsos, se ha sabido que uno de los usureros cercanos a Hermosilla señalaba: "Necesitamos mano dura", para que "respeten estos rotos de mierda". Así se conoce el criterio de la élite dominante, sin hacerse cargo de las causas de la convulsión social, simplemente, requería "mano dura", apagar el descontento por medio del uso de la fuerza. La receta represiva tantas veces usada en América Latina y que tantas veces quedó impune.
También, en octubre de 2019, exigían aplastar a los "rotos", lo mismo que hizo la dictadura de Pinochet, instalada el 11 de septiembre de 1973, la que tanto dolor trajo a Chile y cuya huella sanguinaria han tratado de borrar inútilmente, negando las crueldades cometidas y estableciendo la impunidad. Esa voluntad de "hacerse respetar por los rotos de mierda" ha significado sacrificar la democracia para proteger los privilegios de unos pocos.
Por eso, la memoria histórica es trascendente. No hay que olvidar. Si se olvidan los hechos del pasado reciente será muy fácil para los usureros y estafadores reclamar "mano dura" para poner a salvo sus propios delitos y recurrir al uso de la fuerza, una y otra vez, para seguir delinquiendo como élite dominante y seguir detrás de la impunidad que han impuesto tantas veces. Este esfuerzo de impedir el negacionismo conlleva también la revalorización de la democracia como régimen político y sistema de convivencia social. Los grupos autoritarios se apoyan y promueven la amnesia frente a nuestra historia.
El abogado que defiende al hermano dice que fue de izquierda, así quiere justificarse, pero la condición de izquierda no se define simplemente por reconocer el derecho a defensa propio de las garantías legales de toda persona. Esa es una conquista civilizacional que la izquierda impulsó hace siglos, desde sus orígenes.
Sin embargo, la conducta de la defensa, como hace la derecha, recurre al chantaje público al decir que se publicaran los mensajes de WhatsApp, y que ahí se verá si hay o no más implicados del propio sistema judicial. En concreto, pretende intimidar al tribunal que no se dejó amedrentar por las conexiones de poder del imputado.
También, la estrategia de la defensa quiere expandir las culpabilidades y se destapen más responsabilidades en este carrusel de intrigas y especulaciones, incluidos conocidos ministros de Piñera, son ramificaciones insospechadas con las cuales el núcleo dominante acrecentó su poder económico y político. El temor a aparecer en este patético espectáculo público les desespera. Hoy cómo ayer, el diseño de la derecha siempre ha sido quedar protegida, oculta detrás de la impunidad.
La izquierda se define por su voluntad de luchar por la justicia social en democracia, objetivo incompatible con el debilitamiento de las instituciones democráticas mediante la corrupción y la deslegitimación que conllevan el soborno y el cohecho, al "más alto nivel" que hoy se investigan para ser sancionados en los Tribunales de Justicia.
Por eso, la verdad es inseparable de la justicia. Los que se han vestido de hombres probos e intachables y no han sido más que sedientos recolectores de dinero ilegal deben responder ante la Justicia, la legitimidad de las instituciones democráticas así lo requiere.
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