El antagonismo feminista en Chile

Qué duda cabe, la sociedad chilena y mundial está atravesada por un antagonismo radical que dice relación con la distribución desigual del poder en el marco de las relaciones de género actualmente existentes. Esta relación es altamente conflictiva y atraviesa a la sociedad completa poniendo en tensión toda la estructura social. 

En el plano económico, existe un “otro masculino” que gana más del 30% que una mujer que realiza la misma función.  Así también, no acceden a los mismos puestos de decisión ni tienen las mismas oportunidades comerciales, entre otros muchos aspectos financieros.

Culturalmente porque hay un “otro masculino” que ha monopolizado el espacio público, que es el espacio de la cultura.  Socialmente porque hay un “otro masculino” que las ha violentado y asesinado.

No tenemos espacio para extendernos en cada uno de estos aspectos, pero es claro que han sido planteados largamente. Abordaré dos problemas que me parece no han sido desarrollados de manera cabal y que pueden extender nuestras discusiones sobre las formas y estrategias de emancipación. 

Primero, es fundamental destacar que ese “otro masculino” no es necesariamente un hombre, sino una cierta construcción social que incluye a mujeres que funcionan como “máquinas masculinas”.

En este sentido, por ejemplo, la presencia de mujeres en puestos claves no asegura una forma de funcionamiento distinta de las instituciones. Margaret Thatcher fue fundamental en la instalación del neoliberalismo y en las estrategias de destrucción del tejido social inglés durante los años ochenta.

Documentada está la importancia de Lucía Hiriart en la gestión del Golpe y posterior dictadura militar en Chile. Con esto quiero decir que para gestionar este antagonismo es necesario un nuevo enfoque que implique no sólo nuevas racionalidades sino también nuevas sensibilidades y afectos sobre ese “otro femenino” que lucha por convertirse en un nuevo modelo de relaciones cotidianas. No basta con cambiar un sexo por otro, para decirlo de manera más gráfica. 

Comprendiendo que un nuevo espacio discursivo se ha abierto en Chile, la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe ha declarado que su partido es feminista. No debe parecernos extraña ni graciosa dicha afirmación, pues muestra que la disputa se ha abierto.

Los significados de un movimiento social no pertenecen per se al mismo que los ha creado sino a la colectividad política que luchará por hacerlos suyos y transformarlos en fronteras de sus propuestas.

La izquierda, en este aspecto, suele equivocar el rumbo al pensar que todas estas demandas y luchas le pertenecen. Lo cierto es que el amplio electorado femenino votó por la derecha durante la elección presidencial, lo cual muestra la complejidad de los afectos involucrados en la pugna política. 

Lo segundo necesario de enfrentar es que este antagonismo no tiene resolución en el corto ni mediano plazo. Estaremos en presencia de relaciones permanentemente tensas, lo cual obligará un cambio en la forma de hacer política.

Esta nueva sensibilidad, emergida de las luchas feministas, crea un nuevo campo de acción política que pugnará con las racionalidades y sensibilidades existentes y que perdurarán durante mucho tiempo.

Serán, podríamos decir, “territorios afectivos” donde el campo de la política se mostrará nuevamente conflictiva y que, como es lógico, aparecerá convertido en proyectos políticos durante los procesos electorales que viviremos de aquí en adelante.

Una clave, en este aspecto, siguiendo a Chantal Mouffe, es cómo este fuerte movimiento feminista logra aglutinarse con otros movimientos sociales para no quedar aislado y reducido solo a temas de acoso y violencia de género.

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